Gritos y susurros
Ya no se grita como antes. En las plazas de toros, quiere decirse. Antes se pod¨ªa hacer un tratado costumbrista y sociol¨®gico s¨®lo con o¨ªr las expresiones, exclamaciones, aspavientos, finos ep¨ªtetos que el p¨²blico de toros lanzaba lleno de entusiasmo a toreros, picadores y presidentes. Y en todos los cosos era parecido. Ahora cada plaza tiene su personalidad. Madrid grita, Sevilla calla, Bilbao susurra, Pamplona berrea.
Madrid grita; con cierto ingenio a veces. "Uuuuuuun ... petardo". Y alguien del siete ha simulado un segundo antes el sonido onomatop¨¦yico de un cohete. En Sevilla no se oye una mosca como si estuvieran totalmente en misa mayor. Me r¨ªo yo de algunos colegas cuando dicen de un torero que "oy¨® el silencio en su lote". ?O es que toreaba en Sevilla, acaso? Para o¨ªr silencios, los de la Maestranza.
Pamplona, berrea. Ya s¨¦ que no es toda la plaza, pero siempre hay excepciones. La sombra, mismamente. Pero que le pregunten a un torero lo dificil que es estar ante un toro en puntas -en Pamplona no se afeita, mire ust¨¦- con el vocer¨ªo de la muchachada. Alguna vez, un grito, una contrase?a como "Innnn ... dur¨¢in", salva la plaza de mayores males.
En Bilbao se susurra, poco, ¨¦sa es la verdad, porque los tiempos han cambiado y adem¨¢s los vascos somos largos en hechos y cortos en palabras. Pero todav¨ªa cuando un torero se dispone a hacer faena importante, se oye un largo, bisbiseante, sibilino susurro de expectaci¨®n en Vista Alegre. Pero ya en Bilbao las expresiones se limitan a cuatro: "Ehhhh...", "fueraaa", music¨¢aaa" y "presidenteee".
La de m¨¢s fuste es "presidenteeee" y esa s¨ª que ha cambiado mucho. Se podr¨ªa hacer un estudio de la evoluci¨®n del pa¨ªs por c¨®mo ha ido cambiando el airado ejercicio democr¨¢tico de increpar a la Presidencia. Durante la Rep¨²blica se les llamaba "ac¨¦mila". "Ac¨¦rnilaaaa", que como todo el mundo sabe es sin¨®nimo de. mula. En la ¨¦poca en la que Juan Ram¨®n public¨® Platero, se les llam¨® "jumento". "Jumento" tiene una carga po¨¦tica de algodonosa ternura. "La autorid¨¢ en plaza tuvo que pechar muchos a?os con el directo y procaz ep¨ªteto de "burro". Se dec¨ªa "burro" ense?ando las entradas como si se fueran a poner, vueltos hacia el palco, un par de banderillas. Fue la ¨¦poca m¨¢s desagradable. Ahora no. Ahora, con buenas maneras y evidente estilo europeo, reclama el pa?uelo verde la afici¨®n mientras dice, como si estuviera en el Congreso y fraseando mucho las s¨ªlabas: "Pre-si-den-teeeee". No cabe duda que vamos mejorando. Y no cabe duda tampoco de que ¨¦sa -los gritos y susurros- es la m¨²sica callada del toreo. Y desgraciadamente no la de Bergam¨ªn, que se percibe bastante menos.
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