La derecha
Podemos preguntarnos inicialmente por el aspecto m¨¢s sorprendente del resultado electoral: la victoria de la izquierda en unas condiciones infernales.Si la derecha no ha ganado ahora, con tres devaluaciones de la peseta en ocho meses, la ¨²ltima en plena campa?a; determinada prensa y radios de Madrid (y algunos medios de Catalu?a) desencadenados todos en la mayor profusi¨®n de "malas noticias" y denuncias de corruptelas de nuestra historia democr¨¢tica; el desempleo subiendo de forma alarmante; las elecciones francesas e italianas mostrando aut¨¦nticos desastres del socialismo...
Si la derecha no ha ganado ahora, podemos preguntarnos, ?cu¨¢ndo ganar¨¢?
Podr¨ªamos contestar que la derecha ganar¨¢ cuando haya construido una aut¨¦ntica alianza a nivel de Estado, que no sea sospechosa de inestabilidad y contradicciones internas. Es decir, estar¨¢ entonces en condiciones de plantearse una lucha por la victoria que no se base s¨®lo en los errores ajenos sino en su propia oferta pol¨ªtica.
Esta reflexi¨®n nos conducir¨¢ a las condiciones en que probablemente se producir¨¢n los cambios que han de venir en Espa?a, tanto en la derecha como en la izquierda.
Tambi¨¦n nos permitir¨¢ conectar con el debate actual en Europa, que es el de la crisis de la gobernabilidad, la crisis de confianza de los ciudadanos no ya en sus gobernantes sino en sus propios parlamentos, expresada en refer¨¦ndums contrarios a los votos mayoritarios de los diputados y, por supuesto, en los baj¨ªsimos ratings de aceptaci¨®n de los pol¨ªticos en general (Major tiene entre el 16 y el 18% de aprobaci¨®n y Mulroney baj¨® hasta el 12% y tuvo que dejarlo).
Empecemos por la derecha. ?Qu¨¦ quiere decir una s¨®lida alianza de las derechas espa?olas? Quiere decir algo muy dif¨ªcil de obtener, a saber, una mutua aceptaci¨®n de los poderes relativos de unos y otros, centro y periferia, sectores agrarios, manufactureros y terciarios, etc¨¦tera.
La mutua aceptaci¨®n entre la CiU de Jordi Pujol y Josep Antoni Duran, por un lado, y el PP por otro, requiere que se le d¨¦ a Pujol lo que siempre ha querido en realidad, antes que el propio poder pol¨ªtico en Espa?a: el poder social, el econ¨®mico. Es decir, una parte significativa de ese poder.
A veces parece que el nacionalismo conservador cambiar¨ªa diez ministerios por un banco.
Desde 1962 ha pretendido esto m¨¢s que cualquier otra cosa.
Desinteresado por (m¨¢s que contrario a) una pol¨ªtica espa?ola que ten¨ªa que extraer su maleficio de alguna causa, e identificada marxianamente esa causa con la potencia econ¨®mica de los sectores que estaban detr¨¢s del Estado dictatorial, Pujol se dedic¨® a "hacer pa¨ªs", es decir, a crear lo que ¨¦l juzgaba las bases de una respuesta -que alg¨²n d¨ªa quiz¨¢s llegar¨ªa a ser pol¨ªtica, pero que ante todo deb¨ªa ser cultural (la Enciclopedia, la Universidad paralela) y econ¨®mica (la banca).
Tanto es as¨ª que cuando lleg¨® la hora de "hacer pol¨ªtica", le pill¨® desprevenido. Hab¨ªa estado ausente durante una d¨¦cada y media de la pol¨ªtica-pol¨ªtica (Consell de Forces Pol¨ªtiques de Catalunya, Caputxinada, Assamblea de Catalunya, etc¨¦tera) y al final defendi¨® ingenuamente el Consejo General qe propon¨ªa nuestro com¨²n amigo Mayor Zaragoza cuando la izquierda ya ped¨ªa (y consegu¨ªa) el retorno de Josep Tarradellas y la reinstauraci¨®n provisional de la Generalitat.
No ser¨ªa justo no mencionar el affaire Banca Catalana. En las actitudes de Pujol esto cuenta mucho. Y con raz¨®n. Los socialistas nos equivocamos.
?l se equivoc¨® primero, llevando la Banca Catalana a una situaci¨®n imposible, pero nosotros deber¨ªamos haber impedido que esto se mezclara con el honor de Catalu?a y tambi¨¦n que muchos catalanes se sintieran ofendidos por el Estado.
Lo malo -volviendo al tema- es que ahora el resto de la derecha espa?ola tiene ya muy poco que ofrecer social y econ¨®micamente a la derecha catalana, en una econom¨ªa internacionalizada en los mercados de producto y, a¨²n peor, en los de capital. Con J. P. Morgan en el Banesto y la industria qu¨ªmica tal como la dej¨® Javier de la Rosa, lo mejor que puede hacer Pujol, y lo est¨¢ haciendo (y lo hace bien) es entenderse con los amigos alemanes (el Deutsche Bank, los poderosos L?nder) y los amigos japoneses.
Todo lo dem¨¢s, econ¨®micamente hablando, lo est¨¢ haciendo mal: la obsesi¨®n por oponer la alternativa de un gran parque l¨²dico a los Juegos Ol¨ªmpicos, la alianza y alabanza de Javier de la Rosa como prototipo del nuevo capitalismo catal¨¢n, el Institut Catal¨¤ de Finances en los Tribunales, los Casinos, los "Consellers", las aventuras en prensa...
En estas condiciones, sin embargo, y parad¨®jicamente, la derecha catalana de Pujol y Duran ha aparecido crecientemente, merced a una lectura err¨®nea de los resultados electorales, como la ¨²nica derecha que le pod¨ªa realmente al socialismo y a la izquierda.
Lectura err¨®nea que La Vanguardia del domingo 13 de junio desenmascar¨®: perdiendo en 1993 frente al PSC, CiU ha obtenido casi tantos votos como obteniendo mayor¨ªa absoluta en las auton¨®micas de 1992.
As¨ª se demostraba que CiU est¨¢ en su techo y que si los ciudadanos votan m¨¢s, CiU pierde. S¨®lo una alianza anti-socialista a la desesperada puede entonces salvar a CiU de lo que Pujol desea menos que nada: la alianza con los socialistas. Y lo ha intentado, pero sin resultado.
Una alianza de esas caracter¨ªsticas no convence por supuesto ni a IU ni al PP.
Pero que nadie se enga?e: es el aut¨¦ntico pensamiento de la CiU de Pujol.
De su firma es un art¨ªculo del a?o 1966 ¨® 1967, si no me equivoco, que en la revista Serra d'Or abogaba por un pacto nacionalista-comunista contra los "partidos estatales" (DC y PS) en el Valle de Aosta (en aquel entonces no se pod¨ªa hablar m¨¢s que por referencias exteriores). Y desde entonces ha acentuado su alergia al socialismo m¨¢s que al partido conservador espa?ol.
Miquel Roca es otra cosa. Desea sinceramente la gobernabilidad de la nueva Espa?a diversa y plural.
Pero, como me dec¨ªa recientemente alguien que conoce muy bien a los dos: contra lo que todo el mundo imagina, el aut¨¦ntico idealista es Roca (idealista hasta el colmo de repetir los mismos errores una y otra vez) y el aut¨¦ntico pol¨ªtico -en el sentido m¨¢s cr¨ªtico de la palabra- es Pujol.
Ahora deber¨¢n hacer ellos tambi¨¦n "su cambio", solos o con el resto de la derecha espa?ola -versi¨®n Pujol- o con los socialistas -versi¨®n Roca-.
En el primer caso no les queda m¨¢s remedio que intentar liderar algo que a Pujol nunca le ha interesado y a los diversos regionalismos de derecha menos a¨²n: la vertebraci¨®n de la derecha espa?ola.
1) En torno a una filosof¨ªa pol¨ªtica respetuosa de la variedad y pluralidad del pa¨ªs, pero con un proyecto com¨²n (en el reparo tanto del poder, de asuntos como los recursos hidr¨¢ulicos y del dinero p¨²blico).
2) En torno a una determinada pol¨ªtica europea (que les va a enfrentar seriamente, sobre todo por el rol de las regiones).
3) En torno al reparto hipot¨¦tico de la tarta econ¨®mica espa?ola, que tal como est¨¢n las cosas, ser¨ªa sobre todo -en un escenario de derecha- el que pudiera dar de s¨ª un proceso de privatizaci¨®n a ultranza de las empresas p¨²blicas, mixtas o concesionarias exitosas (Endesa, Gas Natural, Repsol, Telef¨®nica, Autopistas, Tabacalera, etc¨¦tera...).
Todo esto es muy dif¨ªcil. M¨¢s les vale, como proponen Roca y Serra, tratar de ser fieles a la tradici¨®n hist¨®rica que quiere que la derecha catalana est¨¦ m¨¢s centrada que la espa?ola: tanto, que tenga que aliarse con la izquierda.
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