Sindicatos y Pol¨ªticos
Los sindicatos no tienen suerte. El Gobierno ha aprendido la lecci¨®n de 19,88 y renuncia a aparecer en primer plano frente a la convocatoria de huelga general. As¨ª evita el efecto bumer¨¢n que entonces provocaran las declaraciones del propio Felipe Gonz¨¢lez y de Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas, y sobre todo quita a los espa?oles la tentaci¨®n de secundar la huelga para expresar masivamente su malestar por la situaci¨®n econ¨®mica en que se encuentra el pa¨ªs. La labor de desgaste corresponde a peones de brega y auxiliares voluntarios, algunos de los cuales exhiben para el caso viejos carn¨¦s y dicen cosas tan estupendas como que la pol¨ªtica econ¨®mica del pa¨ªs, la que nos ha llevado a la crisis, la hicieron "los hombres del 14-D". Uno cre¨ªa que el responsable de nuestra econom¨ªa era Solchaga, pero ante hechos tan penosos como que alguna mesa redonda de la Expo 92 tuviera que ser suspendida por falta de fondos, habr¨¢ que darles la raz¨®n. La huelga es, pues, condenable y no va a ser Joaqu¨ªn Sabina el que nos convenza de lo contrario.M¨¢s grave es a¨²n para los sindicatos su divorcio del mundo pol¨ªtico. Respecto del PSOE, todo el mundo sabe que, desde hace a?os, cuanto ocurre supone algo mucho m¨¢s grave que una desavenencia. Las fuerzas conservadoras no iban a remendar el roto y, por eso, lo ocurrido en la sesi¨®n parlamentaria sobre la reforma laboral no debe extra?ar a nadie. Aunque tal vez la fractura resulte irrelevante, en el terreno de los hechos, seg¨²n pudo comprobarse en el 14-D.
Ahora bien, tampoco a la izquierda del Gobierno encuentran los sindicatos un complemento pol¨ªtico a su actuaci¨®n. La f¨®rmula cl¨¢sica, en el modelo leninista, pero tambi¨¦n en el patr¨®n adoptado por algunos partidos socialdem¨®cratas, colocaba al partido en posici¨®n de gu¨ªa respecto de un tradeunionismo cegado por la atenci¨®n a las reivindicaciones inmediatas. Ese tipo de relaci¨®n tutelar fracas¨®, dando paso a la autonom¨ªa sindical. Pero la falta de un correlato pol¨ªtico no deja de estrangular una pol¨ªtica reivindicativa, desprovista de cauces para acceder a las instancias representativas con un m¨ªnimo de eficacia.
En el caso espa?ol, aparentemente, ese papel lo desempe?a Izquierda Unida. Lo que no est¨¢ tan claro es que la IUPCE de Julio Anguita sea mejor como aliado que como neutral. Parece evidente que desde un principio Anguita ha puesto sobre la mesa el papel tradicional del partido-vanguardia, tratando de capitalizar una movilizaci¨®n de masas a la que ¨²nicamente puede perjudicarle la imagen de ser el instrumento de la pol¨ªtica comunista. Conviene recordar que si ahora Anguita se suma con entusiasmo a la huelga, estuvo inicialmente enfrentado a la pol¨ªtica de pacto social que buscaban los sindicatos. Quiz¨¢ existan muchas coincidencias puntuales en las reivindicaciones, pero la filosof¨ªa de fondo no es la misma; la defensa a ultranza de la situaci¨®n, previamente adquirida en las relaciones de trabajo, tiene poco que ver con la enmienda a la totalidad frente al orden capitalista que subyace a la alternativa de Anguita. Propuestas tales, como la bajada a la calle de los dirigentes de IU para integrar piquetes, definen una perspectiva tan inoperante en la pr¨¢ctica como simb¨®licamente negativa. Bastante tienen los sindicatos con desmontar las acusaciones de politizaci¨®n para que el PCE deshaga tales argumentaciones de un plumazo. El Gobierno ha sabido entenderlo y, por eso, le ha ofrecido r¨¢pidamente a Anguita las c¨¢maras de TVE-1, introduciendo la asociaci¨®n "huelga general" igual a "¨¦xito de comunismo". Y hay que decir que por el momento la minoritaria Nueva Izquierda, que no es partido, pero ya tiene su secretario general, tampoco ha ofrecido un cauce propio de vinculaci¨®n, por lo menos en el plano de las propuestas, centr¨¢ndose en una descalificaci¨®n de Anguita que deja la coalicci¨®n pr¨¢cticamente rota. Claro que ahora lo principal es ver qu¨¦ sucede el d¨ªa 27.
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