Despu¨¦s de Castro
Parad¨®jicamente, ?I gobernante m¨¢s antiyanqui que haya tenido Cuba en toda su historia, Fidel Castro, va a conseguir lo que tenazmente este pa¨ªs estuvo tratando de evitar por casi dos siglos: la colonizaci¨®n de Cuba por parte de Estados Unidos, que, de hecho, Cuba se convierta en una colonia norteamericana.No lo era antes, pese a la enorme influencia yanqui en Cuba. Nuestras ra¨ªces hispanas y un fuerte sentimiento de nacionalidad, de identidad propia, nos escudaban contra la absorci¨®n. Y el despegue econ¨®mico de Cuba a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, y que se mantuvo en la d¨¦cada de los cincuenta, a¨²n bajo la, dictadura de Batista, nos consolidaba gradualmente como naci¨®n. La dependencia de Estados Unidos no parec¨ªa conducir a una asimilaci¨®n, quiz¨¢s porque, aparte de los componentes hist¨®ricos y ¨¦ticos mencionados, no era necesaria ni para los intereses norteamericanos ni para el progreso de Cuba.
Asimismo, tras el castrismo -y como una consecuencia de ¨¦l- se avecina otro riesgo que estuvo sorteando Cuba desde principios del siglo XIX, sobre todo despu¨¦s de la revoluci¨®n haitiana (1794-1804): su conversi¨®n en una isla caribe?a m¨¢s. Ese peligro retras¨® en casi un siglo la independencia de Cuba. Si los criollos blancos no secundaron las guerras liberadoras continentales de Bol¨ªvar, Hidalgo o San Mart¨ªn fue por miedo a que la separaci¨®n de Espa?a condujera a Cuba a convertirse en una naci¨®n negra, pues la segregaci¨®n cubana de su metr¨®poli no pod¨ªa realizarse sin la abolici¨®n de la esclavitud y sin contar con la poblaci¨®n negra de la isla, que hacia la mitad del siglo XIX superaba a la blanca.
La supresi¨®n de la trata de esclavos, que de hecho se produjo igualmente a mediados del siglo pasado, fren¨® el incremento de la raza negra y permiti¨® el ascenso de la blanca, de modo que cu¨¢ndo por fin Cuba consigue su separaci¨®n de Espa?a (1898), con la ayuda norteamericana, los habitantes blancos son mayor¨ªa y el patrocinio estadounidense es garant¨ªa de que no se producir¨¢n conflictos raciales. Los antiguos esclavos est¨¢n en minor¨ªa y tan escasos de recursos qu¨¦ no pueden siquiera reclamar igualdad de condiciones con el blanco.
Esta situaci¨®n permanece durante los 57 a?os de vida republicana (1902-1959), por lo que Cuba no deviene nunca una isla caribe?a tipo Jamaica, Barbados, Guadalupe, con una poblaci¨®n negra casi total y una estructura socioecon¨®mica de plantaci¨®n. Incluso Santo Domingo y Puerto Rico, que no son tampoco ¨ªnsulas caribe?as propiamente dichas, no alcanzan el nivel de desarrollo de Cuba. A esta diferenciaci¨®n con el resto del Caribe, sobre todo con las Antillas menores, contribuye la fuerte emigraci¨®n europea, especialmente espa?ola, que recibe Cuba desde los primeros a?os del siglo XX hasta 1930 aproximadamente. En ese lapso, alrededor de un cuarto de mill¨®n de gallegos, asturianos, catalanes, etc¨¦tera, se asienta en la isla.
La revoluci¨®n precipita al exilio a m¨¢s de un mill¨®n de cubanos, esto es, al 10% de los ciudadanos de Cuba. De ese mill¨®n, m¨¢s del 90% son blancos, con lo cual la balanza ¨¦tnica en la isla se inclina paulatinamente hacia el platillo negro. Hoy, el peso debe estar completamente a su favor.
?C¨®mo influir¨¢ este componente racial en la Cuba poscastrista? Indudablemente, se corre el peligro de que el pa¨ªs devenga un espacio caribe?o m¨¢s, cuya principal fuente de ingresos sea el turismo, no s¨®lo norteamericano, sino aun de cubanos o de anglocubanos que residir¨¢n permanentemente en el norte y visitar¨¢n su antigua patria para disfrutar de sus playas, para recordarla o, en muchos casos, simplemente para conocerla. Pues una cosa es casi segura: la inmensa mayor¨ªa del exilio cubano no regresar¨¢ con la ca¨ªda de Castro, o, por lo menos, no fijar¨¢ su residencia en Cuba. Aunque inviertan en la isla y sin duda muchos lo har¨¢n, con lo que empezar¨¢ el renacer de la prosperidad cubana-, ser¨¢n siempre empresarios absentistas que viajar¨¢n a Cuba o permanecer¨¢n aqu¨ª s¨®lo en funci¨®n de sus intereses. Pero su casa, su hogar, estar¨¢ en Miami y su patria ser¨¢ Estados Unidos, donde los hijos y los nietos de la emigraci¨®n cubana seguir¨¢n creciendo y educ¨¢ndose dentro del modo de vida americano. La ¨²nica ventaja para Cuba en esta coyuntura ser¨¢ su proximidad con Miami. Ello permitir¨¢ que un real puente humano se tienda entre las costas de una naci¨®n y otra. Para los miamenses, viajar a Cuba ser¨¢ como hacerlo dentro de su propia ciudad, y los cubanos de la isla se aprovechar¨¢n tambi¨¦n, aunque menos, de esta facilidad de comunicaci¨®n.
Probablemente, la industria que m¨¢s se desarrolle en Cuba sea la tur¨ªstica, dados los alicientes naturales que tiene el pa¨ªs. No es quim¨¦rico imaginar a los negociantes cubano-miamenses construyendo cadenas de hoteles para el turismo gringo y abriendo nuevas playas para ¨¦ste. Ser¨¢, a no dudar, un negocio muy lucrativo, pues viajar a la isla y gozar de su naturaleza estar¨¢ al alcance de cualquier bolsillo medio norteamericano. Pero, como ocurri¨® en Espa?a, el turismo redundar¨¢ en beneficio de la totalidad del pa¨ªs, que a partir de esos ikigresos podr¨¢ desenvolver otros renglones de su econom¨ªa o cimentar ¨¦sta. Lo que est¨¢ por ver es si ese beneficio tur¨ªstico no se producir¨¢ dentro del marco de otro para¨ªso antillano, de una renacida plantaci¨®n en pleno siglo XX.
En suma, la Cuba poscastrista ser¨¢ un ap¨¦ndice de Miami, ?que es decir de Estados Unidos?
C¨¦sar Leante es escritor cubano.
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