Los ¨²ltimos de Mostar
Sin agua y sin apenas electricidad, s¨®lo 10.000 personas resisten en el infierno en el que se ha convertido la ciudad de Mostar, capital de Herzegovina, despu¨¦s de tres meses de feroz batalla entre croatas y musulmanes, antiguos aliados. En medio de montones de escombros, basuras y hierros retorcidos, donde multitudes de ratas aprovechan los desperdicios de esta guerra, 7.000 soldados musulmanes de la Armija, 2.000 croatas del HVO y unos 1.000 civiles se disputan la anta?o segunda ciudad m¨¢s poblada de toda B¨®snia-Herzegovina. La guerra ha obligado al 90% de sus habitantes a escapar de esta matanza que se a?ade, en una tr¨¢gica suma, a los bombardeos de los serbios durante el pasado a?o.Interrumpida la llegada de convoyes de ayuda humanitaria desde hace m¨¢s de mes y medio, Mostar se revela como una ciudad fantasma habitada s¨®lo por espectros que, o bien buscan desesperadamente agua, o bien disparan sus fusiles ametralladores en un combate que se lleva a cabo casa por casa.
Bajo un calor sofocante, que rebasa los 40? al mediod¨ªa en estos primeros d¨ªas de agosto, el millar de civiles -mujeres y ni?os en su mayor¨ªa- que resisten en Mostar, s¨®lo tienen un objetivo: sobrevivir.
Peque?os corrillos de gente se forman en la avenida principal a la espera de los camiones cisterna que los bandos en conflicto hacen llegar todos los d¨ªas. A pesar de que desde el pasado fin de semana funciona un precario alto el fuego, decenas de franco tiradores contin¨²an apostados en las colinas que rodean Mostar, a la caza de posibles enemigos. "La mayor¨ªa de los nuestros que han ca¨ªdo en Mostar, han sido v¨ªctimas de francotiradores", comenta un oficial del HVO.
Los combates se libran ya por la conquista de apenas unos metros de terreno o de un edificio estrat¨¦gico en una desesperante guerra de posiciones que apenas ha modificado la l¨ªnea del frente en el ¨²ltimo mes. El r¨ªo Neretva, testigo de impresionantes batallas en la II Guerra Mundial, es la l¨ªnea divisoria de los dos, sectores. Mientras los musulmanes cuentan con notable superioridad num¨¦rica, los croatas disponen de muchas m¨¢s piezas artilleras que les permiten bombardear el que fuera uno de los barrios orientales m¨¢s hermosos de los Balcanes.
En la plaza del Rondo, a 20 metros de la l¨ªnea del frente, dos palacetes de la ¨¦poca austroh¨²ngara contemplan como mudos testigos la guardia de unos milicianos croatas. Sentados a la sombra de unos ¨¢lamos y liando unos cigarrillos, escuchan sin inmutarse el intercambio de fuego de ametralladora al otro lado del r¨ªo en una te¨®ricajornada de alto el fuego. Su misi¨®n es vigilar, el antiguo barrio residencial, cuyas mansiones son ahora pasto de las ratas. Aunque nadie lo admite, no les resulta dificil a croatas y musulmanes abastecerse de armas en una ciudad que contaba con f¨¢bricas de aviones, de helic¨®pteros y de motores de todo tipo antes de la guerra. Estas industrias se hallaban entre los rasgos peculiares de Mostar, junto a mezquitas e iglesias cat¨®licas y ortodoxas. Los edificios religiosos ya s¨®lo son un mont¨®n de ruinas, pero las f¨¢bricas de armamento siguen abiertas.Desde el hospital, situado sobre una de las colinas que domina todo el valle del Neretva, se observan las columnas de humo del fuego artillero que se intercambian croatas y musulmanes. Ya nadie cree en toda BosniaHerzegovina en la posibilidad de alcanzar la paz en una mesa de negociaciones. S¨®lo palabras de escepticismo y de desd¨¦n reciben las conversaciones de Ginebra, mientras el temido invierno es la ¨²nica posibilidad de obligar a los bandos en conflicto, dispersos y ca¨®ticos en esta geograf¨ªa monta?osa poblada por m¨¢s de cuatro millones de personas, a tirar la toalla e izar una bandera blanca.
Los responsables del ACNUR (Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados) coinciden en que los civiles no resistir¨¢n otros meses de baj¨ªsimas temperaturas y carreteras bloqueadas por la nieve o por los combates como el pasado invierno "especialmente los musulmanes, privados de una retaguardia que les garantice alimentos y sin comunicaci¨®n entre sus zonas. As¨ª no aguantar¨¢n otro invierno", comenta Veso Vegar, uno jefe militar croata. Desde hace dos meses, las tropas espa?olas al servicio de la ONU tienen prohibida su entrada en Mostar. Dos tenientes cayeron aqu¨ª bajo las balas, durante una interposici¨®n que result¨® in¨²til. Los dos bandos han negado siempre cualquier responsabilidad en estos ataques, en un ejercicio m¨¢s de cinismo. Infinidad de controles, algunos provistos de una artiller¨ªa antia¨¦rea que parece sacada de comienzos de siglo, vigilan el paso a la ciudad.
Es dif¨ªcil imaginar que Mostar haya albergado alguna vez una vida normal, a la vista de la inmensa destrucci¨®n. Y, sin embargo, esta ciudad era un centro tur¨ªstico y comercial con 27 colegios e institutos, universidad, bibliotecas, un equipo de f¨²tbol y una orquesta sinf¨®nica. Hoy la biblioteca s¨®lo tiene cientos de roedores entre sus visitantes, y el campo de f¨²tbol es una c¨¢rcel para prisioneros de guerra.
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