El gran Cachao, el verdadero rey del mambo

Se llama Israel L¨®pez pero lo llaman Cachao. Su verdadero nombre rima con m¨²sica. Nacido en una familia loca por el bajo, por lo menos 35 miembros del clan Cachao han tocado el contrabajo en un momento y otro, bien con la Filarm¨®nica de La Habana o en conjuntos populares. Alguno de ellos, como su hermano mayor, el difunto Orestes, eran m¨²sicos de talento reconocidos desde el conservatorio. Cachao y Orestes tocaban con la Filarm¨®nica bajo la batuta de Erich Kleiber, antiguo dirigente de la Orquesta de la ?pera de Berl¨ªn. Hasta que Hitler le dijo a Goebbels: "Hay que impedir por todos los medios que ese jud¨ªo interprete a Wagner". Lo que perdi¨® Berl¨ªn lo gan¨® La Habana. En la Filarm¨®nica, Cachao era tan joven que tuvieron que construirle otro podio para dar con el traste. No s¨®lo era ya un virtuoso sino que se hizo compositor, arreglista y director de orquesta. Tambi¨¦n toca la trompeta, el piano, la celesta y el bong¨®. Pero Cachao no es un hombre orquesta al uso. Su modestia le impide proclamarse par de Charley Mingus, el hombre que dio al contrabajo del jazz un aire de concierto. As¨ª es imposible, para atrapar a Cachao, atarlo a un solo instrumento. Aunque el contrabajo es su mejor trabajo.Si en Lo que Lola quiere lo que Lola quer¨ªa era saber a qui¨¦n le dol¨ªa el mambo, ?ay!, le puedo decir qui¨¦n dio el grito de Dolores. O qui¨¦n cre¨® el mambo antes del gru?ido feral. Fueron Cachao y su hermano Orestes. Era el a?o 1939 y ese mambo auroral se llam¨®, ?qu¨¦ otra cosa?, Mambo. Derivaba del m¨¢s cl¨¢sico de los ritmos cubanos: el danz¨®n. Del danz¨®n tambi¨¦n sali¨® el chachach¨¢ y un poco m¨¢s tarde la descarga. ?Qui¨¦n habla de ritmos caribe?os? Solamente los que ignoran que la costa norte de Cuba queda en el Atl¨¢ntico. Antes, esas islas se llamaban las Antillas y el Caribe era para can¨ªbales.

Pero, en fin, ?qu¨¦ es el danz¨®n? Dice el diccionario de Mar¨ªa Moliner, errado, errante: "Baile cubano semejante a la habanera". Aunque se origin¨®, ?sorpresa!, en Inglaterra. Dice George Eliot, mujer que escrib¨ªa como todo un hombre, en Adam Bede, de 1859: "... y ahora la m¨²sica arranc¨® con una gloriosa country dance, la mejor de las danzas". Escribe el novelista cubano Cirilo Villaverde en Cecilia Vald¨¦s, en 1882: "Por sobre el ruido de la orquesta con sus estrepitosos timbales pod¨ªa o¨ªrse, en perfecto tiempo con la m¨²sica, el mon¨®tono y continuo chis chas de los pies; sin cuyo requisito no cree la gente de color que se pueda llevar el comp¨¢s con exacta medida en la danza criolla".

La country dance, tan cara a Eliot, se hizo popular en otros pa¨ªses de Europa. Por la tradicional dificultad que tienen los franceses con el ingl¨¦s, la country dance, danza campestre, se convirti¨® en Francia en la contredanse, danza contraria. Con ese nombre viaj¨® a las colonias francesas, a Santo Domingo, para ser precisos, que era entonces la m¨¢s pr¨®spera colonia europea en Am¨¦rica. Una revuelta de esclavos transform¨®, la isla rica en Hait¨ª, uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo.

Cuando los revolucionarios negros expulsaron a todos los blancos los colonos franceses se llevaron lo que sab¨ªan como cafeteros y sus esclavos y su m¨²sica a la vecina Cuba. En Oriente, la provincia m¨¢s cercana a Hait¨ª, plantaron caf¨¦, rehicieron sus vidas y construyeron sus mansiones y bailaron su versi¨®n de la country dance con acento franc¨¦s. La contredanse, danza contraria, se volvi¨® moda y manera, y de qu¨¦ manera, en Santiago de Cuba, y esta locura francesa adquiri¨® un "aire espa?ol", para pedir prestada la frase a Jelly Roll Morton, el hombre que fue jazz. La danza inglesa pero francesa s? volvi¨® ahora cubana y se llam¨®, c¨®mo si no, la contradanza. De ah¨ª deriv¨® la danza que Villaverde vio bailar. Se hab¨ªa hecho habanera cuando atraves¨® la isla para llegar a La Habana. La habanera se hizo g¨¦nero cl¨¢sico gracias a Bizet, quien la llam¨®, c¨®micamente, habanera, mitad habano, mitad ba?era. ?Ah, los franceses y los nombres extranjeros!

Pero esa habanera que cant¨® en la ¨®pera no es de Bizet ni es un robo. Fue compuesta por un compositor vasco con nombre catal¨¢n. Se llamaba entonces El arreglito y fue concebida en La Habana. Su autor, prol¨ªfico, fue tambi¨¦n el autor de La paloma, cuya letra parece un programa del compositor: "Cuando sal¨ª de La Habana, / ?v¨¢lgame Dios!, / nadie supo de mi salida / si no fui yo".

El compositor de La paloma, pieza encantada de la emperatriz Carlota y favorita de Dashiell Hammett, en ese orden, fue un tal Sebasti¨¢n Yradier. Yradier sigui¨® la tradici¨®n de los compositores populares del siglo XIX y muri¨® an¨®nimo y sin un centavo de cobr¨¦. Pero no sin antes hacer de la danza el hit n¨²mero uno en Cuba, M¨¦xico y Espa?a. Hasta en Argentina, donde Borges la decret¨® "madre del tango".

De la danza, conocida en Europa y dondequiera como habanera (ven¨ªa de La Habana), se dio el danz¨®n, que no es una danza grande sino el ritmo, menos obsesivo, que dominar¨¢ la m¨²sica cubana todo el fin de siglo y buena parte del siglo entrante. De acuerdo con el Diccionario de m¨²sica de Oxford, toda una autoridad, el danz¨®n es "una danza cubana en forma de rond¨®. Consiste en una serie de episodios en tiempos diferentes y es interpretada ahora por un conjunto que incluye flauta, clarinete, plano, cuerdas y percusi¨®n". En la secci¨®n de cuerdas, como una suerte de bajo continuo, est¨¢ el contrabajo, y sin trabajo lo toca el Gran Cachao, que es de lo que se trata ahora. Cachao es el m¨²sico que hizo con el danz¨®n lo que la Revoluci¨®n Francesa le hizo al minu¨¦. ?Que rueden las pelucas!

El danz¨®n, como dijo Scott Joplin del ragtime, "no se debe tocar r¨¢pido". Se le loca lento, m¨¢s que lento, como quer¨ªa Debussy del vals: "la plus que lente", y m¨¢s lento que los rags de Joplin. Era m¨²sica para "bailar con un ladrillo", como bailaban entonces. Para muchos europeos, el danz¨®n, como quiere el diccionario, es un rond¨® redondo. Si es as¨ª, es un rond¨® caprichoso, ya que su ¨²ltima secci¨®n es vivaz, fugaz. Esa zona r¨¢pida ven¨ªa poco despu¨¦s que se paraba la m¨²sica para dar tiempo a las damas a abanicar su ardor. (El abanico era un habanico). La primera parte del danz¨®n es una suerte de sonata que se oye y se baila. La orquesta es de c¨¢mara, pero la secci¨®n r¨ªtmica comprende los timbales (un par de pailas parientes del bong¨® que se tocan con baquetas, como el redoblante), un piano y el contrabajo, que suena como un bajo profundo a veces. Aunque Cachao ha desarrollado un stile brillante tan notable que antes se consideraba imposible. Para muchos m¨²sicos Cachao es el m¨¢s alto bajo del mundo.

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Cachao parti¨® de las formas tradicionales del danz¨®n para crear el mambo, que revolucion¨® la m¨²sica cubana y hasta la manera de bailar de los cubanos. El mambo era r¨¢pido, pero m¨¢s r¨¢pida era su intrincada coreograf¨ªa. Esta forma musical fue llamada por un tiempo diablo y hasta el Papa decret¨® que era una danza diab¨®lica. Pero no se sabe si el Papa la vio bailar o simplemente la oy¨® por la Radio Vaticana. Para completar la herej¨ªa arm¨®nica, un mambo americano se llam¨® Papa loves mambo. Con las descargas, donde el grito ritual era ?diablo, diablo!, Cachao cambi¨® la forma en que tocaban los m¨²sicos cubanos, en grupo o solos. Pero los mambos m¨¢s famosos fueron creados por D¨¢maso P¨¦rez Prado, pianista y arreglista de genio arm¨®nico que ven¨ªa de la Orquesta Casino de la Playa y luego de la banda de Stan Kenton. Esos mambos tienen poco que ver (y que o¨ªr) con el danz¨®n Mambo, cuyo nombre usurp¨® don D¨¢maso. El mambo de Cachao es un ur-mambo y P¨¦rez Prado tocaba sus mambos en bandas gigantes, llamadas en Cuba jazz bands porque inclu¨ªan saxofones y trombones. Pero fue P¨¦rez Prado el primero que dio el grito infernal que intrigaba a Gweri Verdon: "?A qui¨¦n le duele el mambo?". Ciertamente, a Cachao, que nunca cobr¨® un c¨¦ntimo por su invenci¨®n diab¨®lica. P¨¦rez Prado, entre tanto, tuvo varios hits en las charts americanas en los a?os cincuenta. Pero su momento de gran gloria vino cuando Fellini us¨® su mambo Patricia para vestir a Anita Ekberg de fraile, quien lo convirti¨® en un himno ateo en La dolce vita. Parte de la dolce pertenec¨ªa en vita a P¨¦rez Prado.

La descarga (l¨¦ase el¨¦ctrica) fue otra direcci¨®n que tom¨® el mambo con Cachao de compositor y maestro. Reuni¨® a los m¨²sicos mejores para descargar despu¨¦s de medianoche, cuando terminaban de tocar en otra parte. Lo hac¨ªan por placer, no por dinero.

Por fortuna, las mejores descargas fueron grabadas en los a?os cincuenta, aunque eran grabaciones pirata. La clase maestra la dio Cachao con el nombre de Cachao, como su ritmo no hay dos en Miami y el momento cumbre de ese concierto lo capt¨® Andy Garc¨ªa en un documental. Cachao tocaba ahora para millares de personas y el documental se ha exhibido en todas partes. El concierto fue una haza?a extraordinaria, ya que Cachao hab¨ªa vivido 16 a?os en Miami en total oscuridad, tocando en bodas y bautizos y hasta bar mitzvahs en que el mambo hac¨ªa de shogar.

Pero en ese memorable concierto de Miami el m¨²sico le dio una lecci¨®n a su p¨²blico. Fue una lecci¨®n no s¨®lo de m¨²sica popular, sino de m¨²sica total. Comenz¨® con los danzones escritos por Cachao y tocados por una orquesta de c¨¢mara de violines, chelos y piano con percusi¨®n cubana: congas, quintos y timbales. Primero Cachao toc¨® su Mambo con su montuno hist¨®rico, en que las s¨ªncopas para la ¨¦lite se volvieron un sistema r¨ªtmico. Luego vinieron otros danzones, otros temas, de Gershwin y de Arlen. Por fin tocaron ?brica viva, recordando sus ra¨ªces, y Cachao dirigi¨® a sus m¨²sicos desde su contrabajo en un verdadero concerto grosso que fue el acm¨¦ de los ritmos fascinantes de Cuba.

La segunda parte del concierto fue toda de lo que Cachao anunci¨® con gracia como "las famosas descargas". Si en la primera parte del programa las cuerdas tocaron suaves glissandi, la segunda parte (con gente joven bailando en los pasillos) fue la apoteosis del mambo y un coro que ven¨ªa del p¨²blico: "Cachao, Cacachao, Chao", como en los viejos tiempos buenos. La gloria lleg¨® cuando Gloria Estefan subi¨® a escena: lo viejo y lo nuevo unidos por un cord¨®n umbilical de ritmos. Andy Garc¨ªa, maestro de ceremonia, hac¨ªa de segundo cantando y de primer tambor acorde. ?Qu¨¦ noche la de esa noche!

El ¨²ltimo disco de Cachao es de la marca Messidor. Se llama Cuarenta a?os de descargas y es un homenaje de Paquito d'Rivera al viejo maestro, que cumple 74 a?os y sigue tan campante. El disco contiene la autobiograf¨ªa de Cachao en su m¨²sica. Su vida en m¨²sica est¨¢ en el n¨²mero que se llama Descarga 93 y comienza con Cachao tocando el contrabajo col arco. Es un solo y una introducci¨®n en que el bajo suena como un chelo. Minutos m¨¢s tarde la percusi¨®n cubana se le une en un paroxismo de ritmos desde el doble bajo, tambi¨¦n un instrumento de percusi¨®n. Esta electrizante descarga es un recorrido desde los d¨ªas de m¨²sica cl¨¢sica en la Filarm¨®nica hasta las noches de creaci¨®n y ritmos de este m¨²sico m¨¢gico a quien llaman Cachao.

Nadie sabe lo que significa este apodo, pero se sabe que Cachao naci¨® Israel en La Habana en 1918. Cosa curiosa, en la casa en que naci¨® Jos¨¦ Mart¨ª en 1853. Pero ah¨ª termina el parecido. Mart¨ª era un hombre peque?o con un gran bigote. Cachao es alto y fornido y con unos ojos asombrosamente azules en una cara egipcia. Cuando toca parece un jinete arcaico que monta su caballo de madera y cuerdas, las que pellizca y golpea, o usa su arco como un l¨¢tigo para someter a ese instrumento de dos metros, el m¨¢s masivo de la orquesta. Al mismo tiempo, pone un ojo azul para seducir a sus m¨²sicos con la mirada. Cachao coloca siempre su contrabajo junto al piano, pero no pierde ojo ni o¨ªdo. Dirige a sus m¨²sicos con los ojos y las cejas, siempre formidable. Cuando no toca, Cachao habla con su voz suave, siempre en acuerdo civilizado. Excepto, claro, cuando habla de su oficio. As¨ª salvar¨¢ a cualquiera que comience a ahogarse en los remolinos de agua blanca de la m¨²sica cubana. F¨¢cil de o¨ªr pero no tan f¨¢cil de bailar (toda la m¨²sica cubana ha sido hecha para bailar y aun el lento, dulce bolero tiene un ritmo preciso obligatorio) y es tan sofisticada y compleja que cuando Stravinski (que su m¨²sica es toda ritmo) vino a La Habana por primera vez y lo llevaron a una descarga, trat¨® de captar con su notaci¨®n los diferentes instrumentos de percusi¨®n, y se perdi¨® -Cachao, que tiene una cara tan inmutable como la de Buster Keaton, al contar esta an¨¦cdota no puede evitar re¨ªrse- con los ojos s¨®lo.

Despu¨¦s de montar tanto su bajo color caramelo, Cachao ha cogido un cuerpo extra?o y con -?qu¨¦ otra cosa?- piernas arqueadas. Tan alto como su bajo, Cachao parece peque?o por su andar y con el cuerpo que le ha hecho su m¨²sica. Si quiere el lector convertido en oyente o¨ªr las tonadas m¨¢s dulces entramadas con el ritmo m¨¢s endiablado, que no le grite a Cachao "?Diablo, diablo!", sino "Como su ritmo no hay dos". Pero, cuidado, que Cachao no soporta a los sordos y es capaz de decirle al mismo Beethoven que no tiene o¨ªdo para la m¨²sica cubana. Mucha m¨²sica.