Las huellas de la revoluci¨®n
Peter Weiss escribi¨® una obra marxista; el marxismo pas¨®, la obra queda y el mensaje tambi¨¦n: ha saltado muchas veces por encima de sus directores, (de los alienados por el teatro puro, y no me refiero a Marsillach (m¨¢s bien a Peter Brook) que cuando la mont¨® en Espa?a ten¨ªa una necesidad revolucionaria. Miguel Narros tampoco ha sofocado el c¨¢ntico, y el resultado sorprendente es que hoy este Marat-Sade es rebelde, excitante, inconformista; desgraciadamente, actual, aunque el marxismo repose en su bosque durmiente. Lo que queda m¨¢s antiguo es la forma teatral: el haber crecido a la sombra de Brecht, incluso como un superbrecht en el sentido de que amontona distanciamientos: la obra de Weiss aparece como escrita por Sade, a?os despu¨¦s de la revoluci¨®n de 1789 (en 1808: con Napole¨®n en Chamart¨ªn); y en un asilo de alienados; y representada por ellos entre delirios; con un narrador que habla en verso; y con canciones, danzas, m¨ªmicas. No se puede hacer m¨¢s para asegurar al p¨²blico que est¨¢ escrita en el hoy de hace treinta a?os, y que est¨¢ hablando de pobres y ricos, y de grandes traciones, y de como la burgues¨ªa devorando al pueblo.Suena continuamente la arenga de Marat, sostenida por Jacobo Roux, por Duperret; y con el contrapunto que la realza al mismo tiempo que la contradice, por Sade; que corona la obra con la alusi¨®n a las contradicciones, tan de hoy y quiz¨¢ m¨¢s marxista en el aspecto dial¨¦ctico de lo que hoy conviene de Marx (se debe decir: monol¨ªtico").
Marat-Sade
Persecuci¨®n y asesinato de Juan Pablo Marat representados por el grupo teatral del Hospicio de Charenton, dirigido por el Se?or de Sade, de Peter Weiss, traducci¨®n de Miguel Saenz. Int¨¦rpretes: Jos¨¦ Luis Pellicena, Jos¨¦ Pedro Carri¨®n, Enriqueta Carballeira, Nuria Gallardo, Gabriel Garbisu, Chema Mu?oz, Fernando Sansegundo, Carlosa Lucena, Paca Ojea, Antonia Garc¨ªa. Figuraci¨®n, cantores y m¨²sicos. Escenograf¨ªa: Andrea D'Odorico. Vestuario: Miguel Narros. Iluminaci¨®n: Francisco Leal. Direcci¨®n, Miguel Narros. Teatro Mar¨ªa Guerrero. Centro Dram¨¢tico Nacional. 17 de febrero.
Una curiosa traici¨®n que ha sufrido esta obra es el t¨ªtulo. El f¨®lletinesco y brechtiano de Persecuci¨®n y asesinato de Juan Pablo Marat representados por el grupo teatral del hospicio de Charenton, dirigido por el se?or de Sade, explica muy bien que el personaje es Marat, el h¨¦roe es Marat, y tiene la raz¨®n esc¨¦nica y pol¨ªtica. La necesidad de abreviarlo lo convirti¨® en Marat-Sade con tal desgracia que parece que es la dial¨¦ctica de los dos, y de dos violencias, lo que forma la s¨ªntesis, y no es cierto.
Reposando en ese equ¨ªvoco, es l¨®gico que ahora, en que lo que se exalta es la contradicci¨®n en que vive cada pensante, y el desgarramiento de uno entre muchas tendencias, parezca mas acentuado este t¨ªtulo de combate de boxeo y que el director equilibre a los dos actores (Carri¨®n, Pellicena) para mantenerlo. Si esta forma de verlo como cantata revolucionaria resulta un error de paralaje desde mi silla, pido perd¨®n. Pero me parece que coincide con el del autor.
En todo caso: es un espect¨¢culo apasionante, un juego teatral en el que aparece el mejor Miguel Narros; y da de pena se?alar la l¨ªnea de los actores pricipales (con los dos dial¨¦cticos, la dif¨ªcil composici¨®n de Nuria Gallardo en ?a pat¨¦tica Carlota de dos o tres registros; y Enriqueta Carballeira, y Chema Mu?oz, Gabriel Garbisu, Carlos Lucena; sin poder mencionar a cada uno de los que intervienen, con una menci¨®n especial para los figurantes: cada uno hace una creaci¨®n. Y los m¨²sicos, los cantores... Para todos, y para la perfecci¨®n formal conseguida por Narros (con la coreograf¨ªa de Taraborrelli y la escenograf¨ªa de D'Odorico) fue la atenci¨®n del p¨²blico y su resoluci¨®n en aplausos
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