Lo nuevo y lo viejo en la crisis italiana
Hablando con los italianos se advierte que est¨¢n confundidos y desorientados ante las elecciones. Por eso, no extra?a que a 40 d¨ªas del voto m¨¢s del 70% no haya decidido a¨²n por qui¨¦n votar. Y es que iba a ser ¨¦sta la primera vez en 50 a?o s que se hubiese podido decidir entre un grupo progresista o uno conservador, gracias al cambio de la ley electoral de proporcional a mayoritaria. Pero la ley es complej¨ªsima y ya se calcula que podr¨¢n salir de las urnas hasta 10 partidos. Por lo pronto, se presentan tres grandes bloques: la derecha de Berlusconi-Bossi, la izquierda de Occhetto-Orlando y el centro de Martinazzoli-Segni.La revoluci¨®n judicial realizada por los magistrados de Mil¨¢n ha barrido a la mayor¨ªa de los l¨ªderes pol¨ªticos tradicionales y ha obligado a romperse a los mayores partidos, naciendo otros nuevos. Ahora lo l¨®gico ser¨ªa que los electores pudieran distinguir entre lo nuevo y lo viejo a la hora de votar. Pero la cosa no parece tan f¨¢cil. De ah¨ª la desorientaci¨®n, porque los l¨ªderes de los tres grandes grupos que se presentan a las elecciones se acusan los unos a los otros de ser lo viejo. Y los tres se adjudican a su vez el carisma de la novedad. Nadie acepta ser ni de izquierdas ni de derechas.
Y para demostrarlo se ha desencadenado una verdadera guerra conducida por los seis canales de televisi¨®n: los tres p¨²blicos de la RAI, que apoyan fundamentalmente a Occhetto y compinches, y los tres privados de Berlusconi, que l¨®gicamente est¨¢n con ¨¦l y los suyos. ?Y la gente qu¨¦ dice? Si hablas con los progres, te dicen que la verdadera novedad consiste en que por primera vez la izquierda podr¨ªa llegara al poder en Italia, aunque sea una izquierda variopinta como la de Occhetto. Los conservadores responden que si hay algo viejo son los ex comunistas, herederos del viejo modo de gobernar de pactos y compromisos subterr¨¢neos y que con ellos se disparar¨ªan la inflaci¨®n y el gasto p¨²blico.
Seg¨²n los conservadores, la bandera de lo nuevo la tienen Berlusconi y Bossi, porque fue la Liga la que hizo abortar el viejo r¨¦gimen y cre¨® un nuevo lenguaje pol¨ªtico, y porque Berlusconi es un empresario in¨¦dito en la pol¨ªtica, moderno, que sabe usar las nuevas tecnolog¨ªas de los medios de comunicaci¨®n. Pero, claro, los progresistas responden que si hay alguien que representa la continuidad del viejo r¨¦gimen ¨¦se es Berlusconi, que hizo su fortuna y consigui¨® las tres televisiones gracias a su amigo Craxi, hoy superdesprestigiado.
Y por lo que se refiere al centro del buen Martinazzoli y del pac¨ªfico Segni, tanto progresistas como conservadores afirman que ambos son hijos leg¨ªtimos de la vieja Democracia Cristiana, a cuyos pechos se alimentaron desde que nacieron, y que son tan viejos y miedosos que no se han atrevido a elegir si estar con el grupo progresista o con el conservador.
Todo esto hace que el elector simple no sepa por d¨®nde salir, que la campa?a electoral se presente encarnizada y que muchos teman que pueda acabar en guerra de todos contra todos sin excluir la aparici¨®n del terrorismo y de la Mafia.
El gran error ser¨ªa hacer una campana contra un comunismo que no existe, o contra un fascismo que ya est¨¢ pasado de moda. Y ser¨ªa grave que ese miedo empujase a los partidos a volver al viejo r¨¦gimen de alianzas, creador de tanta corrupci¨®n al haber impedido una real alternancia de poder.
?Llevar¨¢ raz¨®n el agudo escritor Enzo Biagi cuando dice que lo ¨²nico seguro es que despu¨¦s de las elecciones "ya nada podr¨¢ ser igual que antes en Italia", o bien Eugenio Scalfari, director de La Repubblica, que acaba de escribir que el problema de fondo de los italianos es que quieren cambiar, pero a lo Gattopardo, es decir, "para que todo quede como antes"?.
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