Jos¨¦ Merc¨¦, a los altares

Si hubi¨¦ramos de valorar la noche de gala del flamenco en La Uni¨®n por la acogida del p¨²blico, dir¨ªamos que fue apote¨®sica. Un clamor constante, ovaciones cerradas, aplausos nutridos, premiaron cada actuaci¨®n con generosidad por espacio de casi cinco horas.Con demasiada generosidad, dir¨ªa yo. Art¨ªsticamente no todo fue tan excelente. Chocolate dio la de arena, en unas malague?as que hizo al trote ligero, olvid¨¢ndose de que ten¨ªa al lado un guitarrista acompa?ante. Paco Serrano le sigui¨® como pudo, y gracias. El cantaor enmend¨® algo la plana despu¨¦s, pero no acab¨® de cuajar nada importante.

Tampoco fue importante lo que hizo Carmen Ledesma, una bailaora voluntariosa, pero no muy fina. El Pele arroll¨®, pese a lo cual me temo que no tuvo una noche afortunada. Grit¨® como un condenado, a pleno pulm¨®n, y mostr¨® una tendencia preocupante a barroquizar su cante. Debiera recordar la regla delmaestro Caracol:el cante no es para sordos. Luis el Polaco, en cambio, fue un telonero de lujo. Fue esplendoroso su cante por malague?as.

Y Jos¨¦ Merc¨¦ contin¨²a su verano de gloria personal. Es de los cantaores m¨¢s solicitados, de los m¨¢s. cotizados, y la audiencia enloquece con su sola presencia. Su cante responde por a?adidura a las m¨¢s altas expectativas. Merc¨¦ est¨¢ centrado, consciente quiz¨¢ de que va accediendo a una situaci¨®n de cantaor elegido por los dioses.