La doble agenda espa?ola y europea
Es posible que nos encontremos ante una crisis econ¨®mica tan profunda como la de finales de los a?os setenta. Esta vez, sin embargo, no se trata de una crisis econ¨®mica mundial, sino casi exclusivamente europea. El problema es de tal envergadura que, sin una renovaci¨®n de la misma vida pol¨ªtica europea, puede que no tenga una soluci¨®n satisfactoria.En esquema, la crisis econ¨®mica que se cierne sobre Europa tiene tres causas.
La primera, muy invocada en estos meses, se vehicula a trav¨¦s del Sistema Monetario Europeo. El compromiso de mantenerse dentro del SME ha significado que todos los pa¨ªses comunitarios deban llevar una disciplina econ¨®mica muy similar, pivotando en tomo a la estrategia alemana de altos tipos de inter¨¦s para hacer frente a las prioridades sociales marcadas por la unificaci¨®n alemana. Arrastrados de este modo, bajo la espada de Damocles de una en¨¦sima tormenta monetaria, todos los pa¨ªses europeos han experimentado una profunda recesi¨®n y la aparici¨®n de un escalofriante desempleo.
La segunda causa viene caracterizada por la entrada en escena, en pos del desarrollo econ¨®mico experimentado por los cuatro dragones del Pac¨ªfico, de nuevos pa¨ªses. Todos ellos est¨¢n estableciendo diferenciales pr¨¢cticamente insalvables en costes de producci¨®n relativos a los costes de producci¨®n europeos. Si esta situaci¨®n era ya predecible hace algunos meses, los acuerdos de los siete grandes que auguran por fin una liberalizaci¨®n del comercio mundial han puesto al descubierto la manifiesta debilidad de la estructura productiva europea.
Los costes salariales europeos son mucho m¨¢s elevados, debido a que las rentas del trabajo europeas se fijan con el fin de satisfacer las necesidades de hiperconsumo de los ciudadanos comunitarios. Adem¨¢s, la imposici¨®n en Europa a?ade un sobrecoste a esta estructura salarial. A ello hay que sumar unos m¨¢rgenes de beneficios algunas veces excesivos, los elevados costes del dinero, as¨ª como los costes de las rentas del suelo, ¨¢rea en la que Europa ha vivido una aut¨¦ntica org¨ªa especulativa en los dorados a?os ochenta.
El tercer elemento, que contribuye a agravar estos datos de crisis, es la rigidez de la estructura socioecon¨®mica europea, muy corporativizada y limitada en su capacidad de cambio. Patronales y sindicatos, por su naturaleza hist¨®rica m¨¢s reivindicativa que colaborativa, tienen dificultades para asumir el car¨¢cter casi terminal de la crisis econ¨®mica europea.
En definitiva, Europa, por sus rentas de suelo y monetarias, salariales y empresariales, vive bien, pero vende muy mal, y cada vez peor. ?Qu¨¦ se puede hacer en esta situaci¨®n?
En primer lugar, Europa no puede convertirse en la campeona del proteccionismo, no puede defender la prosperidad e igualdad ya conseguida a costa de la solidaridad con el resto del mundo. Esto significar¨ªa, ya de salida, condenar a una v¨ªa ciega de subdesarrollo a los pa¨ªses que ahora comienzan a redimirse a s¨ª mismos a trav¨¦s del comercio internacional.
En segundo lugar, los pa¨ªses de la Comunidad Europea no deber¨ªan tirar la toalla respecto al compromiso de la uni¨®n europea, sino arrostrar al alim¨®n las dificultades actuales. Sin embargo, existe la necesidad imperiosa de una reflexi¨®n conjunta de los socios comunitarios: no se trata solamente de flexibilizar el sistema monetario europeo. Para avanzar ser¨¢ necesario alcanzar tambi¨¦n un compromiso de prioridades sociales m¨¢s equilibrado y m¨¢s realizable por todos los pa¨ªses.
En tercer lugar, Europa debe elegir: o cambia significativamente su modelo de hiperconsumo (es decir, reduce sus rentas en general y sus salarios nominales medios en particular), o deber¨¢ disminuir significativamente sus niveles de gasto social (es decir, las funciones de su Estado del bienestar).
En esta encrucijada comienzan a o¨ªrse muchas voces pidiendo con renovada energ¨ªa el desmantelamiento del Estado del bienestar, planteando a la izquierda europea una nueva batalla en torno a este tema.
Es evidente que en un momento de crecimiento econ¨®mico negativo, los servicios universales de bienestar deben modular su crecimiento, aumentar su efectividad y acentuar prioridades. Pero poner el acento en su desmantelamiento es una opci¨®n equivocada. La soluci¨®n m¨¢s eficaz, por el contrario, consiste en una disminuci¨®n consensuada de los elevados niveles de renta europeos. Esto es as¨ª por varias razones.
En primer lugar, porque la disminuci¨®n de las rentas tender¨¢ a limitar el consumo no estrictamente necesario, pero el desmantelamiento de los servicios de bienestar eliminar¨ªa servicios que son necesarios para todos los ciudadanos.
En segundo lugar, porque los sacrificios que hay que realizar con la primera opci¨®n pueden ser repartidos y, por ello, asumibles por todos. Por ejemplo, la disminuci¨®n de los salarios nominales medios europeos se puede lograr si se combinan acuerdos generalizados para congelar los salarios reales con otras v¨ªas complementarias, como la eliminaci¨®n de las horas extraordinarias, la disminuci¨®n de los salarios nominales m¨¢s altos y m¨¢s desregulados (en dinero y en especie), o el reparto del trabajo, de modo que se trabajen menos horas y se cobre tambi¨¦n menos. Y este ¨²ltimo elemento lleva a la gran ventaja adicional de esta opci¨®n: la disminuci¨®n de las rentas en Europa es, precisamente, una de las v¨ªas directas para conseguir un aumento del empleo a trav¨¦s del reparto del trabajo.
En definitiva, la vieja Europa deber¨ªa optar por reorientar su econom¨ªa hacia la austeridad interna. Pero esta opci¨®n implica un cambio sustancial en los niveles de renta y consumo. Conseguirlo va a ser ciertamente complicado. Ser¨¢ imprescindible crear, junto con los agentes econ¨®micos y sociales, un nuevo terreno de pacto basado en la responsabilidad compartida por pura cuesti¨®n de supervivencia. Adem¨¢s, ser¨¢ necesario persuadir a millones de ciudadanos europeos acerca de la necesidad de esta opci¨®n, con las consecuencias personales que entra?a en t¨¦rminos de renta y consumo personal. En pocas palabras, para liderar este cambio va a ser necesario mucho m¨²sculo pol¨ªtico.
Sin embargo, la esfera de la pol¨ªtica tambi¨¦n est¨¢ hoy en crisis en Europa. Por ello es pertinente ligar las dos realidades en crisis en Europa, la econ¨®mica y la pol¨ªtica.
Los avances tecnol¨®gicos y las ¨²ltimas experiencias pol¨ªticas vividas por Europa han cambiado radicalmente las coordenadas culturales y sociales de nuestras sociedades. Pero los partidos pol¨ªticos a¨²n no se han acomodado, en absoluto, a estos cambios. La crisis pol¨ªtica europea s¨®lo se resolver¨¢ cuando se supere este extra?amiento y la nueva sociedad pueda reconciliarse con un discurso y unos valores pol¨ªticos nuevos y reconocibles.
?Qu¨¦ demandan las sociedades europeas a la pol¨ªtica hoy? El an¨¢lisis que hace Pedro de Silva en su Miseria de la novedad inspira una serie de reflexiones que vienen al caso.
Las sociedades europeas han roto con los dogmas cerrados y globales. La pol¨ªtica europea deber¨¢ abandonar sus vestigios de dogmatismo y poner en primer plano los valores de la tolerancia y la b¨²squeda de consensos como m¨¦todo de progreso.
Las sociedades europeas est¨¢n ya acomodadas a un horizonte de cambio e innovaci¨®n permanente. La desburocratizaci¨®n la flexibilizaci¨®n y la innovaci¨®n pol¨ªtica deber¨¢n pasar a ser requisitos elementales de la actividad p¨²blica.
Las sociedades europeas est¨¢n basadas en el individuo como centro de todas las cosas, y en ellas los sistemas coordinados son el modo b¨¢sico de operaci¨®n entre unidades individuales. La pol¨ªtica europea deber¨¢ sustituir las pol¨ªticas tutelares por las que fomenten el desarrollo personal y la dimensi¨®n comprometida y cooperativa del individuo.
Las sociedades europeas est¨¢n ya operando a trav¨¦s de sistemas abiertos, accesibles y transparentes. Los partidos pol¨ªticos europeos deber¨¢n transformarse en organizaciones abiertas, controlables por la gente, transparentes en sus cuentas y sus debates.
La sociedad europea es, ante todo y sobre todo, productora y consumidora de formas. En pol¨ªtica europea el fin ya no justifica los medios, porque el medio es el mensaje. Las formas pol¨ªticas, los procedimientos democr¨¢ticos, los estilos y la ejemplaridad habr¨¢n. de constituirse en centro de gravedad de la vida p¨²blica.
En resumen, s¨®lo si los pol¨ªticos espa?oles y europeos logran renovar su discurso y conectarlo con esta nueva sociedad se podr¨¢ liderar con ¨¦xito el dif¨ªcil proceso de reorientaci¨®n econ¨®mica que precisa Europa. De ah¨ª la necesidad de atender a este reto paralelo, de poner en marcha esta doble agenda de la regeneraci¨®n de la vida p¨²blica y de la reorientaci¨®n de la econom¨ªa.
Manuel Escudero es director asociado y profesor de Entorno P¨²blico del Instituto de Empresa.
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