El Madrid retorna a sus viejos principios
Los hombres de Del Bosque se mostraron ante el Valencia libres de ataduras
![Santiago Segurola](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe505581b-3596-4161-bc77-1816c8c68bf7.png?auth=d22627484165dfcb062103e8d1fdebeb92a54c13220f4fd6553111e786e168fa&width=100&height=100&smart=true)
El Madrid volvi¨® a sus principios, entre la euforia del p¨²blico, que tambi¨¦n regres¨® a los a?os del juego alegre. Hubo comuni¨®n entre las dos partes, hasta el punto de llegar al indulto de jugadores condenados, como Prosinecki, que ha marcado en las ¨²ltimas tres semanas m¨¢s goles que en toda su anterior vida madridista. El Madrid, que mantiene varios aspectos imperfectos en su juego, ha entrado en una fase de liberaci¨®n que se advierte en un grupo de jugadores que ha nacido para disfrutar de la pelota. El corte de este equipo le impide vivir amarrado a la farfolla t¨¢ctica. Con sus muchas virtudes y tambi¨¦n con su porci¨®n defectuosa, el Madrid es m¨¢s reconocible en esta etapa. Ofrece m¨¢s perfiles, dispone de m¨¢s recursos y es m¨¢s festivo. Es un equipo donde los futbolistas prevalecen sobre la pizarra, como ocurr¨ªa en los a?os buenos. En estas condiciones, no es casualidad que el Madrid haya abandonado su taca?er¨ªa con el gol y celebre sus victorias con resultados gordos y un poco angustiosos, como tambi¨¦n era de ley en los buenos tiempos.Siempre hubo retazos del viejo Madrid en un partido marcado por el peso del gol de Mendieta. El encuentro tom¨® una direcci¨®n que no abandon¨® hasta el final. El Madrid tuvo que tirar del carro toda la noche para salvar el obst¨¢culo, enfrentado a un equipo cicatero, sin estilo, obstinado en guardar la porter¨ªa a cualquier coste. No sali¨® beneficiado Hiddink en su retorno al banco del Valencia. Puso marcas individuales sobre varios madridistas, un plan demasiado conservador para un equipo que se ha labrado fama de equipo blando, pero agradecido con el juego. No fue el caso. El Valencia dimiti¨® del partido y entreg¨® la pelota al Madrid. ?se fue el discurso del partido, incluso cuando el Madrid salv¨® la desventaja. Sus dos primeras llegadas se tradujeron en goles, facilitados por la desatenci¨®n de Buyo en los dos remates.
El Madrid atac¨® el encuentro a la vieja manera. Jug¨® con paciencia y con bastante lentitud. Siempre ha sido un equipo de paso corto, pero ahora se siente m¨¢s la escasez de ritmo. Sin embargo, la intenci¨®n fue espl¨¦ndida. Se busc¨® el toque y la habilidad, la complicidad de un pu?ado de futbolistas. Se vieron artes olvidadas: las paredes, los ca?os, las decisiones absolutamente libres en los regates, las fintas y todo el ornamento que diferencia el juego utilitarista del f¨²tbol elegante.
El retorno del Madrid a su or¨ªgenes recibi¨® la aprobaci¨®n de la hinchada. El p¨²blico agradeci¨® la intenci¨®n y celebr¨® varias acciones que se hab¨ªan borrado de la memoria del madridismo. Incluso volvi¨® el aspecto vulnerable del Madrid, su vieja tentaci¨®n a dejar vivir a su rival. Fue un viaje al pasado con todas las consecuencias. El p¨²blico se divirti¨®, se angusti¨® y aguant¨® en estado de tensi¨®n hasta el final. Vivi¨® el partido lejos de aquel estado catat¨®nico que se ha vivido en Chamart¨ªn.
El voltaje del encuentro creci¨® para alcanzar la m¨¢xima intensidad en el ¨²ltimo cuarto de hora, cuando el Madrid tir¨® con todo y el Valencia encontr¨® una mina en ?lvaro. El zurdo confundi¨® a la defensa del Madrid. Su gol fue un ejercicio de velocidad e instinto. El desborde a Sanchis fue sensacional y el tiro, estupendo, aunque Buyo nunca debi¨® prestar el hueco en el primer palo.
Hasta el empate del Valencia, el Madrid disfrut¨® de la noche, a pesar de la incomodidad del gol de Mendieta. Le falt¨® contundencia en el ¨¢rea para aprovechar las ocasiones. Hubo sitio para todos los jugadores. Cada uno se reservaba su hora, algo que finalmente se convirti¨® en un problema. Falt¨® la conexi¨®n com¨²n, la entrada en ¨®rbita de todo el equipo. Lo normal fue la entrada indiviudal en escena. Pod¨ªa ser Prosinecki, que record¨® sus a?os yugoslavos durante un trecho del partido, o pod¨ªa ser Mart¨ªn V¨¢zquez, con su arsenal t¨¦cnico, o incluso Dubovsky, que se tir¨® tres quites sensacionales, aunque saliera perjudicado por su falta de desgarro. Y en ¨²ltimo caso, siempre hab¨ªa tiempo para las llegadas aparatosas de Hierro, siempre cargado de potencia y gol. Todo eso debi¨® servir para conducir con tranquilidad el encuentro, pero no hubo finura en el ¨¢rea, donde Sempere estuvo con el coraz¨®n revolucionado. El corte terminal del partido llev¨® a pensar que el Madrid terminar¨ªa por acordarse de su blandura en el ¨¢rea del Valencia. Pero Butrague?o, que estuvo indeciso en tres oportunidades frente a Sempere, se encontr¨® con el bal¨®n en el instante de m¨¢xima ansiedad. Y esta vez no fall¨®. Pas¨® a la red y desat¨® la euforia de un estadio que ha malvivido durante demasiado tiempo.
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