En la muerte del pintor Andr¨¦s Cillero
La memoria de Andr¨¦s Cillero quedar¨¢ indefectiblemente ligada a una cierta visi¨®n intempestiva del cuerpo femenino -g¨¦lida, mordaz, fragmentada, imp¨²dica y terrible a un tiempo- que se erige, desde los a?os sesenta, en el motivo iconogr¨¢fico, fantasmal y provocador m¨¢s caracter¨ªstico en el hacer de este artista valenciano que ilustr¨® abundantes p¨¢ginas de El Pa¨ªs Semanal en sus primeros a?os. No en vano su obra elige, en el territorio del erotismo m¨¢s elocuente, una v¨ªa en la que el pintor busca un doble impacto perturbador, a la vez enfrentado a las pautas generales del buen gusto y atra¨ªdo por el abismo, viscoso e insondable, del deseo.Prematuramente fallecido, a los 59 a?os, en estas navidades madrile?as de 1993, Cillero se form¨® art¨ªsticamente, durante los primeros cincuenta, en la Escuela de San Carlos de su Valencia natal, ampliando luego estudios en Madrid, Roma y Par¨ªs. Desde las fases tempranas de su trayectoria creativa, se interesa por las posibilidades de integraci¨®n de la pintura en el espacio arquitect¨®nico, desarrollando importantes proyectos murales para las iglesias de San Bartolom¨¦ y del Grao de Gand¨ªa, la Facultad de Ingenieros Agr¨®nomos de Valencia y el Parque de Atracciones de Madrid.
Pero ser¨¢, con todo, a finales de los a?os sesenta cuando la apuesta de Cillero defina su territorio m¨¢s personal, en l¨ªnea con ese frente generacional que introduce mecanismos m¨¢s fr¨ªos y distanciados en el panorama del arte espa?ol de esos a?os, como reacci¨®n ante el desgarro emocional del informalismo. En ese mismo sentido, la pintura de Andr¨¦s Cillero se acerca entonces a los modelos cosmopolitas del arte pop para encontrar esde el uso de tintas planas, la incorporaci¨®n de elementos objetuales o la reducci¨®n estereotipada de las im¨¢genes- los rasgos fundamentales que habr¨¢n de determinar la evoluci¨®n de su propio lenguaje de madurez.
Y tambi¨¦n con los clich¨¦s femeninos comunes al vocabulario pop irrumpe en el universo de Cillero ese tema vertebral y obsesivo del cuerpo de la mujer, que ser¨¢, ya por siempre, su signo distintivo. De las procaces siluetas pop surgir¨¢n luego en su trabajo los vol¨²menes expl¨ªcitos de fragmentos corporales, moldeados en el cuerpo real de la modelo.
Con su hiriente presencia, inciden una vez m¨¢s en aquella equ¨ªvoca vocaci¨®n mordaz que Cillero proclamaba ya, en 1966, al definir el t¨¦rmino grotesch, acu?ado para nombrar su propia apuesta, y que prolongar¨¢ en ese otro ismo personal, no menos perverso, del "g¨®tico lavable". Voluntario ant¨ªdoto frente a las convenciones del buen gusto, se produce -en palabras del pintor- "en forma de tensi¨®n vital en contra de la gazmoner¨ªa, el pazguatismo, el adocenamiento".
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