"Habr¨ªa pagado por tener una cara normal"
YOKO TAIRA BAILARINA
Los suaves rasgos orientales contradicen a una melena rizada que cae desde m¨¢s de 1,70 metros de estatura. Con aploma, pero sin gestos ceremoniosos,, su conversaci¨®n fluye en un castellano muy ajeno al de las academias de idiomas. Un leve deje asturiano marca el final de sus frases. Y, sin embargo, parece japonesa. Su desparpajo con el castellano derriba todas las barreras cuando alguien quiere hablarle con simplezas como si fuera una ni?a o una extranjera. "Claro; es mi lengua materna. Pero me han llegado a preguntar: '?D¨®nde has aprendido a hablar tan bien?".
Shu Taira era en 1969 un actor japon¨¦s perdidamente enamorado de una abogada de Oviedo. Se cas¨® con ella en tres meses por se?as, pues ninguno ten¨ªa una lengua en com¨²n. Como Jap¨®n no le sentaba bien a la, joven esposa -"es que no lo aguant¨®, vamos" -su padre tuvo que fundar una de las primeras acedemias de yudo en la capital asturiana. All¨ª naci¨® Yoko, el segundo reto?o de la pareja, hace 21 a?os.
"En el colegio, en Oviedo, me llamaban la China; creo que desde entonces sigo siendo una persona introvertida" recuerda Yoko Taira, solista de la Compa?¨ªa Nacional de Danza que dirige Nacho Duato. "Tal vez de peque?a habr¨ªa pagado por, poder tener una cara normal, pero ahora no". Cree que a, en Madrid, donde vive desde hace seis a?os, la gente la mira cuando pasea. "Y no son simples, miradas de curiosidad".
Crueldad infantil
Mientras tuerce la boca en un gesto de repugnacia hacia la crueldad infantil en el colegio, rememora cuando empez¨® a bailar, a los cuatro a?os, y cambi¨® su mundo. En las academias de su ciudad provinciana aprendi¨® sola todos los pasos posibles. Ahora baila en grupo. "No sorporto a los racistas. A veces le digo a un bailar¨ªn negro 'vete con cuidado que puede haber alg¨²n problema'. A otro compa?ero africano le golpearon unos ultras".
La oportunidad de estudiar danza en Montecarlo se le present¨® a los 13 a?os, pero su madre se resist¨ªa a separarse de ella. "Se me cay¨® el mundo a los pies, yo s¨®lo pensaba en bailar". Al final, lleg¨® a Madrid para estudiar ballet, y aqu¨ª se apresur¨® a ser adulta. Con 15 a?os reci¨¦n cumplidos, era la chica m¨¢s joven de una residencia universitaria.
"Los rasgos siempre me han condicionado, y me obligan a mantener este car¨¢cter introvertido. Tengo la impresi¨®n de que no puedo hacer cosas que hace el resto de la gente, y no es s¨®lo por miedo al rid¨ªculo. Siempre me siento observada". Oculta su timidez tras una m¨¢scara de aplomo, pero su frialdad se rompe, por ejemplo, cuando est¨¢ a punto de derramar un vaso de agua.
Yoko asegura que no se arredra ante los tropiezos: "Seguir¨¦ bailando hasta los 30 a?os, hay quien sigue mucho m¨¢s tiempo en la profesi¨®n, a pesar de las siete horas diarias de ensayo". Hace poco que Nacho Duato la convirti¨® en solista de la Compa?¨ªa Nacional de Danza. "Para m¨ª, el baile es lo ¨²nico, lo m¨¢s importante. Si no fuera as¨ª, ?c¨®mo podr¨ªa aguantar esta vida?".
"No puedo andar tranquila"
"Entre la gente del ballet nunca me he sentido discriminada". El ambiente multirracial del espect¨¢culo es su ciudad. Y el centro de Madrid. "En el mundo en el que yo vivo la gente es distinta, pero por la calle voy preocupada, no puedo andar tranquila: no soy ni japonesa ni espa?ola". "Lo que m¨¢s me molesta es el que dice que no es racista y en el fondo lo es".
Curiosamente, los aduaneros espa?oles no se sorprenden cuando les exhibe el pasaporte. Pero s¨ª los japoneses: "Cuando acababa de llegar a Tokio con la compa?¨ªa de danza me hablaban directamente en japon¨¦s; as¨ª que tuve que aprender a decir que no conoc¨ªa el idioma". Yoko no cree que pudiese vivir en Jap¨®n, donde su soltura occidental chocar¨ªa con la rigidez que la sociedad nipona impone a las mujeres.
Entre pasos de danza y representaciones, Yoko piensa que no se siente rechazada por sus rasgos orientales. "S¨ª que noto el racismo entre los espa?oles, sobre todo con los gitanos, con los negros". Pero no se olvida de las miradas de soslayo de la familia de una muchacha a la que cortejaba su hermano. Como ella, una persona con una dulce mirada oblicua.
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