Opino que..., pero no des mi nombre
Caso primero: "Ha habido guerristas que han acogido con desconfianza las palabras de Gonz¨¢lez en Bruselas. Guerra no aceptar¨¢, seg¨²n ellos, estar en una direcci¨®n para salvarse a s¨ª misrno".Caso segundo: "Fuentes cercanas al banco, que prefieren permanecer en el anonimato, opinan que J. P. Morgan se opondr¨¢ con toda probabilidad a la operaci¨®n acorde¨®n que baraja el equipo del nuevo presidente".
Son p¨¢rrafos publicados en EL PA?S en d¨ªas pasados. Est¨¢n ustedes tan acostumbrados a leer en la prensa espa?ola opiniones atribuidas a fuentes an¨®nimas que probablemente ya no les llama la atenci¨®n. Sin embargo, deber¨ªan estar atentos. Es algo que los peri¨®dicos solventes tienen que desterrar por completo de sus p¨¢ginas.
El Libro de estilo de EL PA?S es tajante al respecto: "Hay que evitar el recurso de disimular como fuentes informativas aquellas que s¨®lo aportan opiniones. En este supuesto, deber¨¢ identificarse. a la persona consultada. En otro caso no resulta interesante conocer una opini¨®n si no se sabe qui¨¦n la avala".
Es importante que no se confunda opini¨®n e informaci¨®n. El secreto de la fuente cuando se trata de informaci¨®n, en el sentido de hechos que pueden ser comprobados por otros medios, es b¨¢sico para el trabajo de los periodistas y para la libertad de informaci¨®n.
Dif¨ªcilmente un funcionario de un ministerio o un empleado de una empresa privada facilitar¨¢n informaciones relevantes relacionadas con su trabajo si piensan que ser¨¢n identificados, entre otros motivos porque pueden incluso ser sancionados o despedidos. El periodista est¨¢ obligado en ese caso a mantener el anonimato de su informador, incluso ante los tribunales de justicia.
As¨ª se establece, por ejemplo, en el Estatuto de la Redacci¨®n del diario EL PA?S: "La protecci¨®n de las fuentes informativas constituye una garant¨ªa del derecho de los lectores a recibir una informaci¨®n libre y una salvaguardia del trabajo profesional. ( ... ) Ning¨²n redactor ni colaborador podr¨¢ ser obligado a revelar sus fuentes. ( ... ) La sociedad editora amparar¨¢ con todos los medios a su alcance el ejercicio del secreto profesional ante los tribunales de justicia o cualesquiera organismos o autoridades".
La importancia de este principio es resaltada tambi¨¦n por el Comit¨¦ de Redacci¨®n de EL PA?S: "Hay ¨¢mbitos important¨ªsimos, desde el punto de vista informativo, donde ocultar la fuente es una necesidad imperiosa si se quiere obtener informaci¨®n: el Ministerio del Interior, el de Defensa o las entidades financieras, por ejemplo, suelen ser cajas blindadas donde s¨®lo la confidencialidad permite que el periodista trabaje".
Pero el secreto de la fuente informativa se confunde muchas veces con el supuesto derecho de una persona a dar una opini¨®n y exigir a continuaci¨®n que no se publique su nombre.
. Los periodistas aceptamos muchas veces reproducir esas opiniones an¨®nimas, sobre todo cuando la fuente es un personaje relevante que nos merece cr¨¦dito. Y no deber¨ªa ser as¨ª" porque ustedes, los lectores, tienen tanto derecho como el periodista a decidir si esa opini¨®n les merece tambi¨¦n cr¨¦dito o no, seg¨²n quien la manifiesta.
La defensora del lector ha pedido al director ad unto Javier Valenzuela que estuviera pendiente de este problema y que lo analizara tambi¨¦n para ustedes.
"En las p¨¢ginas de EL PAIS", advierte Valenzuela, "se publican muchas informaciones atribuidas, por ejemplo, a 'dirigentes renovadores del PSOE' o 'miembros del actual equipo directivo de Banesto'. Si el periodista tiene confianza en su fuente por pasadas experiencias, si la informaci¨®n es importante y si est¨¢ contrastada, como mandan los c¨¢nones, la cosa tiene un pase. Lo que no lo tiene es cuando no se cumplen los requisitos precedentes o cuando lo que se reproduce es una mera opini¨®n del informante".
"La inquietud de la defensora del lector, que comparto", prosigue el director adjunto, "me ha llevado a abrir un debate en el seno de la Redacci¨®n, y en particular en las ¨¢reas de informaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica".
"Como conclusi¨®n de las discusiones que he sostenido con los redactores jefes podr¨ªan sentarse dos principios", explica Javier Valenzuela. "El primero es reducir al m¨ªnimo las citas entrecomilladas atribuidas a fuentes an¨®nimas. Si el periodista ha recogido material informativo de ese tipo de fuentes, debe reelaborarlo de un modo que quede claro que es ¨¦l, el periodista, el que lo cuenta tras una investigaci¨®n exhaustiva realizada en medios solventes. En estos casos, el periodista debe ser el que da la cara y el que se responsabiliza de su propia credibilidad profesional y de la de sus fuentes".
"El otro principio", a?ade Valenzuela, "es que no hay que usar nunca citas entrecomilladas cuando no se trate de hechos, sino de opiniones expresadas por fuentes an¨®nimas. M¨¢xime cuando esas opiniones son ofensivas para terceros. No es de recibo que en este peri¨®dico ni en ning¨²n otro se puedan leer cosas del tipo: "Fulano de Tal es un mal ministro', afirm¨® ayer una persona que no quiso ser identificada". "Si esa persona no quiere mojarse, que se guarde sus opiniones. Y si las da, que las escuche el periodista, pero que no las reproduzca".
As¨ª que ya saben ustedes. EL PA?S tiene el compromiso de no reproducir opiniones de fuentes an¨®nimas. Si aun as¨ª encuentran ustedes alg¨²n caso, sepan que no debieron publicarse y que tienen raz¨®n si dudan de su credibilidad.
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