Una llegi¨®n para la ONU
Butros Gali tirata de conseguir un contingente estable para desplegar con rapidez en cualquier parte del rnundo
Butros Gali, el secretario general de la ONU, se exaspera cada vez que el Consejo de Seguridad aprueba el env¨ªo de cascos azules a alg¨²n punto del globo. No porque est¨¦ en desacuerdo, sino porque sabe que en ese momento comienza su calvario: pedir a los escasos pa¨ªses dispuestos a participar que designen las tropas concretas, buscar el dinero necesario para montar la operaci¨®n, conseguir el transporte... Para cuando los cascos azules llegan a su lugar de destino han pasado de 3 a 4 meses y, para colmo, a veces tienen material inadecuado, desconocen los procedimientos de la ONU y no hablan otra lengua que la propia. Gali cree que todo este mare m¨¢gnum podr¨ªa evitarse con facilidad y prepara, aconsejado por un discreto grupo de militares, un escenario distinto: una lista de unidades en stand by o alertadas.
Los cerca de 80.000 cascos azules que est¨¢n desplegados en este momento en todo el mundo dependen te¨®ricamente de la ONU. Pues bien, hasta el pasado mes de abril el Consejo de Seguridad y el secretario general ten¨ªan que enterarse por la radio o por la televisi¨®n de noticias tan importantes como las bajas (y s¨®lo en Unprofor en la antigua Yugoslavia se han registrado ya 51 muertos y 500 heridos). El bloqueo era especialmente completo si la desgracia ocurr¨ªa entre las cinco de la tarde del viernes y las ocho de la ma?ana del lunes siguiente. Simplemente, no hab¨ªa en todo el edificio de la ONU una sola persona de guardia para recoger las llamadas de tel¨¦fono o los fax de los oficiales de enlace. No era raro que el mando del cuartel general de la ONU en la antigua Yugoslavia o en Somalia terminara llamando al domicilio particular de uno de los asistentes de Butros Gali, y tampoco era raro que encontrase el tel¨¦fono ocupado.
La situaci¨®n lleg¨® a ser tan absurda que Gali mont¨® en c¨®lera y pidi¨® la inmediata creaci¨®n de una "sala de situaci¨®n". Desde mediados de abril, un grupo dirigido por un teniente coronel belga e integrado por 12 comandantes cedidos por sus respectivos Gobiernos (entre ellos, el espa?ol Jos¨¦ Quevedo) monta guardia en la cuarta planta de un edificio anejo a la ONU.
Rodeados de mapas de la ex Yugoslavia, Camboya y Somalia, estos oficiales trabajan en equipos de dos o tres, hacen turnos de 24 horas seguidas y disponen de modernas conexiones v¨ªa sat¨¦lite por tel¨¦fono y fax. En un escenario m¨¢s bien espartano (s¨®lo hay una peque?a nevera y ni un solo catre) reciben todos los d¨ªas los "partes de situaci¨®n" de los distintos cuarteles generales de los cascos azules y elaboran un informe para el departamento encargado de las operaciones de mantenimiento de la paz.
La sala de situaci¨®n es, quiz¨¢ el embri¨®n de una aut¨¦ntica sala de alto estado mayor, pero, por el momento, es simplemente un alivio. Los problemas principales siguen sin soluci¨®n. Por ejemplo, la disparidad y a veces insuficiente preparaci¨®n de las unidades militares facilitadas por cada pa¨ªs. Es posible que los muertos causados por las tropas de la ONU entre la poblaci¨®n civil de Somalia se hubieran evitado si los cascos azules hubieran dispuesto de preparaci¨®n antidisturbios. Y en los pasillos de la ONU se comenta la dif¨ªcil situaci¨®n por la que atravesaron los soldados marroqu¨ªes destinados en ese pa¨ªs cuando su jefe, el coronel Abdula Namus, result¨® muerto (no acept¨® la evacuaci¨®n y muri¨® desangrado) y su segundo tambi¨¦n sufri¨® heridas. Eran los ¨²nicos que hablaban ingl¨¦s.Todo esto podr¨ªa evitarse con el plan que prepara Gali. El nuevo escenario ser¨ªa el siguiente: el Consejo de Seguridad aprueba un d¨ªa cualquiera el env¨ªo de cascos azules a un determinado punto del globo. El secretario general de la ONU, asesorado por un peque?o grupo de militares, abre un fichero y se?ala las unidades militares de dos, tres o cinco pa¨ªses que est¨¢n ya en posici¨®n de stand by y que deben ser inmediatamente movilizadas.
Los Gobiernos de los pa¨ªses correspondientes dan su autorizaci¨®n y en menos de seis semanas dichas unidades se despliegan en el lugar asignado. Las fuerzas que cada pa¨ªs ha designado para el plan de Butros Gali tienen que haber recibido, adem¨¢s, una preparaci¨®n especial, disponer de equipos normalizados o equiparables, dominar los procedimientos de la ONU y tener conocimientos de ingl¨¦s.
Con este mecanismo se ganar¨ªa en rapidez y eficacia, dos de las cruces que con mayor desesperaci¨®n lleva el secretario general.
Fuerza de choque internacional
Butros Gali es un egipcio cristiano, de cultura europea, esposa jud¨ªa y vivo genio. Su pol¨¦mica irrupci¨®n en la ONU, tras la suave estancia de Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar, y sobre todo su insistencia en poder disponer de una especie de "fuerza de despliegue r¨¢pido", hizo temblar a muchos. Se tem¨ªa un nuevo caso Dag Hammarskjold, el sueco que protagoniz¨® duros enfrentamientos con las grandes potencias a prop¨®sito de la crisis del Congo.Gali ha sabido suavizar esos temores y avanzar al mismo tiempo, con moderaci¨®n y sin alboroto, por el camino militar.
Sin embargo, su propuesta ha dado origen a otra discusi¨®n m¨¢s llamativa y que despierta muchos m¨¢s recelos: ?debe la ONU contar, no ya con este tipo de fuerzas alertadas, sino con un aut¨¦ntico peque?o ej¨¦rcito profesional creado a prop¨®sito?
Tres norteamericanos especialistas en temas de defensa -el vicealmirante John Lee, el diplom¨¢tico Robert von Pagenhart y el vicepresidente de la Asociaci¨®n de Naciones Unidas, Timothy Stanley- as¨ª lo creen. La Carta de la ONU permite imponer o hacer respetar la paz mediante el uso de la fuerza y no hay nada, afirman, que impida la creaci¨®n de esta "legi¨®n" -es el nombre que proponen- expresamente reclutada y entrenada y a disposici¨®n del Consejo de Seguridad. Las fuerzas de la ONU podr¨ªan limitarse a tres brigadas y costar¨ªan unos cuatrocientos millones de d¨®lares anuales. Tal legi¨®n actuar¨ªa como una aut¨¦ntica fuerza de choque de la comunidad internacional.
Los defensores de esta legi¨®n niegan que pueda ser considerada como un ej¨¦rcito mercenario. De hecho, afirman, nadie acusa de mercenarios a los soldados y oficiales de pa¨ªses como Bangladesh, Pakist¨¢n o Fiji, que se ofrecen permanentemente para misiones de la ONU, cuando todo el mundo sabe que uno de sus motivos es la superior paga que reciben. "El sueldo que da la. ONU a un casco azul", confirma un militar espa?ol, "es inferior al que reciben los militares de cualquier pa¨ªs europeo, pero muy superior al que cobran los oficiales de pa¨ªses subdesarrollados". De hecho, en el caso espa?ol, el Gobierno ha decidido mantener el sueldo a los mandos y tropa destinados en misiones de la ONU y considerar las cantidades facilitadas por el organismo internacional como simples dietas.
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