El trauma de Maastricht
Con la entrada en vigor del Tratado de la Uni¨®n Europea concluye el episodio m¨¢s turbulento de la historia de la CE
Los jefes de Gobierno y de Estado de los Doce no pod¨ªan pensar, aquel 10 de diciembre de 1991, que los acuerdos que acababan de adoptar iban a dar lugar a la ratificaci¨®n m¨¢s larga y turbulenta de la historia de la Comunidad Europea (CE). No pod¨ªan imaginar tampoco que el nombre de la encantadora ciudad holandesa que los acogi¨®, Maastricht, quedar¨ªa asociado a partir de entonces a todos los males del continente, desde la recesi¨®n econ¨®mica, que entonces apenas se intu¨ªa, hasta la guerra en la ex Yugoslavia. La realidad es que el Tratado de Uni¨®n Europea, que deb¨ªa proporcionar un nuevo horizonte a la CE para entrar en el a?o 2000, ha sido durante dos a?os un calvario para los europeos. Y su entrada en vigor ayer es un alivio para todos.El debate ahora se polariza entre quienes aseguran que el tratado ha nacido muerto y quienes dicen que, a pesar de la cat¨¢strofe, hay un camino trazado que permitir¨¢ a la CE seguir andando hacia la Uni¨®n. Como ha sucedido durante la ratificaci¨®n, los primeros se dedicar¨¢n tambi¨¦n a obstaculizar la aplicaci¨®n, y los segundos, a sacar todo el jugo posible al nuevo tratado. Pero ni los euroesc¨¦pticos ni los federalistas de pura cepa pueden darse por satisfechos.
No puede satisfacer a los enemigos de la Uni¨®n Europea un tratado que adopta precisamente el nombre maldito. Tampoco puede gustar a los federales un texto que s¨®lo crea el mecanismo para decidir alg¨²n d¨ªa si se avanza m¨¢s en la Uni¨®n, sin que en s¨ª mismo suponga todav¨ªa ning¨²n paso sustancial, tal como ha reconocido el Tribunal Constitucional alem¨¢n en su sentencia. El resultado final que han obtenido unos y otros es pr¨¢cticamente el mismo de la cumbre de Maastricht que alumbr¨® el tratado: la v¨ªa media que nada resuelve, el eterno empate.
En los 23 meses transcurridos, sin embargo, han pasado m¨¢s cosas que el puro enfrentamiento entre las dos grandes tendencias pol¨ªticas europeas. El Sistema Monetario Europeo (SME) se ha convertido en un bulevar de flotaci¨®n de las monedas dentro de una horquilla del 30%, despu¨¦s de que dos monedas, la libra y la lira, abandonaran el sistema y se produjeran tres devaluaciones.
Criterios de convergencia
Cuando la cumbre de Maastricht adopt¨® el Tratado, cuatro pa¨ªses (Alemania, Dinamarca, Francia y Luxemburgo) cumpl¨ªan con los criterios de convergencia necesarios para participar en la moneda ¨²nica (fluctuaci¨®n en la banda estrecha del +/-2,25% del SME durante dos a?os, inflaci¨®n no superior al 1,5% de los tres pa¨ªses mejores, d¨¦ficit inferior al 3% del producto interior bruto, deuda p¨²blica inferior al 60% y tipos de inter¨¦s que no excedan en un 2% durante un a?o a los de los tres pa¨ªses mejores en inflaci¨®n).
Varios pa¨ªses m¨¢s cumpl¨ªan con tres y dos criterios y contaban con posibilidades de mejorar. Buen n¨²mero de los socios de la EFTA (Asociaci¨®n Europea de Libre Comercio), candidatos a la ampliaci¨®n, cumpl¨ªan con todos los criterios y ten¨ªan sus monedas vinculadas al ecu. La fecha de 1997, primera cita para convertir en realidad el ecu como moneda ¨²nica, no parec¨ªa una quimera. Hoy los criterios de convergencia se han convertido en un enunciado de buenas intenciones y ni un solo pa¨ªs est¨¢ en regla con Maastricht, principalmente debido a la flotaci¨®n de las monedas y a que se han disparado el d¨¦ficit y la deuda. Los ministros de Econom¨ªa se dar¨ªan con un canto en los dientes si funcionara la fecha de 1999, en que est¨¢ prevista la segunda oportunidad para la moneda ¨²nica.
El pilar monetario de la Uni¨®n Europea est¨¢ en ruinas. Los otros dos pilares, la PESC (Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad Com¨²n) y la pol¨ªtica interior y judicial, est¨¢n por hacer y depender¨¢n de la capacidad de los Doce de obtener la unanimidad en las acciones comunes sobre la ex Yugoslavia o sobre el derecho de asilo, Este tipo de actuaci¨®n permitir¨¢ luego aplicar las medidas m¨¢s ¨¢gilmente mediante el sistema de mayor¨ªa cualificada (54 sobre 76 votos ponderados, seg¨²n el peso de cada pa¨ªs).
Mala suerte
Adem¨¢s, el signo de la mala suerte parece haberse asociado a Maastricht. El turno semestral, que permite a todos los pa¨ªses presidir el Consejo de Ministros y encabezar las iniciativas diplom¨¢ticas m¨¢s trascendentes de los Doce, suele ser una ocasi¨®n de lucimiento internacional, principalmente para los pa¨ªses peque?os. Pero desde que empez¨® la discusi¨®n del tratado, la mala suerte ha acompa?ado a la presidencia. La ¨²nica que consigue eludirla, por el momento, es la belga, que ha visto coronado su esfuerzo para que entre en vigor.
Empez¨® Portugal (primer semestre de 1992), que organiz¨® la cumbre de Lisboa en junio ya en pleno desconcierto ocasionado por el resultado negativo del refer¨¦ndum dan¨¦s. Sigui¨® el Reino Unido (segundo semestre de 1992), cuyo primer, ministro se vio obligado a enfrentarse a una rebeli¨®n euroesc¨¦ptica en su propio partido y a realizar una ratificaci¨®n cansina y tortuosa en la C¨¢mara de los Comunes. La cumbre extraordinaria de Edimburgo, en noviembre de 1992, destinada a dar garant¨ªas a los daneses, se vio empa?ada por una nueva crisis del carb¨®n, que dio pie a decenas de cierres de pozos. Fue el annus horribilis de la reina de Inglaterra, plagado de esc¨¢ndalos familiares. Tambi¨¦n lo fue para John Major, que en varias ocasiones estuvo a punto de dar el traspi¨¦ irreversible.
La presidencia danesa (primer semestre de 1993) empez¨® tambi¨¦n muy mal. El Gobierno del conservador Poul Schl¨¹ter cay¨® al d¨ªa siguiente de la presentaci¨®n de su programa semestral, pr¨¢cticamente ante los ojos sorprendidos de la entera Comisi¨®n Europea y de toda la prensa internacional convocada para la ocasi¨®n. El m¨¦rito de aprobar Maastricht en un segundo refer¨¦ndum fue todo entero para su rival, Poul Nyrup Rasmussen.
Tampoco la presidencia belga (segundo semestre de 1993) se ha librado de un cierto mal ag¨¹ero. Al mes de su inauguraci¨®n, el Sistema Monetario Europeo se convirti¨® en un grupo de monedas en flotaci¨®n y la misma noche mor¨ªa fulminado por un ataque cardiaco el rey Balduino I, dando pie a todo tipo de temores sobre el futuro del pa¨ªs.
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