La cabeza tumultuosa
Pensar en ¨¦l (como se dijo de un hombre ilustre como el doctor Johnson) es como pensar en la ca¨ªda de un imperio. Todos esos grandes libros, obras de referencia, vol¨²menes de ensayos cr¨ªticos, obras de teatro, libretos de ¨®pera, sinfon¨ªas orquestales, y mucho m¨¢s, que sal¨ªan tumultuosamente de su cabeza, se sumaban a una carrera brillante. Simplemente en t¨¦rminos de cantidad, era dif¨ªcil creer que todo estaba hecho a mano. Sus modales, tambi¨¦n, eran expansivos. Con su corte de pelo y su semblante a lo emperador romano y fumando un cigarrillo de forma ostentosa, pod¨ªa mantener la conversaci¨®n con disertaciones improvisadas sobre cocina malaya, el Dubl¨ªn de Bloom, c¨®mo hablaba Shakespeare, d¨®nde comprar zapatos en Barcelona, la belleza de Sofia Loren, trabajar para Lew Grade, aprender japon¨¦s, en realidad cualquier cosa en tanto en cuanto pudiera colocar palabras, llenas de colorido: orquid¨¢ceo, ping¨¹e, repulsivo. Pensar¨ªas para ti mismo que no hab¨ªa nada que este hombre no supiera.Era el escritor de mayor teatralidad, totalmente consciente de que "Anthony Burgess" era una obra perfeccionada a lo largo de muchas d¨¦cadas por John Wilson -el nombre de su partida de nacimiento (25 de febrero de 1917) y de su muy usado pasaporte. Burgess era el papel, el bar¨ªtono, el columnista ligeramente arrogante y el maestro literario, el ciudadano de Montecarlo imagin¨¢ndose a s¨ª mismo como el heredero de James Joyce. Wilson era la realidad sensible y cort¨¦s que hab¨ªa debajo del fanfarr¨®n: el chico de Manchester miedoso de la fama y la riqueza, que se encerr¨® en diversas residencias y dispar¨® cerca de un centenar de textos -y hay destellos de su genio en cada uno de ellos.Memorias maestras
Quiz¨¢s son las memorias de Burgess, Little Wilson and Big God (1987) y You've Had Your Time (1990), sus mejores novelas, sus obras maestras. M¨¢s en el estilo de los recuerdos juguetones de Roy Campbell en Light on a Dark Horse, Burgess permiti¨® a los hechos convertirse en fantas¨ªa (algunas de las personas reales descritas, compa?eros del Ej¨¦rcito, por ejemplo, o antiguos profesores de la Baribury Grammar School, se sintieron molestas por las distorsiones y ornamentos de la ficci¨®n).
Camorrista y vigoroso, el libro presentaba al autor como un p¨ªcaro perseguido -con las mujeres haciendo cola para acostarse con ¨¦l, con los funcionarios haciendo de todo para bloquearle, con el universo, est¨¢ claro, organizado de forma espec¨ªfica en detrimento suyo.
Es un tono (de desesperaci¨®n victimista) que se encuentra en la tetralog¨ªa Enderby, siendo F. X. Enderby otro de los dobles de ficci¨®n de Burgess, cuya ambici¨®n es que le dejen solo en paz para poder escribir. Esta ambici¨®n fue llevada a cabo por el propio Burgess en 1960. Retirado por invalidez en su casa desde Malaisia y Borneo (con una esposa alcoh¨®lica), habiendo sido tutor en el Teacher Training Colleges desde 1954, fue considerado, y ¨¦l mismo lo admiti¨®, no contratable (debido a la sospecha de que tuviera un tumor cerebral, con una predicci¨®n de doce meses, pese a que ese diagn¨®stico es discutido).
Por tanto, se puso en la m¨¢quina de escribir, habiendo alternado como escritor y como compositor desde el final de la guerra y se convirti¨® en el primer millonario intelectual desde Somerset Maugham.
No es caprichoso decir que Wilson muri¨® de hecho a finales de los cincuenta. De all¨ª en adelante, as¨ª como crec¨ªa la reputaci¨®n de Anthony Burgess, retroced¨ªa el hombre real, siendo usurpado, al menos en los perfiles de las revistas y la televisi¨®n, por un hombre de papel. Incluso los amigos comenzaron a llamarle Anthony, o Antonio, pero nunca Tony. Lew Grade una vez le llam¨® Tone Boy. (Otro alias, Joseph Kell, no dur¨® mucho).
Siendo graduado honorario de las universidades de Manchester y St. Andrews, prefer¨ªa ser llamado (al estilo Johnsoniano) como doctor Burgess. Pero la gente que le conoc¨ªa desde antes de 1960 le llamaba John.
Cuando Burgess abandon¨® el Reino Unido en 1968, se cortaron los lazos con la Inglaterra del pasado y del presente... ?Y sobre qu¨¦ hablar entonces? La respuesta era la ciencia ficci¨®n y la narraci¨®n hist¨®rica: obras que se pod¨ªan crear a partir de la investigaci¨®n y la invenci¨®n. Fin de las noticias del mundo (The End of the World News, 1982), por ejemplo, profetizaba el apocalipsis, adem¨¢s de presentar una f¨¢bula sobre Freud y las letras de un musical sobre Trotski. Era una obra inteligente, sin duda, pero quiz¨¢ hueca.
Moses (1976), Man of Nazareth (1979) y The Kingdom of the Wicked (1985), obras en las que reescrib¨ªa ambiciosamente la Biblia (el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y los Hechos de los Ap¨®stoles) ten¨ªan cierta afinidad con la vulgaridad de las pel¨ªculas de Cecil B. de Mille; estaban hiladas a partir de los lucrativos guiones que hab¨ªa escrito por encargo de Lew Grade, Franco Zerffirelli y Vincenzo Labella.
Amor al lenguaje
Como Joyce, Burgess ten¨ªa una relaci¨®n amorosa con el lenguaje. La naranja mec¨¢nica, como Finnegans Wake, inventaba un lenguaje enteramente nuevo. Aunque creo que Burgess fue un gran escritor que nunca escribi¨® un solo gran libro, muchas de sus creaciones se acercan a lo genial. Earthly Powers (1980) debe ser considerada entre las diez mejores novelas publicadas desde la Segunda Guerra Mundial, aunque fuese una s¨ªntesis demasiado astuta de sus otras producciones.
En las entrevistas que concedi¨® y en sus memorias, Burgess trataba de adornarse con sus or¨ªgenes irlandeses. ?l era, como dijo muchas veces, un cat¨®lico de Lancashire cuya abuela era una tal Mary Ann Finnegan de Tipperary. Manchester, terminaba pens¨¢ndose, no era m¨¢s que un distrito postal de Dubl¨ªn.
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