Las goteras de Vel¨¢zquez y el paso alegre de la paz
El martes pasado, que era el d¨ªa del Pilar, ?recuerdan?, o el de la hispanidad, no s¨¦, o quiz¨¢ el de la raza, el caso es que era fiesta y llov¨ªa y llov¨ªa; el martes, digo, me levant¨¦ temprano y me fui al Museo del Prado para ver las goteras de Vel¨¢zquez. La sala estaba llena de gente que se sonre¨ªa por lo bajo y hac¨ªa comentarios sarc¨¢sticos mientras contemplaba el gota a gota que, como un suero letal, entraba en el torrente sangu¨ªneo de una de las pinacotecas m¨¢s importantes del universo mundo.Un se?or mayor, entre risitas, recomendaba a los asistentes que no hicieran mucha publicidad del suceso, no fuera que llegara a o¨ªdos del bar¨®n Thyssen y se llevara los cuadros a Suiza. Los visitantes, en general, contemplaban el espect¨¢culo como si estuvieran en casa de un cu?ado que presume mucho de coche y luego tiene goteras en el dormitorio. O sea, que la gente de Madrid mira el Prado como si el Prado fuera de su cu?ado y no suyo, y no es de extra?ar porque el director, un tal Gar¨ªn, se expresa como un cu?ado. O sea, que dijo que las goteras hab¨ªan sido localizadas, como si la gotera fuera un animal escurridizo al que hubiera que dar caza con armamento altamente avanzado. Recordaba al chiste ese del franquismo en el que un alcalde, advertido por la autoridad central de que en su pueblo va a haber un terremoto, responde a los dos d¨ªas al ministro con ese telegrama: "Movimiento s¨ªsmico totalmente sofocado; Epicentro y tres m¨¢s, fusilados. El pueblo, en la plaza, aclama al caudillo". En el momento de escribir estas l¨ªneas, el se?or Gar¨ªn contin¨²a en su puesto y no comprende que haya quien hable de dimisi¨®n con lo bien que ha sofocado ¨¦l su movimiento s¨ªsmico.
Relativamente cerca del museo, en la Castellana, hab¨ªa un desfile militar, y, no s¨¦ por qu¨¦, a m¨ª me pareci¨® que el desfile le ven¨ªa tan bien a las goteras como La Casera al vino Don Sim¨®n. Debe de ser algo subjetivo, porque en mi casa hab¨ªa muchas goteras y mi infancia estuvo llena de desfiles. Adem¨¢s, las gotas, al caer sobre la b¨®veda de la memoria, producen el ruido sordo de los tambores al paso alegre de la paz. Por cierto, que en la b¨®veda craneal del teatro Espa?ol, que es muy nuestro, tanto como un desfile militar, de ah¨ª su nombre, tambi¨¦n aparecieron filtraciones, que gusto, y tuvieron que suspender la representaci¨®n de Don Juan Tenorio, que era un golfo.
Total, que me fui al Museo de Ciencias Naturales para visitar la exposici¨®n de olores, y, en lugar de olerla, la tuve que ver, porque hab¨ªa m¨¢s gente que en la guerra metiendo las narices por todas partes y el espect¨¢culo resultaba un poco obsceno. Ya s¨¦ que es m¨¢s obsceno ver pasar una gotera rozando un cuadro de Vel¨¢zquez que una nariz inclinada sobre un recipiente de nuez moscada, pero los pecados de la vista, no s¨¦ por qu¨¦, me parecen veniales en comparaci¨®n con los del olfato. 0 sea, que yo veo un paquete de arroz lleno de gorgojos, que eran la prote¨ªna de las paellas de mi infancia, y no me escandalizo; al contrario, me gusta, como cuando abro una tableta de chocolate y aparece una divisi¨®n de gusanos desfilando al paso alegre de la paz: no s¨¦, estas cosas me traen recuerdos de cuando iba de la mano de mi padre por un Madrid que ten¨ªa el techo roto, y nos pon¨ªamos perdidos, porque tambi¨¦n el paraguas familiar estaba lleno de goteras por las que se colaba el agua que dibujaba en el abrigo prestado manchas de humedad que a lo mejor el d¨ªa de la raza, o el del Pilar, o el de la hispanidad, en fin, regresan a la superficie de la memoria, como las caras de B¨¦lmez, sobre todo si llueve y hay goteras y en el arroz aparecen gorgojos y en el chocolate gusanos, y los militares, en la Castellana, dios m¨ªo, al paso alegre de la paz. Pap¨¢.
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