Una ola de locura Inunda Sidney
Miles de australianos se lanzan a las calles a celebrar la victoria de su candidatura
Una ola de locura invadi¨® ayer Sidney cuando la ciudad m¨¢s populosa de Australia escuch¨® que el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional hab¨ªa escogido a las 4.30 de la madrugada su candidatura para organizar los Juegos del a?o 2000. El ruido ensordecedor de decenas de miles de personas se apoder¨® de la ciudad. La algarab¨ªa se adue?¨® del Circular Quay, el lugar m¨¢s representativo de Sidney. All¨ª estaba congregada la muchedumbre desde dos horas antes, reunida en una fiesta gigantesca que alcanz¨® su momento culminante con el hist¨®rico anuncio.Las luces inundaron el cielo, los fuegos artificiales aparecieron sobre el puerto, las bocinas de los coches sonaron durante horas, las velas de la c¨²pula de la ¨®pera se alumbraron y la multitud rompi¨® de forma espont¨¢nea para cantar el himno nacional y el Waltzing Matilda. Mientras Paul Keating, el primer ministro australiano, se un¨ªa, a las 200 personas de la delegaci¨®n destinada a Montecarlo, Sidney permanec¨ªa despierta y en pie, con todas las calles tomadas. Una cantidad semejante de personas en la Circular Quay, el lugar de nacimiento de la Australia moderna, s¨®lo se ha visto en tres ocasiones: cuando la reina Isabel desembarc¨® en 1954, en la inauguraci¨®n del edificio de la ¨®pera en 1973 y en la conmemoraci¨®n del bicentenario del nacimiento de la naci¨®n, en 1988.
Naci¨®n federal
Sidney ha visto su candidatura como la ocasi¨®n de coronar la configuraci¨®n de Australia como una naci¨®n federal en el a?o 2001 y quiz¨¢ la definitiva oportunidad de convertirse en una rep¨²blica. Significa tambi¨¦n el deseo desesperado de albergar los Juegos Ol¨ªmpicos por segunda vez -la primera fue en Melbourne en 1956- desde la creaci¨®n de los Juegos en 1896.
Cerca de 5. 000 pubs dieron barra libre a la cerveza durante toda la noche, mientras que en los hoteles se serv¨ªa champ¨¢n en el desayuno para la legi¨®n de participantes en la fiesta.
La polic¨ªa control¨® en todo momento la alegr¨ªa de los celebrantes que se dirig¨ªan al Circular Quay. El temor a la tensi¨®n en la comunidad china de la ciudad se evapor¨® muy pronto. Los portavoces de la amplia colonia china hab¨ªan hecho una fuerte campa?a en contra de la designaci¨®n de Pek¨ªn, como protesta por la violaci¨®n de los derechos humanos en aquel pa¨ªs.
Los habitantes de Sidney hab¨ªan mantenido hasta el ¨²ltimo momento la esperanza de la designaci¨®n. Pero m¨¢s all¨¢ de la confianza, exist¨ªa el miedo provocado por la consideraci¨®n un¨¢nime que ten¨ªa Pek¨ªn como favorita, incluso en los dos ¨²nicos locales de apuestas que tienen licencia en Australia, en Alice Springs y en Darwin, en el territorio septentrional.
Los 3,6 millones de habitantes de Sidney parec¨ªan en la v¨ªspera m¨¢s confiados y unidos en torno a su candidatura que Melbourne, ciudad que perdi¨® frente a Atlanta en las votaciones para organizar los Juegos de 1996. Despu¨¦s de gastar 2.000 millones de pesetas en la preparaci¨®n de la candidatura durante los ¨²ltimos cinco a?os, los dirigentes del Comit¨¦ Ol¨ªmpico de Australia estaban convencidos de que presentaban el mejor proyecto t¨¦cnico y el que m¨¢s favorec¨ªa a los atletas. Este punto de vista fue reforzado por una comisi¨®n del COI que declar¨® que hace alg¨²n tiempo que Sidney ofrec¨ªa "unas condiciones por encima de las requeridas por el COI".
El cuartel del comit¨¦ organizador de Sidney, en HomebushBay, a unas pocos kil¨®metros del centro de la ciudad, es el ¨²nico que ofrec¨ªa la oportunidad de tener la Villa Ol¨ªmpica para atletas y jueces en el mismo lugar donde se celebrar¨¢n la mayor parte de las competiciones. Los encargados del proyecto dise?aron la Villa Ol¨ªmpica con la organizaci¨®n Greenpeace International, la primera vez en la historia de las Olimpiadas que se utiliza una amplia cantidad de elementos de desarrollo ecol¨®gico.
Gran decepci¨®n en China. La mayor decepci¨®n entre los perdedores. Los centros habilitados con grandes pantallas de televisi¨®n para el masivo seguimiento del anuncio efectuado desde Montecarlo se desalojaron con amarga pesadumbre, se rindieron las banderitas nacionales agitadas en Cant¨®n, en la plaza de Tiananmen o la Gran Muralla, y un silencio de funerales se adue?¨® de Pek¨ªn. Era poco despu¨¦s de las 2.30 de la madrugada y millones de chinos no acababan de cre¨¦rselo. La apuesta del gobierno comunista por la sede ol¨ªmpica del a?o 2000 hab¨ªa sido tan fuerte que s¨®lo una minor¨ªa crey¨® posible la derrota.La ceremonia fue retransmitida en directo por televisi¨®n y, aunque el Partido Comunista Chino (PCCH) pidi¨® que las emociones por el ¨¦xito o el fracaso no salieran de casa, miles esperaron el resultado en la calle convencidos de la victoria. No fue as¨ª y casi todos, con mantas y aparatos de radio, optaron por el regreso a casa.
La frustraci¨®n fue may¨²scula. El dispositivo de seguridad previsto para la jornada entr¨® en funcionamiento y las embajadas de Estados Unidos y el Reino Unido, cuyos gobiernos encabezaron la campa?a contra la candidatura del pa¨ªs m¨¢s poblado del mundo, fueron reforzadas en previsi¨®n de un posible asalto por turbas enfurecidas.
Confusi¨®n inicial
Primero hubo confusi¨®n. Cuando Juan Antonio Samaranch empez¨® por "Beijing" al leer por orden alfab¨¦tico y en ingl¨¦s el nombre de la ciudades en liza, muchos chinos creyeron que hab¨ªan ganado. En el principal centro de seguimiento se observ¨® c¨®mo los m¨¢s de 1.000 asistentes, enarbolando la ense?a nacional, prorrump¨ªan en v¨ªtores y aplausos. Inmediatamente, varios grupos de baile iniciaron la tradicional danza del le¨®n y se dispararon las bombas de humo previas a una celebraci¨®n que quer¨ªa ser hist¨®rica. Al error sigui¨® el aturdimiento, y el at¨®nito reconocimiento de que Pek¨ªn hab¨ªa perdido.
Conocido el fallo del Comit¨¦ Ol¨ªmpico, se public¨® un comunicado de aceptaci¨®n de la derrota. En ¨¦l se felicitaba a Sidney y se agradec¨ªa el entusiasta apoyo recibido desde todos los rincones de la naci¨®n. "No hay perdedores sino un ¨²nico ganador", subray¨® el texto.
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