Los riesgos de la ONU
No hay raz¨®n para ocultarlo: en la antigua Yugoslavia, en Camboya y en Somalia, la ONU corre el riesgo de ver su crucial e insustituible papel puesto en entredicho por una serie de operaciones insuficientemente meditadas. Tenemos que actuar con rapidez para corregir los fallos en la preparaci¨®n, antes de que otros errores puedan inducir a la opini¨®n p¨²blica y a las autoridades a buscar soluciones fuera de la ONU, que, es importante se?alar, ser¨ªan ilusorias y peligrosas.Los recientes acontecimientos en Somalia me han llevado a hacer estas reflexiones, pero lo que est¨¢ en juego es el futuro de la ONU, y la voluntad y la habilidad de los Gobiernos nacionales (sobre todo los que tienen una mayor importancia objetiva) a la hora de identificar los medios para la creaci¨®n de un nuevo orden mundial.
No podemos sino apoyar las misiones de paz y humanitarias. Estos pa¨ªses se ven aquejados por graves crisis, y son incapaces de encontrar una soluci¨®n por sus propios medios. Sus tragedias mueven a la compasi¨®n y a la solidaridad. Como debe ser. Pero en el pasado se han empleado con demasiada frecuencia medios inadecuados para lograr nobles objetivos humanitarios y organizar misiones de paz.
Una cosa es escoltar un convoy de ayuda humanitaria y protegerlo frente a ataques irracionales, y otra muy distinta abrirse paso a la fuerza, barriendo todo lo que se interponga en el camino. De modo que lo primero que hay que hacer es enunciar claramente, en cada ocasi¨®n, los l¨ªmites del mandato colectivo confiado a las fuerzas de la ONU. Y garantizar que las fuerzas y medios de que dispone la organizaci¨®n son coherentes con ese mandato. Soy consciente de que no hay ninguna garant¨ªa de que este tipo de acci¨®n se ejecute de forma pac¨ªfica, pero no puedes resolver un problema disparando contra ¨¦l.
Leo en The Economist que no existe el personal perfecto, ni las t¨¢cticas o las operaciones perfectas", que "no hay por qu¨¦ exagerar la importancia de matanzas como la de Mogadiscio", y que si "alguien sufrir¨¢ p¨¦rdidas hoy, a otros les tocar¨¢ ma?ana, pero esto es inevitable si deseamos imponer orden en el mund¨®". No estoy de acuerdo. Son estereotipos de los restos de una vieja mentalidad que resurge. Es sorprendente ver que, tras los amargos acontecimientos que ya han agitado a la comunidad intemacional en este corto periodo de posguerra fr¨ªa, todav¨ªa hay gente que no entiende que, al final, el uso de la fuerza no beneficia a nadie. Debemos reconocer que los instrumentos de la guerra fr¨ªa ya no sirven y que cada muerte deja una cicatriz indeleble y obstaculiza cualquier intento posterior de reconciliaci¨®n.
No me opongo al uso de la fuerza cuando es necesario. Pero s¨ª me opongo al uso de la fuerza como instrumento b¨¢sico, como ¨²nico recurso. Hay una serie de procedimientos que deben respetarse escrupulosamente. Primero, declaraciones y advertencias pol¨ªticas, luego decisiones adoptadas por organismos intemacionales reconocidos, ya se trate del Consejo de Seguridad o de una organizaci¨®n regional supranacional, seguidas de sanciones diplom¨¢ticas y econ¨®micas, y por ¨²ltimo el bloqueo total. Todas estas medidas son posibles y deben ser adoptadas. ?Qu¨¦ raz¨®n hay para alzar autom¨¢ticamente el palo?
Y que no me digan que esto es moralismo. Es el colmo del realismo. Entre otras muchas razones, porque no siempre se puede usar el palo (Clinton pudo comprobarlo por s¨ª mismo en la ex Yugoslavia), o porque cuando se recurre a ¨¦l a menudo no sirve de nada. ?Cu¨¢ndo ha servido para algo la fuerza? Hasta el momento, s¨®lo en una ocasi¨®n: cuando fue necesario castigar a Bagdad por la invasi¨®n de Kuwait. Lo cual confirma mi primer punto. Primero el Consejo de Seguridad defini¨® qui¨¦n era el agresor. Luego se aprobaron resoluciones concretas y se aumentaron las presiones pol¨ªticas sobre Sadam. S¨®lo entonces se procedi¨® al env¨ªo de tropas, a petici¨®n de Arabia, Saud¨ª, y con un mandato de la ONU. Finalmente, se lanz¨® un ultim¨¢tum. Aqu¨ª debo decir que, en mi opini¨®n, ni siquiera entonces se intentaron todas las posibilidades de hacer presi¨®n. Hecha esa excepci¨®n, el proceso en s¨ª fue b¨¢sicamente correcto. Y cuando se inici¨® el ataque terrestre, todo el mundo sab¨ªa que hab¨ªa que mantenerlo dentro de unos l¨ªmites establecidos. Y as¨ª se hizo.
El adoptar cualquier otro criterio puede tener efectos preocupantes tambi¨¦n desde otros puntos de vista. La crisis. en Somalia, por ejemplo, provoco una ruptura en las relaciones entre Naciones Unidas y el Gobierno italiano. Y, aunque indirectamente, tambi¨¦n una disputa entre Roma y Washington. Es un elemento nuevo, afortunadamente uno se cundario, pero indicativo al fin y al cabo. Existe el riesgo de que, si no se les hace frente como es debido, otras crisis desencadenen divisiones m¨¢s graves en los v¨ªnculos forjados en los d¨ªas de la guerra fr¨ªa, que hoy no tienen por qu¨¦ existir en la misma forma. Lo cual quiere decir que hay que crear nuevos v¨ªnculos, basados en otros criterios. De otro modo, todos los pa¨ªses se sentir¨¢n tentados a obrar por su cuenta.
No olvidemos que esto ya ha ocurrido en Yugoslavia. Ni tampoco podemos olvidar que los tr¨¢gicos acontecimientos en ese pa¨ªs empezaron en parte porque pa¨ªses vecinos y m¨¢s distantes adoptaron una pol¨ªtica selectiva de apoyar a algunas regiones y condenar a otras, y de reconocer la independencia de uno o m¨¢s Estados cuando los propios yugoslavos no hab¨ªan definido sus reivindicaciones mutuas. El reciente bombardeo de Bagdad, ordenado por el presidente Clinton, fue, tambi¨¦n con secuencia de la tentaci¨®n a obrar por cuenta propia. Tambi¨¦n refleja un cierto tipo de mentalidad norteamericana que no desaparecer¨¢. Dudo que sirva para aumentar su prestigio nacional o internacional. Pero hay otra cosa que me preocupa. Si EE UU sigue dan do esta clase de ejemplo el da?o ser¨¢ enorme: tan grande como la influencia objetiva de EE UU en el mundo. Una ¨²ltima reflexi¨®n. Hasta el momento hemos estado trabajando en un estado de emergencia. Y existe la posibilidad de que esta situaci¨®n contin¨²e. Demasiadas crisis se desarrollan tr¨¢gicamente, muchas de ellas dentro de las fronteras de la antigua URSS, como las de Nagorni Karabaj, Abjasia y Tayikist¨¢n. Es absolutamente necesario crear uno o m¨¢s observatorios anticrisis, con un papel de prevenci¨®n, para mediar entre los contendientes potenciales, antes de que estalle una crisis. No propongo nuevos organismos que compitan con la ONU. Estoy pensando en centros capaces de congregar a los personajes m¨¢s destacados del mundo de la ciencia, de la cultura y de la religi¨®n, para que act¨²en de observadores e intermediarios con un mandato de la comunidad internacional. No elementos de las estructuras de poder, sino independientes de ellas. Ning¨²n Estado legal puede existir sin una sociedad civil evolucionada. Y debemos realizar un esfuerzo similar para crear una "comunidad legal internacional". Y para que funcione, tenemos que tener tambi¨¦n una "sociedad civil internacional evolucionada", una red de asociaciones, centros y organizaciones independientes, que deben interactuar con los Gobiernos y los Parlamentos para influir en sus decisiones.
Esto no es exclusivamente idea m¨ªa. He hablado con influyentes personalidades norteamericanas y con algunos premios Nobel que ya han manifestado su disposici¨®n a abordar un banco de pruebas concreto: Cuba. Es posible que Fidel Castro responda afirmativamente. Estoy lo suficientemente familiarizado con sus poderes intelectuales como para predecir que podr¨ªa dar su consentimiento a un proyecto de este tipo.
Les invito a reflexionar sobre el tema. En mi discurso ante la ONU en 1988, ya me refer¨ª a la necesidad de implicar al mundo cient¨ªfico y a los cient¨ªficos independientes en la b¨²squeda de soluciones preliminares a graves problemas internacionales. Los pol¨ªticos de hoy no deben retirarse a sus palacios v¨ªctimas de los celos y pretender ser los ¨²nicos intermediarios. Si nos dan su apoyo, ser¨¢ una demostraci¨®n de su amplitud de miras.
Mija¨ªl Gorbachov fue el ¨²ltimo presidente de la URSS.
La Stampa 1993.
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