A maravilla por segundo
Fueron casi tres horas de m¨²sica milagrosa, cerca de 180 minutos a maravilla por segundo. Betty Carter y los suyos consiguieron revivir la sensaci¨®n de plenitud art¨ªstica, in¨¦dita hasta ese momento en el festival madrile?o, a golpe de esp¨ªritu cooperativo, talento individual y voluntad de ofrecer s¨®lo creaci¨®n pura. Todos miraban a todos para captar hasta la m¨¢s ¨ªntima intenci¨®n; percibir la intensidad que rebosaba el continuo cruce de miradas constitu¨ªa ya todo un espect¨¢culo.Abri¨® la noche el impresionante tr¨ªo reunido con car¨¢cter excepcional en tomo a la cantante. Como si adivinasen lo improbable de una nueva ocasi¨®n de tocar juntos, encontraron la concentraci¨®n inmediatamente y regalaron, de entrada, dos tesoros musicales. La Carter se present¨® con elegante discreci¨®n y a?adi¨® su voz a Feed the fire, una preciosa composici¨®n de Geri Allen, sin necesidad de recurrir a las palabras. Su canto inicial en scat ten¨ªa valor testimonial: advert¨ªa que, m¨¢s que nunca, pensaba seguir su costumbre de comportarse como un m¨²sico m¨¢s y que su concierto no iba a ser el t¨ªpico de la vocalista reina y su corte de acompa?antes.
Betty Carter & Her Trio
Betty Carter (voz); Geri Allen (piano); David Holland (contrabajo); Jack DeJohnette (bater¨ªa). Teatro Monumental. Madrid, 9 de noviembre.
Al escalofr¨ªo le segu¨ªa el repeluco: tras una profunda balada, el cuarteto encar¨® un ingenioso arreglo de Sometimes I'm happy, del, todo irreverente desde el punto de vista arm¨®nico, pero agud¨ªsimo desde el expresivo. En la l¨ªnea de las m¨¢s grandes cantantes, en especial la de Billie Holiday, la Carter ensanchaba el esp¨ªritu de cada pieza para sentirla hasta en el ¨²ltimo recoveco de su enorme coraz¨®n. Un irreconocible Lover man confirm¨® despu¨¦s que su iron¨ªa, menos amarga que la de Lady Day, busca siempre un resquicio para el optimismo.
The oracle, un tema de David Holland interpretado en tr¨ªo, sirvi¨® de pr¨®logo a una estremecedora colecci¨®n de d¨²os. La Carter se sum¨® sucesivamente a Geri Allen, en If I should lose you, a Holland, en All or nothing at all, y a Jack DeJohnette en un ejercicio de improvisaci¨®n pura. El rostro y las manos de la cantante, todo dinamismo, mudaban su expresi¨®n con cada s¨ªlaba y creaban un sugerente di¨¢logo de ribetes casi teatrales. El gesto p¨ªcaro y la mueca dram¨¢tica eran los cabos de una inabarcable cuerda expresiva. Descubri¨® que hay miles de maneras de negar y dio la impresi¨®n de ser capaz de crear una obra maestra incluso a partir de una conversaci¨®n con su peluquera. Tambi¨¦n tuvo el detalle de rendir un breve pero oportuno homenaje a Fellini en un apunte del tema principal de La strada.
Cada canci¨®n, rematada por lo general en pian¨ªsimos casi inconcebibles, se acercaba, comp¨¢s a comp¨¢s, a la m¨¢xima expresi¨®n del jazz vocal y, por supuesto, del instrumental. El tiempo pas¨® con una rapidez inusitada y se llev¨® en un suspiro a esta fascinante reuni¨®n de m¨²sicos: el disfrute de privilegios siempre se hace dolorosamente corto.
Babelia
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