El pacto socioecon¨®mico
De la situaci¨®n en que hoy se encuentra la econom¨ªa espa?ola y europea tiene una gran responsabilidad la moda del monetarismo neoliberal de los ochenta, importado de Estados Unidos, v¨ªa Reino Unido, que es por donde suelen venir estas importaciones.El intento de abandono por el Estado del gobierno de la econom¨ªa real para centrarse en el manejo puro y duro de los activos l¨ªquidos y la huida de las pol¨ªticas antic¨ªclicas (sobre todo de la presupuestarla y fiscal) han terminado por entrar en contradicci¨®n insoluble con el mantenimiento del modelo de Estado de bienestar. El resultado ha sido desastroso, no s¨®lo en t¨¦rminos de econom¨ªas nacionales, sino porque ha lesionado gravemente la construcci¨®n europea, que siempre ha sido vista con disimuladas reticencias desde el otro lado del Atl¨¢ntico y desde el otro lado del canal de la Mancha.
La crisis del Sistema Monetario Europeo (SME) por la tormenta monetaria es, as¨ª, algo m¨¢s que la puesta en pr¨¢ctica de una t¨¦cnica de especulaci¨®n masiva de tipo coyuntural; en el fondo de ese fen¨®meno hay una apuesta estructural -de naturaleza pol¨ªtica, por tanto- por arruinar el ¨²nico proyecto existente de autonom¨ªa europea, la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria y la Uni¨®n Pol¨ªtica. El monetarismo ha sido la puerta -o la coartada- por donde se han colado antieurope¨ªsmos de toda condici¨®n.
En Espa?a, los Gobiernos anteriores de Gonz¨¢lez construyeron su pol¨ªtica econ¨®mica sobre un binomio dif¨ªcil de sostener: aumento del gasto p¨²blico, con importante proporci¨®n de un gasto social que ten¨ªa algunas connotaciones populistas y clientelares, unido a alt¨ªsimos tipos de inter¨¦s y emisi¨®n de deuda dirigida a atraer capital especulativo exterior, con el que cubrir los dos grandes agujeros negros de nuestra econom¨ªa: el d¨¦ficit comercial y el d¨¦ficit p¨²blico. O sea, socialdemocracia m¨¢s monetarismo. Un c¨ªrculo vicioso, porque, de un lado, la no competitividad de la econom¨ªa espa?ola, desnuda por fin ante el desarme arancelario, y, de otro, el siempre impotente ingreso p¨²blico, condicionado por el fraude fiscal culturalmente tan poderoso en nuestro pa¨ªs, imped¨ªan aflojar la soga de los tipos de inter¨¦s puesta alrededor del cuello de la econom¨ªa productiva, de la industria, de las pyme. Una pol¨ªtica suicida, que fue presentada como "la ¨²nica posible" y que ha sido muy da?osa para el nivel de empleo y para el ahondamiento del d¨¦ficit p¨²blico por la carga de la deuda y las pensiones al desempleo. Da?osa tambi¨¦n por el desbocamiento de unas magnitudes macroecon¨®micas que el Gobierno, a estas alturas, sigue sin controlar.
Para la recuperaci¨®n de la econom¨ªa real y del empleo se requiere productividad y competitividad. Pero tambi¨¦n se necesitan otros factores. Sobre todo de tipo pol¨ªtico. Aqu¨ª se inscribe el debate sobre el llamado pacto social y sobre la nueva pol¨ªtica econ¨®mica. Veamos, pues, estas tres dimensiones b¨¢sicas del problema: la productividad, el pacto por el empleo y la nueva pol¨ªtica econ¨®mica, como instrumentos claves para la recuperaci¨®n del empleo.
Parece aceptado que la productividad de una econom¨ªa es el nervio central del progreso de la misma, de su competitividad frente al exterior, del aumento del nivel de vida. La productividad ha descendido constantemente en Espa?a en los ¨²ltimos a?os, y se ha culpado de ello a los salarios y al mercado de trabajo. Sin embargo, los componentes de la productividad -un concepto cuya naturaleza hay que revisar- no se resumen en el salario y en el mercado de trabajo. Hay muchos otros: equipamientos, tecnolog¨ªa, coste del dinero, capacidad empresarial, formaci¨®n profesional.
De hecho, en 1991 y 1992 la destrucci¨®n de empleo ha sido muy superior al descenso en la producci¨®n. Seg¨²n datos del Ministerio de Industria sobre el primer trimestre de 1993, la industria espa?ola tuvo un aumento de productividad por trabajadora o trabajador ocupado de 7,4% sobre. el mismo periodo del a?o anterior.
En cuanto al mercado de trabajo, cuya rigidez es para muchos la barrera principal al crecimiento, si por algo se caracteriza en nuestro pa¨ªs es por la convivencia en su interior de elementos indudables de rigidez (movilidad funcional y geogr¨¢fica) con niveles de precariedad laboral desconocidos en el ¨¢mbito europeo. Una situaci¨®n esquizofr¨¦nica, que pide reformas estructurales s¨®lo posibles de acometer con la intervenci¨®n de todos los protagonistas sociales y econ¨®micos interesados, y con su plasmaci¨®n legal a trav¨¦s de los ¨®rganos constitucionales democr¨¢ticos. Aparece aqu¨ª el papel central de un pacto nacional sobre el empleo, vinculado estrechamente a un cambio cualitativo en la pol¨ªtica econ¨®mica.
El pacto sobre el empleo es, sin duda, esencial Pero no es admisible cualquier pacto sino aquel que se sit¨²e en el contexto de una nueva pol¨ªtica econ¨®mica. ?sta es la contrapartida fundamental a pedir por los sindicatos y empresarios. Los agentes sociales tienen que exigir una pol¨ªtica que salvaguarde el consenso social imprescindible, y eso requiere que a la moderaci¨®n salarial, su relaci¨®n con la productividad y la flexibilizaci¨®n del mercado de trabajo le acompa?en una restituci¨®n de la causalidad en el contrato de trabajo; un compromiso de creaci¨®n de fondos de inversi¨®n y de participaci¨®n de los sindicatos en las decisiones empresariales de inversi¨®n y localizaci¨®n; un mantenimiento al alza del gasto en infraestructuras, en educaci¨®n y en investigaci¨®n; un descenso gradual de los tipos de inter¨¦s; una firme decisi¨®n pol¨ªtica contra el fraude; una potenciaci¨®n de la formaci¨®n profesional; un sostenimiento de las prestaciones sociales ya conseguidas, con las necesarias adaptaciones t¨¦cnicas aceptables en t¨¦rminos de solidaridad, y una reforma del mercado de la vivienda.
Elemento esencial de ese giro en la pol¨ªtica econ¨®mica es, a mi juicio, la resurrecci¨®n de la importancia del sector p¨²blico de la econom¨ªa, que pasa por un estatuto de la empresa p¨²blica y una reforma en profundidad de la misma. A diferencia de lo expuesto por Solbes, la recuperaci¨®n no puede hacerse descansar en exclusiva y taumat¨²rgicamente en la inversi¨®n privada; tambi¨¦n en la generaci¨®n de capital p¨²blico, algo opuesto a su dilapidaci¨®n a trav¨¦s de privatizacio-
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