Vendaval del Madrid
El Barcelona pag¨® su juego mediocre frente a la contundencia del equipo de Luyk
Se llama Javier Garc¨ªa Coll. No es un apellido ilustre baloncest¨ªsticamente hablando. Tampoco su carrera ha estado jalonada por el ¨¦xito o el reconocimiento. Puede ir tranquilo al cine sin que le moleste el peso de la p¨²rpura y los aficionados que s¨®lo aparecen por el Palacio -siempre sedientos de venganza- cuando el Bar?a viaja a Madrid se preguntaron qui¨¦n era ese n¨²mero 6 que no hab¨ªan visto nunca. Ya no lo volver¨¢n a hacer.Coll acredit¨® con creces el acierto de quien le puso como sobrenombre El Rata. Clifford Luyk, ante la baja de Santos, opt¨® por dar salida a un jugador que lleg¨® de rebote al Madrid favorecido por la posibilidad de una d¨¦cima ficha europea. Hasta ahora ayudaba en los entrenamientos y alentaba, incansable, desde el banquillo. Ayer, por fin, traspas¨® su filosof¨ªa del generoso esfuerzo a la cancha y su sola presencia dinamit¨® el partido. De forma ratonera, pero muy v¨¢lida para un equipo que no gusta en exceso de mancharse la camiseta con el polvo del parqu¨¦.
Coll se emparej¨® con Salva Diez, el director de juego del Barcelona, un buen jugador, pero con una peque?a pega: le sobra la canasta contraria. El alero madridista le concedi¨® todos los metros del mundo hasta olvidarse de ¨¦l incrust¨¢ndose en mitad de la zona a trincar todo el queso que pudiese. Con Sabonis para los balones que iban de abajo arriba -desesperante impotencia azulgrana- y Coll barriendo los que lo hac¨ªan de arriba abajo -hasta haberlo tenido enfrente no se puede comprender en su totalidad su inagotable capacidad de incordio-, el Barcelona se encontr¨® con una zona infranqueable de cuatro metros alrededor del aro a expensas de su casi inexistente poder de lanzamiento exterior. Entre tapones, robos, balones por el suelo y otras circunstancias tan al gusto de Garc¨ªa Coll, el Madrid jug¨® a todo tren, con lo que propici¨® otra aparici¨®n estelar: la de Arlauckas. El norteamericano necesita un poco de v¨¦rtigo para ser el del Taugr¨¦s. Y lo tuvo durante 13 minutos, en los que fue omnipresente -16 puntos- incluso dej¨¢ndose ver en la defensa. Aunque ah¨ª Coll y Sabonis dejaban poco para el resto.
Los 15 puntos de diferencia r¨¢pidamente conseguidos por el Madrid (32-17, minuto 13) fueron una losa para el Bar?a -sobre todo, para el de ayer- y marc¨® definitivamente el choque. Sali¨® Epi, descans¨® un poco Sabonis, Garc¨ªa Coll fue engordando su cuenta de faltas personales y A¨ªto busca que te busca su quinteto ideal. Nada destacable hasta el periodo de reflexi¨®n (44-34). El Madrid viajaba por autopista y el Bar?a por una carretera vecinal, pero todav¨ªa ten¨ªa a la vista el Rolls-Royce blanco, demasiada recompensa para tan desafortunada actuaci¨®n.
Alto decidi¨® cambiar el rumbo del encuentro y puso en la pista su quinteto guerrero: Galilea, Fuentes, Epi, Andr¨¦u y Roberts. Por la v¨ªa ortodoxa no hab¨ªa nada que hacer e intent¨® llevar las evoluciones por el mismo camino marcado por Garc¨ªa Coll esperando sacar parecidos beneficios. Presi¨®n, faltas, broncas y dem¨¢s. La cosa no le fue mal (71-60, minuto 32), pero no pas¨® de ser un espejismo. En lugar de un oasis, el Bar?a se encontr¨® con Sabonis, una pared de 217 cent¨ªmetros. Sabonis termin¨® con 27 puntos, 16 rebotes y seis tapones.
Recuperado el aliento madridista con el acierto en la l¨ªnea de tiros libres a la que iba en cada ataque (81-65, minuto 15), el final se convirti¨® en una exhibici¨®n blanca con vistas a una galer¨ªa que nunca tiene suficiente cuando hay una camiseta azul y grana delante. El Madrid salv¨® su comprometida situaci¨®n y el Barca cogi¨® el puente a¨¦reo con la cabeza llena de preguntas sin responder, pues hizo lo peor que puede hacer un equipo. No dej¨® nada para el recuerdo. Por no tener para comentar, ni siquiera padecio un d¨ªa horrible, de los que se sale del campo convencido de que ser¨¢ dif¨ªcil jugar peor. Hizo cosas, mantuvo el tipo con cierta dignidad hasta su derrumbe final y se qued¨® a dos puntos de los 80, cifra nada desde?able. No, lo descorazonador fue que tuvo una actuaci¨®n neutra, sin contenido, olvidable.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.