La herida de Chiapas
EL EJ?RCITO, mexicano ha hecho lo ¨²nico que sabe hacer un Ej¨¦rcito para desanudar lo que Octavio Paz ha llamado el nudo de Chiapas: bombardear y aplastar con la fuerza ciega de la aviaci¨®n y los blindados la parte m¨¢s visible de la protesta, la acci¨®n militar de unos guerrilleros mal armados en el Estado de aquel nombre, colindante con Guatemala y tambi¨¦n con la miseria y la desesperaci¨®n.El presidente Carlos Salinas de Gortari quiere pasar a la historia como el l¨ªder que ha propulsado de una manera decisiva la modernizaci¨®n de M¨¦xico, con lo que todo ello conlleva de democratizaci¨®n: autenticidad del sufragio, liquidaci¨®n de estructuras corporativistas, lucha contra el emboscamiento del partido gobernante en la Administraci¨®n y, en general, contra la corrupci¨®n de la cosa p¨²blica. A ese proyecto, cuyo buque-insignia es la puesta en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canad¨¢, le sienta como una pedrada entre los ojos la revuelta campesina en demanda del reconocimiento m¨¢s elemental que cabe exigir de la modernidad en las postrimer¨ªas del siglo XX: el derecho a una vida material y moral digna.
Es perfectamente posible, como se ha sugerido, que la rebeli¨®n de Chiapas no se haya cocido exclusivamente en el propio Estado mexicano; que haya intervenci¨®n de fuerzas exteriores, y no s¨®lo alguna colaboraci¨®n de la vecina guerrilla guatemalteca, sino de intereses nacionales o internacionales contrarios a todo lo que el TLC significa. Pero tambi¨¦n es evidente que los datos materiales en los que se sustenta la revuelta no son ex¨®genos, sino que est¨¢n muy bien fabricados a domicilio.
Algunos autores afirman que Chiapas en realidad no es M¨¦xico; que la revoluci¨®n de 1910 y su obra continuadora, cuya encarnaci¨®n es el propio PRI -el partido en el poder desde 1929-, no lleg¨® jam¨¢s al territorio; que el latifundismo, que la explotaci¨®n, que la discriminaci¨®n del indio, hac¨ªan de Chiapas una excepci¨®n en la polis mexicana. Pero el camino de la modernidad no admite salvedades: es un proyecto que fracasa -cuando se aplica selectivamente, como muestra el atroz precio en vidas humanas y el deterioro de la imagen internacional de M¨¦xico.
El Ej¨¦rcito ha actuado con brutal rapidez porque cada d¨ªa que pasaba, cada minuto transcurrido con ese absceso abierto ante la mirada del mundo, era un spot de p¨¦sima publicidad para el proyecto de Salinas. Por ello, no ha habido inter¨¦s en entablar un di¨¢logo genuino con los insurrectos, ni tampoco en aceptar una mediaci¨®n, como la que ofrec¨ªa la Iglesia cat¨®lica, por el temor a que un comp¨¢s de espera negociador no s¨®lo mostrara al Estado como un interlocutor d¨¦bil, sino tambi¨¦n incapaz de generar otro tipo de respuestas. Al parecer, hab¨ªa que demostrar primero qui¨¦n tiene la superioridad de la fuerza.
Pero el d¨ªa del uso de esa fuerza, con todo lo que ha tenido de excesiva y, sobre todo, de in¨²til para resolver el problema, tendr¨ªa que haber pasado ya. Sea cual fuere la capacidad de violencia que reste a la revuelta, nos hallamos ante la necesidad de sanar las heridas, de demostrar que el poder tiene m¨¢s argumentos que el tanque y el cazabombardero. Los cambios decididos ayer por Salinas en su Gabinete podr¨ªan apuntar en esta direcci¨®n.
Hay que exigir una investigaci¨®n oficial sobre la conducta del Ej¨¦rcito en su actuaci¨®n represiva en Chiapas y, conjuntamente, el inicio de un verdadero di¨¢logo con los representantes de los campesinos, como el que propone el presidente Salinas, para encarar los problemas de atraso e incuria hist¨®rica que sufre Chiapas y cuya vigencia en la actualidad es una sangrante denuncia del comportamiento de las clases dirigentes del Estado y del PRI de las ¨²ltimas siete d¨¦cadas. O, lo que es lo mismo, reconocer que la modernizaci¨®n del pa¨ªs, que el ingreso de la gran rep¨²blica mexicana en el siglo XXI, que la apertura de Salinas, no constituyen, en definitiva, m¨¢s que una v¨ªa para la que est¨¢ reservado el derecho de admisi¨®n.
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