De lo bastardo
?La egiptoman¨ªa es una pasi¨®n. o un vicio est¨¦tico? Dif¨ªcilmente se puede contestar a esta pregunta sin tener en cuenta que se trata de un desplazamiento a menudo escandaloso. Para definirlo, Pierre Yoyote invent¨® el t¨¦rmino egiptier¨ªa, sin duda descriptivo.No nos extra?a cuando vemos los ejemplos m¨¢s obvios de cierta egiptoman¨ªa: pel¨ªculas de Cecil B. de Mille inspiradas a su vez en la pl¨¢stica de Alma Tadema, representaciones estivales de Aida en las Termas de Caracalla, ceniceros con la efigie de Horus, bolsos que combinan reproducciones de tumbas dispares en el tiempo... ninguna humillaci¨®n ha sido ahorrada al gran arte fara¨®nico a la hora de ser consumido con atroz facilidad y absoluta falta de respeto. Recuperar esas tendencias puede ser un divertimento encantador, pero, dudo que tengamos derecho a hablar de vindicaci¨®n. Al fin y al cabo entramos en los dominios de la bastard¨ªa, nos movemos entre ella, estamos a punto de asumirla. ?Conviene ser c¨®mplice o enemigo declarado?
De todos los revivals del gusto, la egiptoman¨ªa es el m¨¢s suceptible de rozar los l¨ªmites del kitsch, sin que esto signifique que otros no lo hayan hecho antes. ?En qu¨¦ ultrajes del gusto no incurri¨® el gothic revival al margen o paralelamente a las reivindicaciones ruskianianas? ?A cu¨¢ntos esperpentos arquitect¨®nicos no ha dado lugar el legado hel¨¦nico? Son excesos que han sido perdonados, actitud que resulta m¨¢s dif¨ªcil aplicar a la egiptoman¨ªa. Seguramente le falta la reflexi¨®n temporal o el ba?o de iron¨ªa indispensable. Mucho m¨¢s cuando la egiptoman¨ªa no se ha limitado a ejercer desde la subcultura, antes bien, ha dejado su huella en las manifestaciones m¨¢s elevadas del arte.
En sus aspectos m¨¢s dignos, la popularidad alcanzada por las pinturas de David Roberts es un s¨ªntoma de esta afici¨®n. Empezaron como material de exquisitos y hoy se ofrecen en El Cairo Hilton como felicitaciones de navidad. Pero en ¨²ltima instancia, la expresi¨®n de Roberts es t¨ªpicamente rom¨¢ntica, un fen¨®meno del sentimiento orientalista como lo fue en cierto modo el Ozymandias de Shelley o las novelas de Merejowski sobre Akenaton y Tutankamon. La inevitable condena al kitsch que es caracter¨ªstica de la egiptoman¨ªa, tiene que esperar al siglo XX para afirmarse en sus aspectos m¨¢s penosos y alg¨²n que otro logro. Lo cierto es que llega a arrasar a partir del descubrimiento de Tutankamon.
La influencia del arte del periodo en las formas m¨¢s estilizadas del -art-d¨¦co es tan evidente como afortunada y llega hasta a beneficiar la moda femenina (el vestido de Norma Shearer en la comedia Idiots Delight es pura inspiraci¨®n tebana). El Egyptian Theatre, en Hollywood Boulevard, es egipcier¨ªa kitsch que corresponde, adem¨¢s, a la ¨¦poca de entronizaci¨®n del cine como palacio de la diversi¨®n, si bien es cierto que en la misma avenida el Chinesse Gaumount se acoge a la vieja moda de la chinoisserie, pertenece ya a una ¨¦poca concluida.
Lo egipcio es nueva garant¨ªa de misterio de ultratumba -de aqu¨ª las pel¨ªculas llenas de momias- y sus formas externas implican una garant¨ªa de espectacularidad. En su libro Legyptomanie dans l'art occidental, Humbert reproduce fascinantes (?o alucinantes?) ejemplos de egipcier¨ªa adaptadas a la arquitectura de los a?os veinte y treinta. Siguen siendo divertidas, acaso entra?ables, pero duelen profundamente. Presentan la misma distancia que va de la severa arquitectura de Saquara a la barraca de feria. Ni los Ptolomeos, tan dados al pastiche, se hab¨ªan atrevido a tanto.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.