Curioseando

Es curioso el hecho de que mientras en un rinc¨®n de la tierra, disfrazado de lujo y trascendencia, se firma la paz entre dos pueblos cuyo despertador durante casi un siglo ha sido el estruendo de una bomba o el petardeo de una cobarde pistola, en otro agujero del mundo la incapacidad humana todav¨ªa no ha atinado con las palabras m¨¢gicas para conjurar esa plaga que se llama guerra y que consigue poner a toda la poblaci¨®n en pie de un salto.Tambi¨¦n, curiosamente, todav¨ªa quedan grandes trocitos de planeta que ni siquiera gozan de las infraestructuras m¨ªnimas y necesarias para ser llamados pueblo o ciudad, siendo su material m¨¢s codiciado el adobe (recuerden ustedes la historia de los tres cerditos ... ), mientras que en otros peque?os trozazos de planeta proliferan en cada esquina rascacielos habitados por magnates que llevan por pupilas el signo del d¨®lar, o se?oritas con u?as irrompibles y ap¨®sitos de silicona, por ejemplo.

Curioseando, uno se da cuenta de que tiene un cristal donde pegar la nariz, y una ciudad por la que deambular... A otros, parad¨®jicamente, les mantiene vivos la ilusi¨®n de que alg¨²n d¨ªa podr¨¢n asomar la cabeza por ese ut¨®pico para¨ªso calificado por muchos de ciudad. No nos gusta, pero as¨ª es: preocupados por saber del "m¨¢s all¨¢" y satisfechos sabiendo del "m¨¢s ac¨¢".

Lo cierto es que poco se puede hacer ya, pero algo queda: seamos conscientes de nuestros actos en cada momento, pensemos un par de minutos antes de derrochar, de ignorar... El mundo empieza al norte de R¨ªo Grande.-