Ces¨¢reo S¨¢nchez, sacerdote y ganadero de reses bravas
Ces¨¢reo S¨¢nchez, sacerdote y ganadero salmantino de reses bravas, conocido en el mundo taurino por el Cura Valverde, ha muerto en su casa de la Dehesa de Valverde de Gonzali¨¢?ez (Salamanca), a la edad de 80 a?os. Ganadero de prestigio por la casta y presentaci¨®n de sus toros alcanz¨® un se?alado ¨¦xito en la ¨²ltima corrida que lidi¨® en la plaza de Las Ventas, el pasado verano, donde tres de sus ejemplares dieron un gran espect¨¢culo de poder¨ªo, bravura y nobleza.Muri¨® el Cura Valverde dulcemente dormido, cerca de sus toros, que tanto quiso. Tras una misa funeral oficiada por el obispo de la di¨®cesis, en uni¨®n de 12 sacerdotes m¨¢s, en la ermita de Valdegimena -muy pr¨®xima a Valverde-, volvieron sus restos a la finca, siendo enterrados en el humilde cementerio familiar, en medio de un paisaje de mullida hierba y retorcidas encinas.
Ha sido Ces¨¢reo uno de los ¨²ltimos ganaderos de la vieja usanza; de los que mandan en su casa sin plegarse a los caprichos ni exigencias de taurinos, as¨ª se hundiera el mundo o tuviera que comerse los toros. Como consecuencia, la divisa, denominada Valverde, no goz¨® de los comerciales privilegios que proporciona el hecho de que la prefieran las figuras. Pero, en el fondo, a Ces¨¢reo eso le tuvo al fresco. Con una amargura s¨ª es posible que se haya ido al otro mundo: no entend¨ªa por qu¨¦ sus toros eran tenidos por terror¨ªficos. "Nunca han herido a un torero en m¨¢s de cincuenta a?os que llevo en la ganader¨ªa", me dijo en una ocasi¨®n. Pero los veedores que se acercaban a Valverde se fijaban horrores en la acuidad de los pitones y en las hechuras majestuosas de los animales, y, tras un examen de esa naturaleza, balbuc¨ªan cualquier excusa y buscaban horizontes m¨¢s tranquilizadores.
Son los toros de Ces¨¢reo duros de patas, bellos de l¨¢mina, contundentes de cabeza y encastados. Por eso, entre los aficionados, los toros del Cura Valverde han tenido y tienen predicamento; el aficionado sabe positivamente que una cosa est¨¢ clara: que va a ver una corrida de toros (con todos sus posibles defectos y virtudes), pero una corrida de toros hecha y derecha. Ahora, muerto Ces¨¢reo, no s¨¦; probablemente ya sea otro cantar... Pero la figura del popular Cura Valverde, que a veces oficiaba la misa en su oratorio familiar, dejando ver bajo el alba los embarrados botos del trabajo, pasar¨¢ en el recuerdo de padres a hijos como personificaci¨®n del ganadero de toros bravos enamorado de su tarea, tercamente rom¨¢ntico y maravillosamente so?ador.
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