Las soledades del amor
Hay amores ¨²nicos, profundos como el mar de las r¨ªas bajas, apaciguado por suaves r¨ªos rumorosos que frenan la impetuosidad de sus aguas, y otros sucesivos, agitados cual olas del Atl¨¢ntico enfurecido. La vida y obra de Jan Veermer simbolizan la calma dichosa del amor. El 5 de abril de 1653, este pintor holand¨¦s encuentra, en una calle estrecha de Delft, a la mujer que repetidamente hab¨ªa pintado: rubia, ojos azules, serena e ¨ªntima, y se descubri¨® artista por el amor. Dej¨® de tener sue?os de felicidad porque logr¨® plasmar el suyo verdadero: la quietud. Durante la vida matrimonial se cre¨® entre ellos una soledad cari?osa, tierna, tal dos estrellas vecinas, pero distantes. Este amor ¨²nico lo plasm¨® en su cuadro La se?ora azul, una mujer que recibe una carta y se entrega a leerla sol¨ªcita y atenta, con profunda gravedad.El poeta gallego Manuel Antonio, en su obra De catro a catro, expresa la unidad esencial del amor a trav¨¦s de sus poemas sobre el mar, que tantas veces recorri¨® siendo marinero. ?Qu¨¦ descubre mirando las ondas marinas que se suceden ininterrumpidamente?: la monoton¨ªa del mar, la metaf¨ªsica del tiempo, vivencia lent¨ªsima de ciclos y estaciones que se repiten. Los viajes po¨¦ticos de Manuel Antonio son est¨¢ticos, contemplativos. Es la espacialidad del tiempo vivido ¨ªntimamente: "Ese cantar improvisado / e o mesmo / que xa se improvisou nalgures". Esta visi¨®n del cosmos y de la vida la analiza con gran sutileza el excelente cr¨ªtico Xos¨¦ Luis Axeitos. Sin embargo, la abrumadora uniformidad le liga fielmente a lugares entra?ables. De aqu¨ª nace su amor ¨²nico y una saudade tranquila, porque el mar est¨¢ siempre ah¨ª, record¨¢ndole las im¨¢genes de su tierra lejana.
La continuidad mel¨®dica y reiterada presencia del mar la cant¨® tambi¨¦n Paul Valery: "La mer toujours recommence¨¦, toujours recommence¨¦", pero Jos¨¦ Bergam¨ªn completa al poeta franc¨¦s afirmando que la soledad del mar no es la del hombre, pues la vida es una totalidad sucesiva, enriquecedora, ya que el eterno retorno de lo siempre id¨¦ntico e igual, que simboliza el mar para el poeta franc¨¦s, hace que los amantes vivan un amor sin historia, ya que el sentimiento se vive como inmovilidad, la costumbre inveterada del sentir satisfecho.
Recordernos a otro poeta, H?lderlin, que no se contenta con el amor ¨²nico y se lanza imaginativamente por los r¨ªos del mundo en b¨²squeda de amores diversos, atormentados pero ricos de experiencias. No se resigna a permanecer recogido en la oscuridad de su pueblo natal, e invoca a Baco, el Eter, dioses de la lucidez entusiasta. El esp¨ªritu, como dec¨ªa su amigo Hegel, pasa de un pa¨ªs a otro y florece bajo distintos cielos. Hay que viajar, pues, desde el mar Negro a los Alpes, del Rin a las islas J¨®nicas y llegar hasta el r¨ªo Ganges en la India para encontrar el amor encarnado en diferentes cuerpos, en ajenas y extra?as circunstancias. El curso de los r¨ªos, sobre todo el l¨ªmite fluvial del Rin y la vehemencia continua del Danubio, simbolizan para el poeta alem¨¢n la nostalgia del origen, de la verdad de su ser: "Der heimat was du suchest es ist nahe" (el suelo de la tierra natal, lo que t¨² buscas est¨¢ ah¨ª cerca). Pese al af¨¢n de conocimientos amorosos, H?lderlin reconoce en su poema Der einzige que estamos ligados a un ¨²nico ser, pero este Dios no es omnisciente y se divide en m¨²ltiples dioses de carne y hueso. Finalmente, canta el amor que nace solo y es hijo de un Dios solitario.
El amor comienza por una aproximaci¨®n desde la lejan¨ªa: nos vemos, hablamos, reconocemos y hasta nos sentimos. Somos como utensilios que ocupan un lugar en el espacio. M¨¢s tarde, la pasi¨®n subjetiva incita a la apropiaci¨®n corp¨®rea. Todo individuo es una objetividad presencial, pero, en el momento en que deseamos la realidad de un ser, se nos hace transparente su yo oculto. En consecuencia, la posesi¨®n f¨ªsica no es solamente material, sino unidad cuerpo-esp¨ªritu. Por ello, el amor no se satisface con la vehemencia fogosa y busca la integraci¨®n rec¨ªproca. ?C¨®mo se realiza esta verdadera uni¨®n amorosa? El que ama un "bello cuerpo pensado" (Pedro Salinas), lo siente pens¨¢ndolo mucho hasta hac¨¦rsele incorp¨®reo e invisible. La realidad carnal de una criatura desaparece voluntariamente a nuestra visi¨®n inmediata, s¨®lo queremos sentirla en la secreta intimidad. As¨ª se crea el mundo material inmaterializado del amor, "sinnlich ¨¹bersinriliche" (Marx, El capital, volumen 1, p¨¢gina 76). El objeto sensible, valor de su uso por el bien gozoso que proporciona, se convierte al amar en objeto suprasensible, valor de cambio que expresa la relaci¨®n amorosa misma. Cada uno de los amantes se sumerge en la interioridad oscura del otro, para establecer unos lazos amorosos reales. Marx observa este car¨¢cter m¨ªstico del amor humano, pues implica un trabajo mental, un gasto de actividad nerviosa para adentrar en uno la persona que amamos. ?Qu¨¦ sucede despu¨¦s, cuando los amantes llegan a conquistar la unidad suprema? Ya no pueden diferenciarse, son uno, y aqu¨ª se plantea el posible conflicto: en esta noche oscura de la identidad, el yo de uno de los amantes se realiza totalmente, sacrificando al otro, que queda anexionado por completo al ser amado, hasta convertirse en su espejo. En este sentido, Marx afirma que la relaci¨®n amorosa determinada por la unificaci¨®n adopta la forma fantasmag¨®rica de una relaci¨®n entre cosas.
Rainer Maria Rilke, en la novena Eleg¨ªas de Duino, sostiene que debemos hacer invisibles los objetos visibles que amamos para salvarlos de su perecimiento, y dice: "Somos las abejas de lo invisible". Tenemos que llevar todos los amores que vivimos a nuestro coraz¨®n secreto, pues la felicidad no se conoce hasta que no se transforma el amor en conciencia. El amor existe solamente en el interior de los amantes, y llega un momento que hasta la tierra misma se hace invisible para ellos a fin de que el amor permanezca y los seres que hemos amado sobrevivan siempre a nuestro yo sentimental. Pero, la realidad demostr¨® al poeta que no podemos eternizar los amores, y aconseja no vincularse nunca a un ¨²nico ser, porque nos a¨ªsla y separa. Por el contrario, los amores sucesivos llevan a un conocimiento real de las criaturas que amamos y, al mismo tiempo, el yo no se inmoviliza, aprisionado, aferrado a una figura determinada. Al decir siempre adi¨®s y renunciar a lo que hemos querido, el yo puede realizar sus potencialidades ocultas.
Ahora bien, despu¨¦s de vivir m¨²ltiples amores quedamos solos, como revelan las experiencias er¨®ticas de Don Juan. Igualmente, a trav¨¦s de sus amores, lord Byron y los rom¨¢nticos alemanes buscaron recrearse en la dicha est¨¢tica de amores triunfales. Claro est¨¢, quien ama a un solo ser durante toda su vida goza de una quietud dulce y apesadumbrada, mientras el que vive diversos amores se inquieta, desazona y, a veces, hasta desespera. El primero vive solo a solas con ¨¦l solo, seg¨²n la f¨®rmula del amor m¨ªstico de Plotino. Afan¨¢ndose por sentir ¨ªntegramente al amado, olvida qui¨¦n es ¨¦l, y termina perdiendo su yo que se le convierte en un fantasma. El segundo, al final de sus variadas experiencias amorosas, descubre que se ha entregado a los otros para encontrar al ausente: su yo verdadero, porque cada vez que amamos dejamos de ser quien somos para vivir la realidad del otro.
Al final, pues, el que am¨® a un ¨²nico ser est¨¢ m¨¢s solo con ¨¦l que nunca, y el que am¨® a muchos queda a solas consigo mismo y su verdad. ?Podremos salir, en un futuro lejano, de estas soledades m¨ªsticas del amor?
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