Una desigual versi¨®n de 'Rigoletto' abre el festival de Macerata
El certamen italiano ha estado dominado hasta hace pocos a?os por la Caball¨¦
Dominada hasta hace pocos a?os por la fuerte personalidad de Montserrat Caball¨¦, la nueva etapa del Festival de Macerata, una peque?a localidad de la costa adri¨¢tica italiana, sigue la tradici¨®n de los t¨ªtulos populares oper¨ªsticos, tratados con la ambici¨®n de una gran calidad musical y esc¨¦nica, e incluso con una pizca de experimentaci¨®n. o vanguardismo. Pero el Rigoletto que ha inaugurado la presente temporada del festival no ha estado, en cambio, a la altura de lo esperado.
Renato Bruson, Gustav Kuhn y Josef Svoboda son grandes figuras para los aficionados a la l¨ªrica. Con su voz no muy potente, pero de timbre privilegiado, y su musicalidad indiscutible, el veron¨¦s Bruson sigue siendo probablemente el bar¨ªtono m¨¢s interesante que pisa los escenarios de ¨®pera. Kuhn, salzsburgu¨¦s, alumno de Maderna y de Von Karajan, es ya un nombre destacado en el elitista mercado teatral y discogr¨¢fico de la direcci¨®n de orquesta, pero tambi¨¦n una promesa con grandes posibilidades de llegar a reinar en alguna de las capitales de la l¨ªrica, como Mil¨¢n o Viena. El checo Svoboda, fundador de La Linterna M¨¢gica de Praga, es un nombre indudable para la historia del teatro de este siglo y un escen¨®grafo de ¨®pera aplaudido en Bayreuth, en Par¨ªs, en el Covent Garden de Londres y en otros teatros de Europa.Los tres, apoyados por colaboradoras estelares como las sopranos Giusy Devinu y Mariella Devia, se han hecho cargo de las tres ¨²ltimas ediciones del festival de Macerata, una manifestaci¨®n oper¨ªstica estival dominada hasta hace pocos a?os por la fuerte personalidad de Montserrat Caball¨¦. La nueva etapa del ciclo l¨ªrico al aire libre de esta peque?a localidad que se alza sobre la costa adri¨¢tica italiana sigue la tradici¨®n de los t¨ªtulos populares -Rigoletto y Lucia de Lammermor este a?o; el pasado, La Traviata y La sonambula-, pero tratados con la ambici¨®n de una gran calidad musical y esc¨¦nica, e incluso con una pizca de experimentaci¨®n o vanguardismo, siempre m¨¢s f¨¢ciles con una peque?a estructura administrativa y un presupuesto aparentemente generoso, como el de Macerata.
Diez a?os despu¨¦s
Tales ambiciones se realizaron plenamente con La Traviata del a?o pasado, una fascinante versi¨®n del drama verdiano reflejada en mil espejos, que fue recientemente repuesta en el recinto cerrado de la ¨®pera de Roma. No ha estado, en cambio, a la altura de lo esperado el Rigoletto que ha inaugurado la presente temporada, pese a que ha servido de oportunidad para que Renato Bruson retome un papel que hab¨ªa interpretado por ¨²ltima vez hace 10 a?os, bajo la direcci¨®n de Riccardo Muti, en Viena.El primer motivo de la desilusi¨®n hay que buscarlo, sin embargo, en la parte esc¨¦nica. Svoboda ha concebido para este Rigoletto siete imponentes estructuras en forma de arquitrabes cl¨¢sicos que se desplazan silenciosamente sobre ese mostruo cinemasc¨®pico que es el escenario de Macerata, con sus m¨¢s de noventa metros de anchura cerrados por un muro de ladrillo que apenas alcanza los siete metros de altura.
Cada estructura representa esquem¨¢ticamente un escenario de la obra -el palacio del duque de Mantua, la casa de Gilda, la taberna de Sparafucile-, y dos de ellas, durante la fiesta del primer cuadro, alojan a sendos conjuntos de viento y cuerda, que crearon una confusi¨®n notable con la m¨²sica que desde el foso lanzaba la orquesta.
Es verdad que la iluminaci¨®n de la funci¨®n inaugural hubo de ser alterada por exigencias de una grabaci¨®n televisiva. Pero ese dato, que motiv¨® protestas de Svoboda, no parece suficiente para evitar la conclusi¨®n de que la magia checa no ha funcionado esta vez en Macerata. Por su parte, Henning Brockhaus, director alem¨¢n bien conocido en el Th¨¦?tre de l'Europe, se limita a ilustrar el libreto con una puesta en escena uniforme y est¨¢tica. Y el juego teatral s¨®lo adquiere sentido cuando, a medida que la representaci¨®n avanza y las estructuras de Svoboda pierden toda eficacia significante, viene a subrayar un inmenso vac¨ªo esc¨¦nico en el que se dibujan la figuras abrazadas de Bruson y Devinu, que, como Rigoletto y Gilda, cantan sin reposo.
Poco que objetar a la calidad vocal de la representaci¨®n, ya que, junto al protagonista, la soprano Devinu exhibi¨® un repertorio de efectos musicales -pian¨ªsimos, tr¨¦molos, filados- que la est¨¢n convirtiendo en un personaje indiscutible de la l¨ªrica pese a que carece de un centro de voz claro. Incluso Claudio di Segni, un tenor romano de 43 a?os, hizo un Duca de voz limpia. y muy apreciable para lo que se oye en estos tiempos. Pero todo ello no implica que musicalmente el espect¨¢culo fuera satisfactorio.
Tempo arbitrario
Gustav Kuhn impuso un tempo arbitrario, de una lentitud interminable en los adagios y una celeridad caprichosa en cabaletas y alegros, poniendo en peligro la din¨¢mica del conjunto. La moderaci¨®n de los tiempos favorece los despliegues vocales, pero llevada al exceso, como en este caso, rompe toda tensi¨®n dram¨¢tica. Ello fue grave en un Rigoletto que se pretend¨ªa cl¨¢sico, en la medida en que Kulin se atuvo a la partitura original de Giuseppe Verdi, y suprimi¨® m¨¢s de una docena de agudos incorporados por la tradici¨®n, con la venia del propio Verdi. Entre otros, el de la Maledizione final o el de La Donna ¨¦ mobile, que han hecho saltar del asiento a tantas generaciones de oper¨®manos.Cualquiera es susceptible de equivocarse, y no es ¨¦ste el primer caso en el que una colaboraci¨®n entre grandes nombres da lugar a un resultado decepcionante. Pero queda en el aire la duda inc¨®moda de si la causa de esta decepci¨®n no es que los tres principales responsables de la funci¨®n hayan podido caer en las redes de sus respectivos narcisismos, principal obst¨¢culo para la comunicaci¨®n entre artistas y con el p¨²blico.
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