Templo de Salom¨®n
TODOS LO sab¨ªan. El escenario del Liceo, el primer teatro de ¨®pera de Espa?a, era una ruina incapaz de cobijar montajes que no estuvieran pensados para su artesanal carpinter¨ªa y, sobre todo, era un, aut¨¦ntico almac¨¦n de cordajes, maderas y ropas demasiado vulnerables ante un fuego que final, tr¨¢gicamente, lleg¨®. Varios informes hab¨ªan alertado ya sobre este peligro, pero hasta 1995 no estaba previsto poner remedio al problema con los sistemas imprescindibles antiincendios con los que hoy cuentan en la mayor parte de la Europa desarrollada hasta los peque?os teatros de provincias. Las disputas entre las administraciones del consorcio de la entidad y la actitud remolona de los propietarios del teatro retrasaban la decisi¨®n de una reforma a fondo que, ahora, un triste incendio har¨¢ irremediable.Ayer, todos, desde la ministra de Cultura hasta el presidente de la Generalitat, apostaban por un remedio r¨¢pido al desastre: la reconstrucci¨®n urgente. Todas las administraciones implicadas acordaron levantar piedra a piedra el nuevo Liceo donde ya estaba. Una reconstrucci¨®n que deber¨¢ aprovecharse para hacer la reforma pendiente, demasiadas veces aplazada.
Ayer, ning¨²n pol¨ªtico se acordaba de su parte de culpa en los regateos que han adornado la ¨²ltima historia del primer teatro l¨ªrico espa?ol. Quiz¨¢ la humeante chimenea que ayer era el Liceo tambi¨¦n se haya llevado las ¨²ltimas reticencias de la Generalitat a una colaboraci¨®n institucional con el Ministerio de Cultura que algunos interpretaban como una p¨¦rdida de la catalanidad del teatro. Reticencias que ha utilizado el Ministerio de Cultura para aplazar un importante peaje presupuestario.
Entre las cenizas est¨¢n las butacas y los palcos de propiedad, una llamativa herencia de. los momentos germinales del Liceo, cuando la burgues¨ªa barcelonesa sufrag¨® una insignia cultural y simb¨®lica que eran incapaces de levantar los Gobiernos decimon¨®nicos. Esos propietarios, que tienen, eso s¨ª, leg¨ªtimo derecho a la prima del seguro, y que ahora son propietarios de casi nada, deber¨¢n reconocer que sus derechos no podr¨¢n ser los mismos desde el momento en que el dinero p¨²blico es lo ¨²nico que asegura que el teatro, un teatro nuevo o renovado, vuelva a cobijar el arte de Verdi, Wagner, Puccini... y de todos sus maravillosos servidores.
Quiz¨¢ la desgracia de ayer fomente, parad¨®jicamente, algunas virtudes. La sociedad privada y p¨²blica catalana suele hacer aflorar lo mejor de s¨ª misma en tiempos de turbaci¨®n: no es la primera vez que el coliseo de la Rambla, como el templo de Salom¨®n, se incendia y reconstruye.
La ¨®pera de Espa?a debe reabrir, porque lo necesita la cultura. Un teatro l¨ªrico no es s¨®lo sus paredes, sino el fondo inmaterial, la afici¨®n, el circuito, la tradici¨®n, que no se improvisa. Lo necesita tambi¨¦n una ciudad que ha descubierto repentinamente que apenas dispone de teatros con la tecnolog¨ªa y la galanura m¨ªnimas para dar albergue temporal a un montaje oper¨ªstico. El d¨ªa que reabra ser¨¢ una fiesta, aunque sea imposible rehacer el aroma de una ¨¦poca que te?¨ªa los salones del gran Liceo que ayer sucumbi¨® al fuego y a la desidia.
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