Piedra de toque del impulso democr¨¢tico
Una buena Ley de Fundaciones, afirma el articulista, es una inigualable oportunidad en la que se unen todos los elementos que dan sentido y contenido al impulso democr¨¢tico: desarrollo de la Constituci¨®n, consenso pol¨ªtico y establecimiento de unas relaciones m¨¢s porosas entre la sociedad y el Estado.
La pr¨®xima y esperada Ley de Fundaciones que se apruebe en el Parlamento tras el debate del proyecto de ley del Gobierno deber¨ªa constituir una muestra de lo que se quiere decir con la expresi¨®n "impulso democr¨¢tico". Todas las circunstancias parecen ser favorables para que sea as¨ª. Creo que las condiciones son ¨®ptimas por razones muy diversas: hay razones de oportunidad pol¨ªtica, hay razones de necesidad jur¨ªdica y hay razones de inter¨¦s social. Y no parece haber nada en contra: ninguna dificultad. Por una bendita vez, todos parecemos estar de acuerdo: todos le reconocemos a las fundaciones el valor de las iniciativas de la sociedad civil, que es obligado alentar, por su acci¨®n subsidiaria del Estado y su fidelidad a los principios democr¨¢ticos que rigen nuestra vida social.Han pasado 15 a?os desde la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n espa?ola, y 15 a?os de convivencia democr¨¢tica son un periodo suficientemente largo como para que sea significativo. Tal vez sea dif¨ªcil evaluar el nivel de madurez de una sociedad, en t¨¦rminos de cultura c¨ªvica, de confianza democr¨¢tica. Pero parece evidente que la sociedad espa?ola ha progresado, con las l¨®gica dificultades en ambos aspectos, y que hoy est¨¢ en condiciones de asumir nuevas responsabilidades y de participar de un modo m¨¢s directo con autonom¨ªa y eficacia, en la ampliaci¨®n y en el perfeccionamiento del quehacer p¨²blico. Todo esto es impulso democr¨¢tico.
Como lo es, y de forma fundamental, el desarrollo de la propia Constituci¨®n. El art¨ªculo 34, que establece el derecho de fundaci¨®n, est¨¢ todav¨ªa a la espera de su regulaci¨®n sustantiva. Pero lo m¨¢s importante no es, aunque tambi¨¦n lo sea, el establecimiento del marco jur¨ªdico b¨¢sico de las fundaciones, sino, especialmente, la creaci¨®n de las condiciones necesarias para una mayor efectividad del derecho de fundar, derecho que, al estar amparado por la Constituci¨®n, exige, como ha se?alado el profesor Garc¨ªa de Enterr¨ªa, la protecci¨®n y el est¨ªmulo de los poderes p¨²blicos.
Nos encontramos adem¨¢s en una situaci¨®n que parece propicia para que la Ley de Fundaciones sea el fruto del consenso parlamentario. Y no. s¨®lo porque el Gobierno haya mostrado un mayor talante negociador en la elaboraci¨®n de su proyecto, sino, tambi¨¦n, porque todo parece indicar que est¨¢ dispuesto a seguir manteni¨¦ndolo en el debate parlamentario de la ley. Esto se pudo percibir cuando, ante el gesto de los grupos parlamentarios Popular y Catal¨¢n de retirar sus respectivas proposiciones de Ley sobre Fundaciones e Incentivos Fiscales, en el pleno del Congreso del 23 de noviembre pasado, el representante del Grupo Socialista, Pedro Jover, se?al¨® que en la C¨¢mara no "hab¨ªa un proyecto de ley, sino tres", lo que equival¨ªa a decir que las enmiendas de ambos grupos pol¨ªticos ser¨ªan escuchadas.
En la misma sesi¨®n, Miguel ?ngel Cort¨¦s, del Grupo Popular, habl¨® de la necesidad de crear un marco estable "porque las fundaciones tienen vocaci¨®n de permanencia". En igual sentido se expres¨® Miguel Roca, formulando el deseo de que "todas las fuerzas pol¨ªticas pudieran sertirse identificadas en un proyecto de modernidad". Y Felipe Alcaraz, representante de Izquierda Unida, dijo, en la misma l¨ªnea, que "los poderes p¨²blicos tienen que estimular, promover las respuestas, las potencialidades de la sociedad civil y de sus iniciativas propias". Pues bien, este "esp¨ªritu de consenso", que puede considerarse tambi¨¦n como uno de los rasgos del impulso democr¨¢tico, es visto con especial complacencia por las fundaciones.
En repetidas ocasiones, el Centro de Fundaciones ha hecho p¨²blico el deseo de estas instituciones de que la Ley que finalmente establezca su regulaci¨®n sea el resultado del acuerdo pol¨ªtico entre los grupos parlamentarios, porque la raz¨®n de ser, la garant¨ªa de eficacia de las fundaciones, estriba precisamente en la permanencia y en la estabilidad para el desarrollo de sus objetivos. Y es patente, por otro lado, que en estos momentos la fundaci¨®n es una instituci¨®n plenamente democr¨¢tica, que no obedece a una orientaci¨®n social o pol¨ªtica determinada, sino que expresa y vitaliza la diversidad y la pluralidad del tejido social.
Pero todo consenso pol¨ªtico es reflejo, en ¨²ltima instancia, de un consenso social. Y as¨ª ha sido en este caso. Porque es evidente que el viejo y permanente debate en torno a las relaciones entre, la sociedad y el Estado ha cambiado de signo en nuestros d¨ªas. Ya no se percibe como un combate, sino como un encuentro deseable; no como un juego de suma nula, sino como un juego de suma positiva. Que la sociedad mejora y se consolida con un Estado fuerte, y al contrario. Porque no son tiempos de enfrentamiento, sino de colaboraci¨®n, y no se trata, en este caso, de hacer de la necesidad virtud porque ¨¦sta ya lo era (la colaboraci¨®n como una virtud p¨²blica en un sistema democr¨¢tico).
Todos podemos ganar y nadie perder¨¢ si se logra un entendimiento real entre un Estado, que soporta una carga de compromisos demasiado pesada, y una sociedad cada vez m¨¢s consciente de su propia responsabilidad para la soluci¨®n de los problemas de nuestros d¨ªas. Pero esto que estamos diciendo ahora trasciende el impulso democr¨¢tico, para conectar con la esencia misma de la democracia. Va m¨¢s all¨¢ del esquema cerrado del Estado y de sus instituciones. Y aspira por ello a establecer relaciones horizontales y no jer¨¢rquicas entre el Estado y 'la sociedad. Relaciones de confianza y, ya lo dec¨ªamos, de colaboraci¨®n. Idea ¨¦sta que constitu¨ªa el eje central de mi libro La sociedad necesaria. No he encontrado, en las numerosas discusiones sobre este tema en las que he participado en los ¨²ltimos meses, ninguna objeci¨®n de fondo a mi tesis, pero s¨ª razonables dudas sobre la forma de llevarlas a la pr¨¢ctica. Creo que ahora estamos ante una forma muy concreta de pasar de la teor¨ªa a la pr¨¢ctica y al alcance de la mano.
Por eso dije, al comienzo de este art¨ªculo, que est¨¢bamos ante una oportunidad pol¨ªtica, una piedra de toque para que el Gobierno haga verdaderamente operativo ese impulso democr¨¢tico que corre el peligro, como ya se ha dicho, de quedar reducido a una mera promesa de "contornos borrosos y contenidos difusos". La Ley de Fundaciones, una buena Ley de Fundaciones, es, insisto, una inigualable oportunidad de predicar con obras. Una oportunidad en la que se unen todos los elementos que dan sentido y contenido al impulso democr¨¢tico: desarrollo de la Constituci¨®n, consenso pol¨ªtico y establecimiento de unas relaciones m¨¢s porosas entre la sociedad y el Estado. En definitiva, una forma tangible de profundizar en la democracia.
?Pero es realmente todo tan f¨¢cil como lo estamos poniendo? ?Son todos los vientos tan favorables? Quiz¨¢ peque de un exceso de optimismo, pero no veo ning¨²n obst¨¢culo que pueda entorpecer la aprobaci¨®n de una buena Ley de Fundaciones. No, no los veo. Pero se me dir¨¢: ?y los problemas fiscales? Me resisto a verlos como un obst¨¢culo, como un problema, si de verdad se considera la pol¨ªtica fiscal como un instrumento para la modernizaci¨®n del pa¨ªs.
Es cierto que la pol¨ªtica Fiscal es siempre una prueba importante. Porque en un sistema democr¨¢tico sin confianza fiscal no hay confianza que valga. No olvidemos que estamos ante un tema fiscal menor, en cuanto a sus efectos recaudatorios, pero de una gran importancia, sin embargo, si se piensa en sus posibles efectos incentivadores para una mayor participaci¨®n de los individuos y la sociedad en las tareas de inter¨¦s general.
?ste es el verdadero problema. No es una cuesti¨®n de t¨¦cnica fiscal, sino de filosofia pol¨ªtica. Esa participaci¨®n de la sociedad tiene que ser considerada como otra forma de pagar impuestos. S¨®lo desde esta perspectiva, desde esta filosofia, es posible, desde nuestro punto de vista, llegar a una buena Ley de Fundaciones.
Lo otro, controles burocr¨¢ticos innecesarios, dirigismo, tratamiento fiscal -parad¨®jicamente- desincentivador, es resucitar anacronismos, viejos recelos que hoy deber¨ªan estar superados. La confianza, el desarrollo de la Constituci¨®n, el consenso parlamentario y la profundizaci¨®n en la democracia, es decir, los vientos favorables... nos animan a pensar que estamos en el buen camino.
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