Espa?oles impasibles
Las patrullas espa?olas comparten con los musulmanes la Nochebuena
ENVIADO ESPECIALA las doce en punto de la noche, como si de las campanadas de un reloj se tratara, los morteros, fusiles y ametralladoras del Consejo de Defensa Croata (HVO), que se hallan apostados al otro lado de la ciudad de Mostar, comenzaron a disparar como locos. Parec¨ªan fuegos artificiales. Miles de balas trazadoras de color rojo que pasaban en varias direcciones por encima de nuestras cabezas, en busca de enemigos invisibles, y algunas granadas que lo ¨²nico que lograban era rematar las ruinas de lo que ya estaba destruido fueron el primer regalo de Navidad que recibieron los habitantes del sector musulm¨¢n. Los soldados espa?oles que patrullan la zona ni se inmutaron.
Pasa a la p¨¢gina 5
Cochifrito sobre bolsas de basura
Viene de la primera p¨¢ginaLa Nochebuena y la Navidad en el este de Mostar no son como en Espa?a. Aqu¨ª, los ¨²nicos que la celebran est¨¢n al otro lado del r¨ªo Neretva, en el Oeste. Son croatas y cat¨®licos. Hacen misa solemne del gallo en la catedral astillada, pero no. dejan de disparar con sa?a ni un solo minuto. Tienen comida de sobra, que rebosa lujuriosa en las tiendas, y electricidad para cada bombilla, pero apenas han decorado un par de arbolillos con luces de colores. No hay belenes con el Ni?o Jes¨²s. Parece que tanta guerra y odio les ha marchitado la tradici¨®n.
En la parte musulmana, la gente perdi¨® hace tiempo las cuentas del calendario. Para ellos, la Navidad son los cascos azules de Espa?a. En la casa agujereada por la metralla de Alma y Gina, adoptadas desde hace meses por los m¨¦dicos militares espa?oles, han cenado arroz, palometa, jam¨®n, vino y buen turr¨®n. El capit¨¢n Franciso Herrera, el teniente Santiago Arqueros y los cabos primero Luis Ruiz y Usman Godina, musulm¨¢n por matrimonio, son all¨ª una instituci¨®n. Alma y Gina, antiguos pacientes en la ambulancia espa?ola, coleccionan fotos de todos los m¨¦dicos y ATS que han pasado por su casa desde agosto. Apenas tienen nada que ofrecer y preparan un fest¨ªn con la viendas tra¨ªdas por Herrero y Arqueros. Muchos soldados han hecho amistad con familias de Mostar Este, a las que alimentan de tabaco, caf¨¦ y cari?o.
En villa azul, como llaman a la casa, la Nochebuena empieza en la cocina. Son las ocho de la tarde. Godino se erige en cocinero. Albarr¨¢n, Rom¨¢n y Llamazares son los pinches forzados. "Coge las bolsas de basura y las convertimos en manteles", dice Llamazares. Son amarillas, fin¨²sticas y bastante feas, pero una vez colocadas con mimo en las mesas quedan incluso bien.
La cena viene preparada desde Espa?a. Un grupo de hosteleros han trabajado duro para que a los cascos azules espa?oles no se les amargue la alegr¨ªa ni el est¨®mago. Godino organiza todo con experta maestr¨ªa. Calienta a fuego lento el cochifrito y el pavo relleno en un perolo prestado por una familia. La mesa parece la de un banquete de boda. Est¨¢ repleta de cajas atiborradas de langostinos, aceitunas, vino Oto?al, Sherry de renombre, botellas de pepsi y un rollo gigante de papel para limpiarse las manos. Alrededor del fest¨ªn: 24 soldados pugnan a codazos suaves por hacerse con un hueco de honor cerca de los langostinos. Nadie canta ni habla. S¨®lo se devora. Con los dedos, ayudados de unos pocos tenedores y las navajas de campa?a. De postre: tarta de Santiago y ensaimada mallorquina. La gente se chupa los dedos. Caf¨¦ y cava. "Hemos comido de puta madre", dice uno de los soldados. Nadie la quita la raz¨®n. Hay brindis y vivas. Se empieza por Espa?a y se acaba por las familias que tienen all¨ª.
El Inmarsat, ese artilugio que est¨¢ suspendido en el espacio, se humaniza de repente y sirve para hablar con casa. Todos hacen cola. Llaman a la madre o a la novia y charlan unos minutos. Los "hola, mam¨¢" se mezclan con los "te quiero" tapando el auricular, para que no se enteren los dem¨¢s de las debilidades del coraz¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.