Miles de polic¨ªas ocupan Mosc¨²
Barricadas y cargas de las fuerzas de seguridad en la capital rusa
SEBASTI?N SERRANOUna reluciente limusina de m¨¢s de siete metros, el s¨ªmbolo m¨¢s preciado de los nuevos ricos rusos, opt¨® por girar en redondo al ver que los manifestantes estaban montando una barricada en medio de la calle, en las cercan¨ªas de la Casa Blanca. Pronto hizo aparici¨®n la polic¨ªa y se produjeron las consabidas carreras. Eran m¨¢s de las 11 de la noche de ayer y Mosc¨² viv¨ªa las ¨²ltimas escaramuzas de una jornada en que la tensi¨®n subi¨® muchos puntos desde primera hora de la ma?ana, cuando la polic¨ªa efectu¨® en torno al Parlamento una exhibici¨®n de fuerza que record¨® las paradas de la ¨¦poca comunista. Hasta alambre de espinos fue utilizado para impedir el paso a los que quer¨ªan acudir a la Casa Blanca.
En cada punto de acceso, los efectivos y el material se dispon¨ªan en tres capas. Por delante, una hilera de polic¨ªas dotados de largos escudos; tras ellos, espirales de alambre de espinos sobre el suelo; y m¨¢s atr¨¢s, camiones de limpieza municipal amarillos o rojos pegados unos a otros de pared a pared. Todos juntos formaban un cintur¨®n de tres metros de grosor muy disuasorio.
El Ministerio del Interior se neg¨® a dar cifras, pero era evidente que los veh¨ªculos se contaban por centenares: autobuses reconvertidos en transporte de tropas, camiones grises, coches patrulla, ambulancias y los citados veh¨ªculos de limpieza, adem¨¢s de unos cuantos caballos que se guarec¨ªan de la lluvia bajo una rampa. Los polic¨ªas desplazados se contaban por millares y aparentemente hab¨ªan sido avituallados con todo lo que hab¨ªa en los almacenes: los hab¨ªa dotados de escudo de pl¨¢stico, de hierro oxidado o de metal brillante; con gorro de plato, casco verde de soldado o casco blanco con visera transparente; ni siquiera los chalecos antibalas eran todos iguales.
Las restricciones de paso eran absolutas para todo el mundo, periodistas incluidos, con las ¨²nicas excepciones de los vecinos y los trabajadores de la zona. Los vecinos pod¨ªan pasar, pero no siempre f¨¢cilmente, por lo que algunos manifestaban que estaban hartos del conflicto: desde el mi¨¦rcoles pasado, 5.000 abonados, cuyo n¨²mero de tel¨¦fono empieza por 205, tienen la l¨ªnea cortada. Unos moscovitas no especialmente politizados comentaban en la calle que jam¨¢s hab¨ªan visto un despliegue policial tan enorme en la ciudad. Con este inusitado despliegue, dijo uno de ellos, el Gobierno ha acabado por dar al encierro de la Casa Blanca una importancia que mucha gente no le conced¨ªa.
Ante uno de los accesos, pr¨®ximo al metro de Barricada, se hab¨ªan agolpado a mediod¨ªa un millar de partidarios de los diputados. A medida que avanzaba la tarde el n¨²mero fue aumentando y el roce con los polic¨ªas de la primera fila fue pasando a mayores. Pasadas las ocho, cuando los manifestantes eran ya unos 5.000, comenzaron los enfrentamientos. Los polic¨ªas golpeaban el suelo con sus escudos y luego se lanzaban a correr, porras en alto, golpeando. Cargas as¨ª se repitieron durante las tres horas siguientes. Al mismo tiempo, los manifestantes construyeron barricadas con farolas, coches, autobuses y cubos de basura, con las que cortaron la circulaci¨®n en varias calles, incluido el cintur¨®n de circunvalaci¨®n interior. El colapso circulatorio fue notable.
Un n¨²mero indeterminado de manifestantes y polic¨ªas resultaron heridos, incluido un agente que fue atropellado cuando sus compa?eros deshac¨ªan una barricada formada por varios trolebuses. Sobre la una de la madrugada, autobuses cargados con centenares de polic¨ªas abandonaron la zona. A esa hora, el alambre de espinos segu¨ªa, pero la vigilancia era ya menor.
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