Una oreja ganada a ley
Valverde Frascuelo, Vioque, Rold¨¢n
Toros de Valverde, de gran trap¨ªo y cornalones, varios ovacionados de salida; fuertes; mansos de feo estilo, excepto 1? y 5?, encastados y nobles. Frascuelo: estocada (oreja); pinchazo a toro arrancado, dos pinchazos, estocada corta descaradamente baja y rueda de peones (silencio). Ferm¨ªn Vioque: dos pinchazos, estocada corta atravesada saliendo trompicado -aviso con un minuto de retraso- y se tumba el toro (palmas y sale al tercio); estocada corta ladeada, rueda insistente de peones y descabello (silencio). Pedro Vicente Rold¨¢n, que confirm¨® la alternativa: pinchazo pescuecero, pinchazo atravesado delantero ca¨ªdo -aviso-, dos pinchazos como el anterior y estocada delantera (algunos pitos); dos pinchazos, estocada corta delantera y descabello (silencio).
Plaza de Las Ventas, 29 de agosto. Un tercio de entrada.
Frascuelo cobr¨® una estocada sensacional al segundo de la tarde. Del volapi¨¦ sali¨® el toro cl¨ªnicamente muerto. La propia violencia de su casta fiera lo impuls¨® contra las tablas y all¨ª mismo cay¨® fulminado. "Una estocada sin puntilla", dec¨ªan las actiguas cr¨®nicas, y si las nuevas no lo dicen es porque estocadas sin puntilla ya no se ven. Esa estocada val¨ªa por s¨ª sola la oreja, pero Frascuelo ya la ten¨ªa ganada a ley antes de cuadrar, por una lidia impecable y una faena de muleta que asombr¨® a la afici¨®n vente?a.
Asombr¨® el toreo de Frascuelo porque aquel toro parec¨ªa no tener ni un pase. A lo mejor no lo ten¨ªa, efectivamente, y se los invent¨® el veterano diestro. Se los invent¨® para convertir en realidad el sue?o de su triunfo en la primera plaza del mundo. Y despu¨¦s de doblarse por bajo ganando terreno hasta el mism¨ªsimo platillo con unos ayudados de los de verdad, rodilla en tierra, retirando la muleta por debajo de la papada del toro, a fuerza de porfiar, de consentir, de aguantar los parones y los derrotes del torazo violento, consigui¨® instrumentarle tandas de redondos, abrochadas con pases de pecho ech¨¢ndoselo por delante. Y ya estaba la faena imposible conclu¨ªda, cuando a¨²n le quedaron arrestos a Frascuelo para intentar el natural. No pudo dar ninguno, desde luego, pues sacarle naturales al torazo prob¨®n, escarb¨®n, y reserv¨®n aquel, no habr¨ªa sido toreo; habr¨ªa sido milagro.
La faena de Frascuelo se inscribe entre las de mayor importancia de la temporada si se tiene en cuenta lo que hubo de lidiar. ?Oh, s¨ª!, hay otras m¨¢s exquisitas que obraron figuras por los cosos de Iberia. Se han cantado mucho: perfumadas faenas, derechazos prodigiosos, arte inmarcesible, inspiraci¨®n sublime. Pero no hab¨ªa toro con qu¨¦. Luego tanto madrigal y tanto poema eran las coplas de Mingo Revulgo, el cuento de Blanca Nieves y los Siete Enanitos. ?C¨®mo se puede hablar de toreo si no hay toro? Algunos ponderan el m¨¦rito de las figuras al lograr que un torucho inv¨¢lido deje de caerse un rato y tome apaciblemente su muletilla graciosa. Sin embargo, uno encuentra m¨¢s meritorio embarcar en la muletilla graciosa un torazo de los de aqu¨ª te espero y tumbarlo luego de un estoconazo por el hoyo de las agujas.
Quienes han visto derechazos un mill¨®n por las plazas de Iberia saben hasta qu¨¦ punto tiene importancia una corrida de toros en Madrid. Lo que un huevecillo a una casta?a se parecen una corrida de toros en Madrid y las otras. El coso vente?o vibraba en esta fresca tarde agoste?a con los torazos de Valverde y los toreros valientes, y coreaba ol¨¦s si se produc¨ªan suertes coreables; entre otras, los quites a punta de capote de Joselito Calder¨®n, la brega de Manolo Osuna, los pares de banderillas de Valent¨ªn Cuevas y Antonio P¨¦rez. O guardaba respetuoso silencio en los momentos dif¨ªciles. O les dec¨ªa ciertas verdades a los que fing¨ªan torear y no toreaban.
Las Ventas es una plaza viva cuya afici¨®n sabe ver y valorar lo que en la lidia se cuece. Por eso sigui¨® con inter¨¦s la corrida de Valverde. Impresionante en cuanto trap¨ªo, hubo toros de mansedumbre declarada y tremenda dificultad, como los de Frascuelo; el ya mencionado, y tambi¨¦n el cuarto, al que recibi¨® el diestro con una larga cambiada, lo lance¨® por ver¨®nicas belmontinas abrochadas mediante la media ver¨®nica honda y le ci?¨® gaoneras, aunque luego no pudo cuajar faena pues el toraco derrotaba.
Dif¨ªcil fue, asimismo, el sexto, que busc¨® el refugio de las tablas en todos los tercios y Pedro Vicente Rold¨¢n s¨®lo pudo trastear y matar. Mas los hubo nobles, como el de la alternativa de este diestro, que no se atrevi¨® a ligarle los pases; o el tercero, al que Ferm¨ªn Vioque ahog¨® la embestida, o el quinto, de clara boyant¨ªa, al que dicho diestro peg¨® mont¨®n de pases destemplados. Esta corrida, que habr¨ªa sido una de tantas anta?o, hoga?o result¨® un acontecimiento. Y la faena de Frascuelo, una proeza, que ah¨ª qued¨®, para quien la quiera igualar.
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