La Europa que necesitamos
El Tribunal Constitucional alem¨¢n despej¨® hace unos d¨ªas las ¨²ltimas dudas: el Gobierno alem¨¢n puede ratificar el Tratado de Maastricht. Por tanto, a partir del pr¨®ximo d¨ªa 1 de noviembre, entrar¨¢ en vigor el Tratado de la Uni¨®n Europea.En los 22 meses transcurridos desde que los jefes de Estado y de Gobierno acordamos el contenido del tratado en la ya famosa ciudad holandesa, muchas cosas han cambiado. Por eso, ahora los responsables pol¨ªticos vamos a aplicar el Tratado de la Uni¨®n Europea en un marco distinto del que hab¨ªa en el momento de la firma. B¨¢sicamente, han sido tres los elementos de cambio:
1. Se ha generalizado la crisis econ¨®mica tras los fuertes impactos de las sucesivas crisis monetarias que condujeron a la modificaci¨®n de las bandas de fluctuaci¨®n de los tipos de cambio del SME.
2. Se ha hecho evidente el desorden mundial y europeo generado tras la desaparici¨®n -afortunadamente- del viejo orden, basado en el enfrentamiento de bloques.
3. Se ha agudizado el conflicto en la antigua Yugoslavia, con la sucesi¨®n de horrores y violencia en el drama inter¨¦tnico de Bosnia-Herzegovina.
Estos factores de riesgo e incertidumbre han extendido un cierto clima de pesimismo y escepticismo en torno al proyecto europeo. Todo se ha puesto en duda, cuando no se ha culpado directamente al Tratado de Maastricht -sin aplicar- de los males de nuestra situaci¨®n.
Algunos -como Don Quijote- han visto peligrosos gigantes agitando descomunales brazos donde no hab¨ªa sino simples molinos de viento, acosados, eso s¨ª, por un fuerte vendaval. Y han iniciado una batalla por su cuenta contra el ¨²nico proyecto s¨®lido que han sido capaces de elaborar los pa¨ªses europeos a lo largo de su ya milenaria historia: la integraci¨®n europea.
El proyecto de la Uni¨®n Europa puede y debe ser criticable, pero constituye la ¨²nica alternativa para resolver nuestros problemas comunes. La nueva utop¨ªa europea no es hoy la de la integraci¨®n, sino la de quienes pretenden la vuelta a lo que fue la Europa de nuestros abuelos, para regresar a un escenario de: enfrentamiento y competencia entre naciones a cual m¨¢s fuerte.
El fen¨®meno de repliegue o introspecci¨®n hacia lo exclusivamente nacional es una tentaci¨®n comprensible en tiempos de desconcierto cuando proviene del ciudadano, pero es menos comprensible cuando procede de los responsables pol¨ªticos. Simplemente no es una opci¨®n pr¨¢ctica en un mundo que, nos guste o no, se caracteriza cada vez m¨¢s por la globalidad de los problemas y retos y por la interacci¨®n de las soluciones y de sus mecanismos de respuesta.
La clave del ¨¦xito de la construcci¨®n europea, aparte de sus logros pol¨ªticos y materiales, ha residido b¨¢sicamente en la fiabilidad de los objetivos y de los medios puestos para su consecuci¨®n.
En 1950, el tratado que institu¨ªa la Comunidad Europea del Carb¨®n y el Acero no fue m¨¢s debatido y explicado que el Tratado de Maastricht. Ni tampoco en 1957 los tratados de Roma que crearon la CEE y el Euratom fueron m¨¢s debatidos. Entonces era clara la conciencia europea de conseguir paz, esta bilidad y progreso, de conseguir un orden justo en el drama europeo.
En 1992 fue m¨¢s dif¨ªcil explicar a nuestros ciudadanos que el Tratado de Maastricht para la Uni¨®n Europea pretend¨ªa y pretende ser el marco para ordenar el mundo resultante del final de la guerra fr¨ªa. Al igual que entonces, se pretende ahora dar un salto cualitativo para que los problemas econ¨®micos y de seguridad no se solucionen con tentaciones nacionalistas.
El proyecto de integraci¨®n europea ha permitido, entre otras muchas cosas, la recuperaci¨®n de la unidad de Alemania, la incorporaci¨®n de la pe n¨ªnsula Ib¨¦rica al conjunto de las naciones democr¨¢ticas y de sarrolladas, la polarizaci¨®n de la historia de los pa¨ªses europeos en torno a la idea de integraci¨®n.
La CE ha proporcionado en todo momento un foro ¨²nico en el que cualquier Estado miembro -grande o peque?o- ha podido influir y ser respetado por igual, sin temor a la realidad del juego de las grandes potencias de anta?o, logr¨¢ndose as¨ª realizar el viejo sue?o de acabar con los conflictos armados en el continente europeo.
Europa dio un paso gigantesco al sustituir la pol¨ªtica de ca?ones por la de la mantequilla, como acostumbraba a de nominar Paul Samuelson; al tr¨¢nsito de una econom¨ªa de guerra a otra de paz. Europa creci¨® dentro de una econom¨ªa de paz con una clara voluntad de hacerla colectiva y permanente, sin vuelta atr¨¢s. La clave del triunfo radic¨® en dos ideas fundamentales: la primera, que ning¨²n inter¨¦s particular prevalecer¨ªa por la fuerza sobre el com¨²n o que el inter¨¦s de los grandes se impusiera al de los peque?os; la segunda, que el pro ceso se basar¨ªa en un m¨¦todo funcional, avanzando a medida que los resultados fuesen haciendo imprescindibles los nuevos pasos.
Este, marco consolid¨® la paz y trajo la estabilidad y la prosperidad. Ning¨²n Estado miembro lo puso en tela de juicio.
Ha sido el factor europeo, la integraci¨®n, lo que ha dado sentido a las relaciones entre los Estados. Ha sido el hecho de compartir un proyecto com¨²n el que ha limado las asperezas de los diferentes puntos de vista.
Nos hemos acostumbrado a discutir con fuerza y vigor sobre excedentes agr¨ªcolas, contingentes arancelarios, reconversiones industriales, pero desde la perspectiva de un proyecto com¨²n. Cada uno de nosotros ha defendido con firmeza los intereses nacionales, pero nunca se ha puesto en duda la existencia de un inter¨¦s comunitario, ni el ejercicio de la solidaridad. ?ste es uno de los grandes elementos innovadores de nuestro proyecto: la solidaridad entre los desiguales que participan en una empresa com¨²n. Cada uno aporta lo que tiene para procurar el progreso de todos.
Esa empresa com¨²n no quiere decir que vayamos hacia un superestado europeo, centralista e irrespetuoso de las identidades nacionales o regionales. Quienes as¨ª califican el Tratado de la Uni¨®n Europea no han comprendido nunca el verdadero esp¨ªritu del mismo.
El problema es que usamos la "teor¨ªa del Estado" o el "derecho constitucional" para intentar una calificaci¨®n del proyecto europeo. Pero no nos sirven, como tampoco las categor¨ªas cl¨¢sicas del derecho internacional. Lo nuestro es la Uni¨®n Pol¨ªtica. ?Qu¨¦ quiere decir? ?Una federaci¨®n o una confederaci¨®n? Quiz¨¢, pero no necesariamente. ?Una alianza ocasional de Estados? Desde luego que no. ?Entonces? Uni¨®n Pol¨ªtica, que incluye la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria y que tiene unos elementos distintivos:
1. Los sujetos activos son los Estados, sometidos a las transformaciones l¨®gicas derivadas de un mundo interdependiente.
Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior
2. Las decisiones se toman con, por y para los ciudadanos, verdaderos destinatarios de las mismas. Por tanto, de manera eficaz, sin poner en peligro el proyecto com¨²n.
3. A partir de unas pol¨ªticas comunes y de un mercado ¨²nico, se coordinan las pol¨ªticas econ¨®micas para lograr el m¨¢ximo de convergencia posible.
4. Se fomenta la solidaridad para que todos se sientan part¨ªcipes en igualdad de oportunidades.
5. Se crean progresivamente los instrumentos que hagan posible la uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha entre los pueblos.
6. Se respeta la identidad, peculiaridad y singularidad de cada aldea, regi¨®n o naci¨®n, poniendo esta diversidad al servicio de un inter¨¦s colectivo.
Sobre estas bases, los jefes de Estado y de Gobierno nos reuniremos el pr¨®ximo d¨ªa 29 en Bruselas para dar un impulso renovado al Tratado de la Uni¨®n. Tenemos que tomar decisiones que tengan en cuenta la realidad presente y los, graves problemas de desempleo y recesi¨®n que afectan a nuestros pa¨ªses, para que los ciudadanos comprendan mejor lo que hacemos.
Ocuparnos de los problemas m¨¢s acuciantes no implica en ning¨²n caso poner en duda los objetivos y los contenidos del tratado:
- Hay que pasar a la fase segunda de la UEM el 1 de enero de. 1994, como estaba previsto.
- Hay que impulsar una estrategia coordinada para crear empleo, para ganar competitividad y para garantizar financieramente un sistema de bienestar para nuestros ciudadanos.
En este sentido, el Instituto Europeo podr¨¢ actuar desde el principio como instrumento para favorecer la coordinaci¨®n y la convergencia real de las econom¨ªas.
-Hay que tomar una decisi¨®n sobre la sede del Instituto Monetario Europeo y de las otras sedes de agencias e instituciones. Para la primera, me parece dificil imaginar una candidatura distinta de la de Alemania. Para las otras habr¨¢ que tener en cuenta a los pa¨ªses que no tienen ninguna sede. Pero nadie puede bloquear ya este reparto.
- Hay que estudiar la manera de hacer compatible la Uni¨®n Monetaria, en el horizonte previsible, con la convergencia econ¨®mica. En v¨ªsperas del Consejo Europeo de Birmingham, hace un a?o, justo despu¨¦s de la primera tormenta monetaria, en reuniones con varios jefes de Gobierno europeos, propuse atacar a fondo el problema monetario y actuar coordinadamente. Algunos se resistieron a actuar de manera conjunta y rechazaron discutir aquella cuesti¨®n, que era la que m¨¢s preocupaba a nuestros ciudadanos en aquel momento. Las consecuencias bien claras est¨¢n.
-Hay que intentar conciliar los intereses de todos en las negociaciones del GATT, pero sin complejos de culpabilidad. La Comunidad Europea es la zona comercial m¨¢s abierta del mundo, y a menudo es acusada de lo contrario. La soluci¨®n no es el proteccionismo, sino la expansi¨®n del comercio, desde la defensa de intereses leg¨ªtimos que afectan a nuestros agricultores o a nuestra propia identidad cultural.
- Hay que preparar la ampliaci¨®n a los pa¨ªses candidatos de la EFTA. S¨®lo depender¨¢ de la voluntad de sus ciudadanos, ya que, estoy seguro, no habr¨¢ un solo Parlamento entre los Doce que no apruebe mayoritariamente la entrada de los nuevos miembros.
La Comunidad, por su parte, tendr¨¢ que preservar los equilibrios institucionales actuales en el marco ampliado y acometer, con todos, las reformas necesarias para garantizar un funcionamiento eficaz.
- Hay que preparar adecuadamente las elecciones al Parlamento Europeo de junio de 1994 para que esta C¨¢mara pueda desarrollar las tareas nuevas que le encomienda el Tratado de la Uni¨®n y centrar su labor diaria de acuerdo con las competencias de los tratados.
- Hay que dotar a la Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad Com¨²n (PESC) de los instrumentos operativos que le permitan actuar con prontitud en los conflictos o en las cuestiones en las que haya una posici¨®n com¨²n. El drama actual de Bosnia y el potencial conflictivo que todav¨ªa encierra deber¨ªan estimularnos en esta direcci¨®n.
Mientras dise?amos un esquema de seguridad global para el continente, compatible con la OTAN y con el desarrollo de la PESC, hay que ofrecer una garant¨ªa de seguridad a los pa¨ªses de Europa central y oriental que no tienen ning¨²n sistema de protecci¨®n, y hay que asociarlos, lo m¨¢s que se pueda, a las decisiones pol¨ªticas de la Uni¨®n Europea, mientras se preparan para ser miembros de pleno derecho m¨¢s adelante.
Yo creo que Espa?a debe ser una de las piezas b¨¢sicas de ese proyecto, porque es bueno para su futuro y para el futuro de Europa. Como responsable del Gobierno de la naci¨®n, he intentado hacer frente a la situaci¨®n de crisis econ¨®mica con seriedad y rigor, buscando por la v¨ªa presupuestaria la contenci¨®n del gasto p¨²blico, intentando un pacto global de rentas para favorecer la competitividad y consolidar los logros del Estado del bienestar y la creaci¨®n de empleo como prioridad fundamental.
Estoy seguro de que los ciudadanos espa?oles y europeos comprender¨¢n que las decisiones dif¨ªciles son siempre las m¨¢s necesarias. Es importante que todos nos sintamos part¨ªcipes de una empresa com¨²n y, por consiguiente, que asumamos las dificultades con solidaridad, sin perder el rumbo. Nunca nos perdonar¨ªamos haber puesto en duda nuestros objetivos o haber renunciado a ellos debido a las dificultades del momento. Como dec¨ªa Willy Brandt: "S¨®lo nos puede derrotar la resignaci¨®n, no la dificultad".
Este es el momento de la acci¨®n. Olvidadas las incertidumbres sobre el Tratado de Maastricht, no nos permitamos ninguna vacilaci¨®n. Apliquemos las decisiones, siempre con esp¨ªritu cr¨ªtico, pero con valent¨ªa para que los ciudadanos comprendan que en sus manos est¨¢ el conseguir un futuro de progreso e integraci¨®n. Bienvenida sea la Uni¨®n Europea. Pong¨¢monos a trabajar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Opini¨®n
- Reglamentos
- Adjudicaci¨®n contratos
- AEMA
- Tratado Maastricht
- Agencia Europea Medicamento
- Dinamarca
- Refer¨¦ndum
- Contratos administrativos
- Reino Unido
- Uni¨®n Europea
- Derecho administrativo
- Europa occidental
- Escandinavia
- Justicia deportiva
- Elecciones
- Organizaciones internacionales
- Europa
- Relaciones exteriores
- Espa?a
- Deportes
- Administraci¨®n p¨²blica
- Pol¨ªtica