Nacionalismo y dinast¨ªa
El autor considera necesario, e incluso urgente, romper los prejuicios que los espa?oles tienen sobre Marruecos y analizar qu¨¦ es este vecino y qu¨¦ proceso se desarrolla en ¨¦l. En este primer cap¨ªtulo analiza las especiales caracter¨ªsticas del nacionalismo marroqu¨ª.
En nuestra historia contempor¨¢nea, a partir al menos de 1860, ,Marruecos se ha presentado a los espa?oles como un espejo deformante de nuestras ambiciones y de las carencias de nuestro cuerpo pol¨ªtico. Ha aparecido, en efecto como dato ineludible e inmediato de nuestra acci¨®n internacional; como imperativo compensatorio de la debilidad de la p¨¦rdida de la margen norte del Estrecho; como ocasi¨®n y escenario para la recuperaci¨®n de un protagonismo internacional que hab¨ªa de acompa?ar a la regeneraci¨®n nacional; como c¨¢ncer del sistema pol¨ªtico de la monarqu¨ªa alfonsina; siempre como escenario de una eventual ruptura de equilibrios en una zona esencial para nuestra seguridad; peri¨®dicamente, como eventual amenaza a la integridad nacional; siempre como el que, estando pr¨®ximo, es el otro; recientemente como amplificaci¨®n de la indefensi¨®n y desconcierto exterior producido por el ¨²ltimo r¨¦gimen autoritario, Marcha Verde y acuerdos de Madrid. Cuando algo nos refleja en lo que pudimos ser, en lo que no fuimos, es m¨¢s dificil el an¨¢lisis objetivo, suficiente, y tambi¨¦n el c¨¢lculo, ti?endo la reflexi¨®n, haciendo selectivos los enfoques, sembrando semillas de posibles futuros errores, sedimentando los prejuicios. Julia Kristeva ha incidido en c¨®mo la imagen del otro determina el peso de unas propensiones -Extranjeros para nosotros mismos (1991)--Pero ya antes, un europeo de nacimiento y formaci¨®n norteafricana, Albert Camus, encontraba en el otro, y en las distintas versiones del otro, la base de la moral.No obstante, si la conciencia de los prejuicios respectivos -de una y otra parte del Estrecho- es bastante general, pocos se han detenido a desmontarlos. Entre nosotros, en una tarea muy pedag¨®gica, Juan Goytisolo.
Ocurre, no obstante, que es necesario, y a¨²n pod¨ªa ser urgente, que captemos con suficiente claridad qu¨¦ es nuestro vecino y qu¨¦ proceso se desarrolla en ¨¦l; puesto que, por proximidad geogr¨¢fica y por el car¨¢cter de nuestras relaciones, ello pueda afectamos. Dos palabras, pues, en estos art¨ªculos sobre la caracter¨ªstica del nacionalismo marroqu¨ª y sobre la direcci¨®n, atajos y tambi¨¦n desv¨ªos, de su proceso de modernizaci¨®n pol¨ªtica.
Luego, a la vista de lo que parezca, unas escuetas orientaciones para nuestra acci¨®n.
El nacionalismo es la referencia esencial de todos los pa¨ªses que emergen a la sociedad internacional en el proceso de descolonizaci¨®n. Legitima e impulsa a las sociedades que abordan la dificil meta de preservar lo propio, adoptando e integrando las t¨¦cnicas y pensamiento de comunidades m¨¢s avanzadas t¨¦cnica y cient¨ªficamente. Defender lo propio e incorporar el armamento frente al mundo -t¨¦cnica- constituye el proceso de modernizaci¨®n. Suprimir lo aut¨®ctono para conseguir la asimilaci¨®n es la caracter¨ªstica de la conducta mim¨¦tica, objetivo y consecuencia de la acci¨®n del imperialismo cultural.
El nacionalismo de los nuevos pa¨ªses posee su propia, din¨¢mica y est¨¢ pose¨ªdo de una fuerza expansiva que puede conducir a la oposici¨®n radicalizada frente al Primer Mundo y a conflictos internacionales con los contiguos. Se puede resumir que en la medida en que un nacionalismo se basa en claras ra¨ªces naturales, es decir, en la medida enque tiene historia, la capacidad de ruptura de su impulso encuentra cauces de ajuste.
Frente al aplastamiento cultural colonial aparece un nacionalismo de definici¨®n ¨¦tica y de pretensi¨®n de aplicaci¨®n general, universal, quese esfuerza en romper la dominaci¨®n ajena; primero en el plano moral y cultural. Sartre, comentando la obra de Franz Fanon, conclu¨ªa que los rebeldes no se alzaban en nombre de una comunidad concreta, sino como actores de una nueva ¨¦poca y paladines de una moral in¨¦dita. No se sent¨ªan especialmente como dahomeyanos o cameruneses, escrib¨ªa, sino excluidos del teatro universal, como malditos de la tierra.
En Marruecos se extiende desde el destierro del sult¨¢n Mohamed V hasta, quiz¨¢, finales de los sesenta esta ideolog¨ªa ex colonial.. Rabat participa, incluso, en el esfuerzo ?te los radicales, en el Grupo de Casablanca. El movimiento nacionalista alimenta a. las primeras formaciones -Istiq1al, luego UNFP, etc¨¦teray, en ¨¦l hay una lectura anticolonial general. Pero en el naciorialismo marroqu¨ª hay elementos que podr¨ªamos denominar cl¨¢sicos, irreductibles a un plantearaiento moralista abstracto. Es decir, hay historia concreta, historia nacional. Y estructuras definidas desde hace mucho por la unidad pol¨ªtica, el Estado.
Marruecos tiene una historia como Estado -con sus deb,llidades, ausencias, confusi¨®n, tendencia a la protecci¨®n- que se puede seguir desde, al menos, el siglo XVIII. Es un sujeto internacional, a veces disminuido, otras tensionado interiormente, desde aquella ¨¦poca. Cuando, por ejemplo, Benjamin Franklin desempe?aba su misi¨®n en Par¨ªs, ¨¦l sab¨ªa lo que Marruecos era. Estados Unidos, que tuvo una temprana Pol¨ªtica en el Mediterr¨¢neo, apoyado en la lucha contra el corso, consider¨® pronto a Fez, luego a T¨¢nger y Fez, centros de un poder pol¨ªtico en forma de Estado.
Marruecos, ¨²nico pa¨ªs norteafricano en el que no se instal¨® el poder otomano, qued¨® libre de la tendencia a la fragmentaci¨®n que los turcos favorec¨ªan por el car¨¢cter de su civilizaci¨®n y como m¨¦todo de dominaci¨®n.
Esta realidad hist¨®rica nacional marroqu¨ª encuadra el impulso general del nacionalismo general, universalista y eticista anticolonial. Marruecos ha conducido muchos de sus temas contenciosos -por t¨¢ctica y por mentalidad- como asuntos territoriales e hist¨®ricos, no como aplicaci¨®n (le un mandato moral descolortizador.
El soberano marroqu¨ª, uno de los motoires de la realidad nacional, alega tres legitimildades. En primer lugar, la religiosa como descendiente del Profeta y la que tiene quien convoca a la oraci¨®n, Emir al Muminin. Luego, la din¨¢stica, la alaulta. Actualizadas por la legitimidad carism¨¢tica o de ejercicio: fijaci¨®n en el sult¨¢n Mohamed V la referencia en la pugna por la independencia; labor de su hijo en la construcci¨®n del Estado moderno.
La especial relaci¨®n entre el poder temporal y el de gu¨ªa religioso es la consecuencia, y la causa, de una mayor autonom¨ªa de la pol¨ªtica dentro del complejo isl¨¢mico en que la diferencia entre lo civil y lo religioso nunca es clara como en Occidente.
La comunidad isl¨¢mica, la Umma, no distingue f¨¢cilmente los dos ¨¢mbitos. En Occidente la diferencia de la raz¨®n pol¨ªtica de la visi¨®n teol¨®gica apunta pronto en la sociedad cristiana, es clara ya en el siglo XIV y se racionaliza desde Maquiavelo. En el Islam en ning¨²n momento es tan decisiva e identificable. Pero en Marruecos, por rito sun¨ª y por escuela predominante, hay un mayor deslinde, coincidiendo en la doble funci¨®n del rey. Igual que la institucionalizaci¨®n de las autoridades religiosas, en especial de los ulemas crea una gran conexi¨®n entre doctrina religiosa y autoridad pol¨ªtica. Los ulemas fueron utilizados por la residencia francesa -es el caso de la designaci¨®n de Ben Arafa- y luego controlados por palacio.
Esta relativa modernizaci¨®n pol¨ªtica, un Estado y m¨¢s antiguo que en otros pa¨ªses ¨¢rabes, y esta conexi¨®n con el poder constituye unos datos que tienen sus efectos en la mayor complejidad, si no mayor resistencia, a la lectura m¨¢s asamblearla del fundamentalismo. Veremos c¨®mo ¨¦ste es uno de los temas que necesitan ser entendidos por los europeos, y cuyo avance constituye el mayor riesgo de cambio r¨¢pido y no ordenado. No es que Marruecos est¨¦ inmune a la lectura y a la acci¨®n radical que pretende instaurar en su radicalidad una visi¨®n cor¨¢nica. Hay organizaciones, como Al-Adl wallhsan (Justicia y Beneficencia) en torno a Cheik Yassine, de dificil control. Y cofrad¨ªas importantes abiertas a estos grupos. La colaboraci¨®n gubernamental con Argel para cerrar el paso al FIS es conocida; pero lo que pasa en las medinas y en el campo puede presentar sorpresas. Como en todos los casos este fundamentalismo horizontal, en la denominaci¨®n de Gilles Kepel, es decir, no de toma del poder, a diferencia del FIS y de Ir¨¢n, sino de extensi¨®n en capas, ser¨¢ favorecido si fracasan los modelos de desarrollo modernizadores. 0 no rebasar¨¢n la rica interacci¨®n religiosa tradicional en el Islam, si Marruecos puede arrancar hacia el desarrollo.
El poder din¨¢stico ha superado crisis, tal vez la mayor a finales de los a?os sesenta y en 1970 y 1971 (atentados e intento de golpe en Skirat y sobre Tetu¨¢n). En cuanto al ejercicio del poder por el rey, est¨¢ ligado a los avatares de la construcci¨®n de una sociedad pol¨ªtica parcialmente orientada a la modernizaci¨®n, en la que los actores visibles son el soberano y los partidos.
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