Rodr¨ªguez pide paso
Fraile / Castillo, Amores, Rodr¨ªguez
Cinco toros de Juan Luis Fraile (uno fue rechazado en el reconocimiento), desiguales de presentaci¨®n, mansos, peligrosos y flojos. 6? de El Sierro, con trap¨ªo, reserv¨®n y peligroso. Pedro Castillo: silencio en ambos. ?lvaro Amores, que confirmaba la alternativa: silencio tras aviso; silencio. Miguel Rodr¨ªguez: petici¨®n y vuelta; oreja. Plaza de Las Ventas, 11 de julio. M¨¢s de un tercio de entrada.
Miguel Rodr¨ªguez alcanz¨® ayer un importane ¨¦xito pese a la complicad¨ªsima catadura de sus bicornes, que llevaban tragedia en sus astas, y golpe¨® con fuerza la aldaba de la gloria taurina, donde pide paso franco. El madrile?o, tan escasamente placeado como sus compa?eros de tema, lleg¨® a Las Ventas igual que ellos: rumiando torer¨ªas ut¨®picas y redimidoras de la fatiga que angustia, cual segadores sin cosecha, a los coletudos situados en la zahurda del escalaf¨®n.
Para lograr el triunfo naveg¨® con ansias novilleriles, empaque y buen gusto entre el calamocheo de sus dos bueyes, cuyas ariscas embestidas dome?¨® con valor aunado de prodigiosa t¨¦cnica muleteril. Primero, a base de marcarles much¨ªsimo el viaje, les ense?¨® a seguir los m¨¢gicos vuelos de la fl¨¢mula.
Consumada tan fundamental labor, se dedic¨® a crear belleza con semejantes maulones. Y a fuer que lo consigui¨® en dos intens¨ªsimas y breves faenas, con alg¨²n altibajo, en las que desgran¨® el embrujo de naturales, mayormente en el marrajo tercero, redondos, en el abanto sexto, e inspirad¨ªsimos adornos en ambos. En este ¨²ltimo tras el pase de la firma puso la r¨²brica: un estoconazo hasta los gavilanes. Antes, tambi¨¦n en ambos, ya hab¨ªa festoneado emoci¨®n y arte con percal y rehiletes.
?lvaro Amores y Pedro Castillo tambi¨¦n porfiaron con digna entrega y sin jinda ante los desafueros de sus peligrosos enemigos, aunque sin alcanzar la cosecha ut¨®pica. En el de la ceremonia laica de la confirmaci¨®n de alternativa sufri¨® Amores una tremebunda cogida, por fortuna sin consecuencias, que no le arredr¨® ni un ¨¢pice en su misi¨®n imposible de alumbrar toreo puro.
Castillo, corajudo a tope, utiliz¨® a veces los enga?os cual sayo de Velarte, pero ni el m¨¢s ortodoxo de los espadas habr¨ªa sacado agua del seco y sosamente peligroso pozo sin casta de su primero. Despu¨¦s se libr¨® con id¨¦ntica bizarr¨ªa de los hachazos y ga?afones del cuarto.
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