Ismael Fuente Lafuente
Un d¨ªa hubo en la reuni¨®n en la que se hac¨ªa la primera p¨¢gina, en los primeros a?os de EL PA?S, una larga discusi¨®n sobre el sentido de las calles de Madrid, e Ismael Fuente Lafuente, que era entonces responsable de la secci¨®n Local, manten¨ªa una tesis arriesgada frente a todos los que ten¨ªan una posici¨®n distinta sobre el asunto. No hab¨ªa manera de convencerle. La cantidad de su informaci¨®n era similar a su capacidad de insistencia, y al final creo que obtuvo la raz¨®n. Era as¨ª: un periodista documentado e insistente, un informador con la principal ambici¨®n de todas: la de llegar al fondo de los asuntos que trataba utilizando para ello la vieja, y nunca deteriorada, arma de la persuasi¨®n. Con ella lleg¨® a todas partes y en todos los lugares consigui¨® su prop¨®sito: el respeto por lo que dec¨ªa. Escribi¨® informaciones menudas y grandes reportajes, investig¨® en las alturas y escribi¨® biograf¨ªas de herederos y reyes, y descendi¨® tambi¨¦n a los fondos ¨²ltimos de una sociedad que estaba en cambio para describir la miseria y tambi¨¦n la ambici¨®n. Como compa?ero nuestro, en EL PA?S dej¨® la impronta ben¨¦fica de sus interrogantes acerca de todo lo que pasaba, y ya fuera del ¨¢mbito en. el que fuimos remeros del mismo barco sigui¨® atentamente lo que hicimos como si estuviera al lado de nuestra mesa. Su capacidad para investigar no elimin¨® de su car¨¢cter ingenuo la calidad de la ternura y siempre tuvo, en este mundo en el que las palabras a veces son dardos, un verbo com¨²n: el sentimiento del respeto y de la amistad. De la estirpe de los excelentes periodistas asturianos, emparent¨® con una larga familia de periodistas, y en EL PA?S sigue habiendo parientes suyos, y Pilar, su mujer. Su muerte, ocurrida como la de Cuco Cerecedo, otro gran compa?ero de los inicios de la transici¨®n democr¨¢tica -y period¨ªstica- espa?ola, se ha producido en Am¨¦rica Latina y ha llegado de all¨ª la noticia como la m¨¢s indeseable nueva de este tiempo. La familia que ¨¦l form¨®, la de sus compa?eros y la propia, no puede creer de veras que esta vocaci¨®n incesante haya acabado para siempre-
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