Respuesta a Mario Vargas Llosa
?Qu¨¦ vehemencia, querido Mario, contra "la excepci¨®n cultural" y los peque?os demagogos y chovinistas" de este pa¨ªs! Tu falta de informaci¨®n me ha hecho recordar a aquellos "intelectuales comprometidos", de anta?o que se acaloraban por la liberaci¨®n de Kainchatka sin llegar a localizarla del todo en un mapamundi. Como t¨² llevas a gala el no poner al servicio de la demagogia liberal de hoy las malas costumbres de los comunistas de ayer, concluyo que tu buena fe ha sido cogida por sorpresa. As¨ª que perm¨ªteme que te recuerde cu¨¢les son los hechos. A un intelectual irresponsable, a la antigua, pueden traerle sin cuidado. A ti, no.Parece ser que Francia, escribes, quiere que se "impongan cuotas m¨ªnimas (...) de pel¨ªculas (...) a los circuitos cinematogr¨¢ficos", exigiendo "que, por lo menos, la mitad de las pel¨ªculas en pantalla grande ( ... ) sean producidas en Francia".
Tonter¨ªas. El cine franc¨¦s no tiene m¨¢s que el 35% del mercado franc¨¦s en salas; el cine estadounidense, casi el 60% (el 80% en Alemania, 93% en el Reino Unido). Nadie desea, ni puede, imponer a las empresas privadas de distribuci¨®n una pauta de conducta (Parque Jur¨¢sico se estrena en 450 salas en Francia, Germinal en 350). S¨®lo se trata de que las cadenas de televisi¨®n dejen el 40% a las producciones estadounidenses y el 60% de los programas a las producciones de los 12 pa¨ªses de la CE, y no s¨®lo de Francia, como t¨² dices. La "apertura ( ... ) del mercado franc¨¦s a la competencia extranjera" no es, por consiguiente, una perspectiva como para "estremecerse de p¨¢nico". Es un hecho consentido, consumado y deliberado.
Hablas de una "poderosa industria audiovisual" en busca de "una renta de situaci¨®n". Y como no mencionas la presi¨®n planetaria y cien veces mejor financiada de Jack Valenti, presidente de la asociaci¨®n de las compa?¨ªas majors hollywoodienses (la MPAA), ni tampoco mencionas las intervenciones del Ejecutivo estadounidense a favor de estos intereses, el lector deduce que los norteamericanos defienden unos principios y los franceses sus cuartos. ?Y si fuera a la inversa? La industria audiovisual representa el segundo sector m¨¢s importante de exportaci¨®n de Estados Unidos hacia Europa, y las empresas majors, que tienen que rentabilizar los fabulosos costes de su superproducci¨®n, quieren controlar a partir de ahora todos los mercados extranjeros. Este control se ejerce hoy d¨ªa a trav¨¦s de la televisi¨®n, principal demandante y verdadero patrocinador del cine. Quien controla las redes de difusi¨®n controla la creaci¨®n de las im¨¢genes. Y es que, en este mercado tan condicionado, la demanda del p¨²blico no determina la oferta, como t¨² pareces creer. La oferta de im¨¢genes est¨¢ determinada por las expectativas de beneficios del distribuidor privado, que dicta as¨ª su e lecci¨®n al telespectador.
?Qu¨¦ pensar¨ªas t¨² de un mundo en el que un libro del que se supiera de antemano que su tirada no iba a llegar a los 100.000 ejemplares en los seis primeros meses no pudiera materialmente escribirse?
Adi¨®s a Proust, a Joyce y a C¨¦line. ?Adi¨®s a Vargas Llosa? Un producto comercial se hace para la clientela; una obra cultural debe inventarse su p¨²blico, a menudo contra los gustos inmediatos de la mayor¨ªa. La ley de la m¨¢xima audiencia y de la rentabilidad a corto plazo y a diestro y, siniestro, impuesta por un megasistema de distribuci¨®n mundial, ser¨ªa la muerte de los diletantes como Rossellini y Cocteau, de los aficionados solitarios como Cassavetes y Godard, pues el cine no s¨®lo lo hace la gran industria. Pero tambi¨¦n ser¨ªa el fin de cierta idea de la sociedad, nacida en la Europa de las Luces, que no prohibe el contacto del esp¨ªritu con el dinero, pero que coloca el inter¨¦s espiritual por encima del material. Considerar al productor de una pel¨ªcula como su verdadero autor, con omnipotencia sobre el contenido de esa obra, es sustituir tarde o temprano la calidad por la cantidad: magno problema.
Lo que es bueno para la Columbia y la Warner Bross es bueno para Estados Unidos, vale; la cuesti¨®n ahora es saber si es bueno para la humanidad. Porque, a menos que se considere a Le Pen la encarnaci¨®n de todos los franceses (lo cual ser¨ªa tan leg¨ªtimo como considerar al presidente Gonzalo representante de los peruanos), ?qui¨¦n, aparte de ti, ha hablado de "lo franc¨¦s", de "el honor nacional" y de "lo aut¨¦nticamente franc¨¦s" (t¨¦rminos ajenos a nuestro concepto de ciudadan¨ªa, que ignora todo criterio de raza, de sangre, de idioma o de genealog¨ªa)? ?No te ha dicho nadie que Arte, ¨²nica cadena de televisi¨®n totalmente subvencionada en Francia con dinero p¨²blico, es la primera cadena transnacional de Europa, franco-alemana al principio? ?Que las primeras pel¨ªculas que ofreci¨® al p¨²blico, nada m¨¢s inaugurarse, fueron una de Wenders, una de Ettore Scola, una de Huston y una de Kurosawa? ?Sabes que gracias a los avances de automatizaci¨®n de la producci¨®n ya ni siquiera hace falta que el rodaje sea en franc¨¦s? ?Que nuestro Centro Nacional de Cinematograf¨ªa dispone de un fondo especial para Europa central y del Este? Me alegro de que mi dinero de ciudadano-espectador haya permitido este a?o al finland¨¦s Kaurismaki y al polaco Kieslovski venir a rodar a Francia, como hicieron en tiempos Luis Bu?uel y Orson Welles, Fellini y Ruy Guerra (que, por decisi¨®n de la Paramount, no pudo rodar tu magn¨ªfico gui¨®n basado en La guerra del fin del mundo). Y qui¨¦n sabe, ma?ana tal vez Woody Allen o Bob Wilson, esos grandes estadounidenses para los que Europa es un respiro. Porque todos tenemos dos progenitores: el cine norteamericano y el europeo, y no queremos tener que elegir entre pap¨¢ y mam¨¢. "Definir 'lo franc¨¦s' es una empresa inevitablemente absurda" -no sabes cu¨¢nto- Pero no estar¨ªa mal definir "lo europeo", ya que "lo norteamericano" no duda nada de s¨ª mismo.
A decir verdad, de lo que se trata es de todos los colonizados, para evitar que los cines espa?ol, brasile?o, argentino, canadiense, indio y otros se encuentren reducidos a un gueto, a folclor, condenados "al peque?o mercado local de un 10%" que el poder imperial reserva para las diversiones perif¨¦ricas. Lo que est¨¢ en juego es la supervivencia de los que no tienen voz ni im¨¢genes, sea cual sea el idioma. Si no se tratara m¨¢s que de la excepci¨®n francesa, ?crees que los cineastas Angelopoulos (griego), Delvaux (belga), Konchalowski (ruso - estado un ?den se), Wiin Wenders (alem¨¢n), Francesco Ros? (italiano), habr¨ªan acudido a Bruselas para protestar? La ¨²nica cuesti¨®n es ¨¦sta: ?tenemos derecho hoy a hacer que en el mundo circulen varias interpretaciones del mundo o una sola? En caso afirmativo, ?queremos contar con los medios para hacerlo?
Estamos de acuerdo, querido Mario: igual que la ciencia, el arte debe escapar a toda costa de las divisiones de nacionalidad y de ideolog¨ªa. El nacionalismo art¨ªstico desemboca enseguida en lo mediocre o en lo odioso, o en ambos a la vez. As¨ª que haces bien en incitar a nuestros art¨ªfices de im¨¢genes a "ir a conquistar a 250 millones de norteamericanos". S¨®lo que hay un problema: los norteamericanos consideran inaceptables esas pel¨ªculas extranjeras dobladas o incluso subtituladas, que nosotros aceptamos de buen grado: el homo sapiens es english speaking o no es. Resultado: la producci¨®n mundial no ocupa ni el 2% de las pantallas norteamericanas. ?Qui¨¦n restringe la fe de estos ciudadanos? ?Qui¨¦n "rechaza como veneno mortal todo lo que venga de otras lenguas y culturas"? Tienes raz¨®n al recordar que la cultura es intercambio y mestizaje, pero te equivocas de interlocutor: en este caso, el garante del pluralismo es Europa. Estados Unidos prohibe toda participaci¨®n extranjera superior al 25% en sus empresas de radiodifusi¨®n. All¨ª velan por sus leyes antitrust y por los abusos derivados de una posici¨®n dominante. Lo que pase en el exterior les trae sin cuidado (porque, desde Atenas, la democracia en el interior nunca ha impedido el imperialismo en el exterior). ?Por qu¨¦ toda medida de protecci¨®n nacional al otro lado del Atl¨¢ntico es un homenaje a la libre empresa, y cualquier b¨²squeda de un margen de autonom¨ªa aqu¨ª, un s¨ªntoma de tribalismo? ?Es que no hay m¨¢s que un patriotismo autorizado en esta tierra? ?Y un solo pueblo, por grande que sea, como encarnaci¨®n de la especie humana? El dogma del libre intercambio de las im¨¢genes debe universalizar el antiguo "que se callen los pobres" ese pobre cuya imagen sube hasta Dios, tal vez, pero tan pocas veces hasta nuestras pantallas. Porque all¨ª donde hay d¨¦biles y fuertes, "la libertad oprime y la ley libera". La f¨®rmula no es de un marxista, puedes estar tranquilo, sino de un cat¨®lico franc¨¦s del siglo pasado, Lamennais. Cuando pidi¨® una ley para prohibir que los ni?os trabajaran en las minas de carb¨®n, hubo gente bien pensante que denunci¨® en ello una traba policial a la libertad: la que les gusta tener a los zorros en los gallineros. Los italianos han obedecido a la consigna de "libre competencia comercial": su cine est¨¢ muriendo por eso (de 200 a menos de 20 pel¨ªculas por a?o). ?Ayudara el fin de Cinecitt¨¢ a la "difusi¨®n de culturas diferentes" que t¨² a?oras? En Alemania, el cine de autor no habr¨ªa podido sobrevivir sin los fondos p¨²blicos. Y ya ves a qu¨¦ desierto cultural conduce el capitalismo tejano de importaci¨®n a, toda la Europa del Este: cierre de los teatros, de los estudios, (te las editoriales. En cuanto a Francia, lo que fomenta lo que t¨² llamas las subvenciones burocr¨¢ticas no, es un impuesto del Estado, sino una carga fiscal voluntariamente consentida por la profesi¨®n sobre el precio de las entradas, y que no es m¨¢s que un mecanismo de redistribuci¨®n de los beneficios.
El director de la Wamer dec¨ªa el otro d¨ªa al presidente de Arte:
"Vosotros, los franceses, sois excelentes con los quesos, los vinos y la moda. Nosotros, con las pel¨ªculas. As¨ª que dejadnos a nosotros las im¨¢genes y seguid haciendo quesos". En otros t¨¦rminos: dejad que nosotros demos forma a las almas y ocupados de los vientres. Mientras que un queso es un producto como otros mil, una pel¨ªcula es una m¨¢quina de producirseres humanos. Hasta el telefilme -con un asesinato por minuto, en general- forma un consumidor estereotipado, de Este a Oeste. F¨²nebre homogeneidad.
T¨² lo sabes bien: uno no se parece a lo que come, pero siempre acaba pareci¨¦ndose a lo que lee, y ahora, a lo que mira. Vivir es contarse historias. Hace cuatro d¨ªas estaban sobre. papel; hace nada, sobre celuloide, y ahora, en soporte electr¨®nico. Seg¨²n que un joven se cuente Easy rider o Morir en Madrid, El acorazado Po temkin o Ciudadano Kane, variar¨¢ su destino. La imagen gobierna nuestros sue?o s, y los sue?os, nuestras acciones. Nunca se ha visto una conquista gastron¨®mica del mundo: ?cu¨¢l es el desaf¨ªo moral del chop-swey, del camembert o de la paella? Pero una hegemon¨ªa pol¨ªtica supone siempre la extinci¨®n de las miradas diferentes. No es casualidad que, desde 1947, los sucesivos presidentes estadounidenses hayan exigido en los acuerdos bilaterales la apertura de las salas extranjeras a un cupo determinado de pel¨ªculas estadounidenses. Hasta llegaron a amenazar hace poco con boicotear a Turqu¨ªa para disuadirla de la intenci¨®n de reservar una cuarta parte de su mercado a sus propias pel¨ªculas.
?"La internacionalizaci¨®n de la econom¨ªa es un hecho imparable"? Desde luego. Raz¨®n de m¨¢s para salvar a Arlequ¨ªn, con contrapoderes decididos. La monocultura que colorea el mundo imaginario de la gente en monocrom¨ªa prepara un ma?ana triste.
La proletarizaci¨®n cultural de tres cuartas partes de la humanidad producir¨¢ en el siglo XXI unos rebeldes m¨¢s empecinados y numerosos que los proletarios econ¨®micos del XIX. Esta peque?a batalla sobre el GATT, probablemente perdida (ya que, a pesar de su doble ret¨®rica, nuestros dirigentes y nuestras ¨¦lites consienten desde hace tiempo la raz¨®n liberal del m¨¢s fuerte), no ser¨ªa m¨¢s que una an¨¦cdota corporativa si no encajara en un cuadro de conjunto. Son las memorias colectivas -que se llaman "civilizaciones"- las que ma?ana se declarar¨¢n la guerra. Y somos nosotros, en, el Norte, los que la hemos iniciado, porque la fuerza ciega a los fuertes. ?Queremos convertir el planeta en supermercado para no dejar a los pueblos m¨¢s remedio que elegir entre el ayatol¨¢ local o la Coca-Cola? Ind¨ªgenas contra yuppies: esta divergencia divide a todos los pa¨ªses. Tengamos cuidado, no sea que el alma de las culturas minoritarias, al no encontrar ya d¨®nde expresarse, transformada en extranjera en su propio pa¨ªs, se vaya a buscar un exutorio en las peores regresiones indigenistas o intregristas. Es un mundo de regresiones de identidad y xenofobia el que preparan, inconscientemente y por reacci¨®n, las secuelas de la imagen-sonido ¨²nico. T¨² conoces el horror est¨¦ril de estas repercusiones imprevistas. As¨ª que ?por qu¨¦ no decir juntos no a la idiotez imperial de los m¨¢s ricos, que no lo ser¨¢n siempre? El imperio americano pasar¨¢, como los otros. Al menos, hagamos las cosas de tal manera que no deje tras s¨ª escombros irreparables en nuestras reservas de creatividad. La ecolog¨ªa se consagra a la biodiversidad de los entornos naturales. ?No te parece que ya va siendo hora de proteger tambi¨¦n los ecosistemas del mundo cultural? ?Qui¨¦n habla de aire puro? Un poco de aire a secas bastar¨ªa.
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