Divismo suicida
Sobre el papel -un penetrante relato de Sclinitzler y un competent¨ªsimo gui¨®n de Carri¨¨re- El regreso de Casanova reun¨ªa las condiciones que necesita un proyecto de pel¨ªcula para resultar magn¨ªfico, incluso excepcional. Hasta las peculiaridades del director Niermans -cineasta solvente y sin petulantes pretensiones de autor¨ªa, con don de transparencia y esa combinaci¨®n de buen oficio y de sagacidad que un director necesita para percatarse de la calidad de la escritura y visualizarla con talento- contribu¨ªan a alentar esta esperanza.Pero un actor divo -engolado hasta l¨ªmites casi c¨®micos- de la especie de Alain DeIon, cuando encima es el productor del filme, el director encubierto del reparto, y se comporta como un desp¨®tico mandam¨¢s en el rodaje -pues hubo muchas escenas que dirigi¨® ¨¦l personalmente y supervis¨® con lupa su look personal en cada r¨¦plica-, puede con su exceso de vanidad dar al traste con el buen destino de una pel¨ªcula que sin duda lo ten¨ªa.
El regreso de Casanova
Direcci¨®n: Edouard Niermans. Gui¨®n: Jean-Claude Carri¨¦re, seg¨²n la novela de Arthur Scl¨ªnitzler. Fotograf¨ªa: J. Penzer. M¨²sica: M. Portal y B. Coulais. Francia, 1992. Int¨¦rpretes: Alain Delon, Fabrice Luchini, Elsa, Alain Cuny. Estreno en Madrid: Amaya.
El filme, que se estren¨® el a?o pasado en Cannes con ¨ªnfulas de favorito, no s¨®lo no logr¨® -pese a la descarada presi¨®n de algunos medios sobre el jurado y los cr¨ªticos- meterse en la lista de premios final, sino que provoc¨® rechifias del respetable durante las proyecciones, que rubricaron al final algunos pateadores. Esto debi¨® escamar a Delon y le aconsej¨® eludir la prueba, a veces dificil de superar, de la conferencia ante los periodistas acreditados en este duro festival. Delon se escabull¨® como una anguila por la puerta trasera y no acudi¨®, como hacen todos, a dar la cara por su pel¨ªcula.
La historia del primer gran fracaso del infalible salteador de alcobas Giacomo Casanova, narrada por Sclinitzler, Carri¨¨re y Niermans, es un asunto apasionante y cre¨ªble. Pero interpretado por Delon no hay quien se lo crea, pues su composici¨®n del personaje sigue tan al pie de la letra y de manera tan desquiciada la ley de la estrella que resulta inconcebible que este guap¨ªsimo gal¨¢n oto?al, un figur¨ªn de concurso, al final no se lleve a la chica al huerto y tenga que acudir a tretas de libertino feo para vulnerar su cama.
Fin (dram¨¢tico) y medio (interpretativo) entran as¨ª en colisi¨®n y el precipitado resultante de esta contradicci¨®n es intragable, pese a la notable calidad de la historia y a lo correctamente armada y visualizada que est¨¢. El divismo de Delon erosiona su pel¨ªcula y lo que pudo ser -si el actor hubiera tenido el coraje y la humildad, es lo mismo, de afrontar la composici¨®n de un verdadero Casanova en el ocaso, como hizo Marcello Mastroianni en La noche de Varennes, por ejemplo- tina obra magistral se queda en, una aceptable pel¨ªcula, de las que se ven bien y punto, pues est¨¢ al servicio, m¨¢s que del relato y de su receptor natural, el espectador, del ego, por lo visto insaciable, de este megal¨®mano actor y contradictorio productor, capaz de da?ar irreparablemente su producto con tal de que ¨¦ste le halague a ¨¦l.
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