Pink Floyd retorna a los escenarios con un colosal montaje de luz y sonido
Un derroche de efectos especiales marca su nueva gira mundial
M¨¢s alto, m¨¢s fuerte, m¨¢s r¨¢pido. Pink Floyd se ha tatuado en la frente la vieja m¨¢xima ol¨ªmpica y, aplic¨¢ndola al pop-rock, han organizado un espect¨¢culo por todo lo alto. Un colosal montaje con el que pretenden matasellar la historia de la m¨²sica popular. El primer concierto de su gira mundial, que sirvi¨® para presentar su disco The divisi¨®n bell, fue un derroche de medios sin precedentes.
Un generoso despilfarro de luz, sonido e infraestructuras inund¨® el mi¨¦rcoles el estadio Joe Robble de Miami y cautiv¨® a las 55.000 personas que llenaron el recinto. Fue una velada de lujo y poder¨ªo en la que s¨®lo se dosific¨® imaginaci¨®n musical.Pink Floyd ya no intenta abrir ventanas a otros mundos. S¨®lo tratan de rentabilizar la nostalgia, y por esta raz¨®n conciben sus nuevos conciertos como el mayor espect¨¢culo visual y sonoro del planeta. Un retorno ambicioso, despu¨¦s de siete a?os de silencio, en el que durante m¨¢s de dos horas interpretaron canciones de sus tres d¨¦cadas de vida como grupo. Desde la psicodelia de los, a?os sesenta, a la actual m¨²sica para grandes almacenes. Un p¨²blico de todas las edades se entreg¨® desde el primer momento sin condiciones
Todo controlado
El legendario grupo brit¨¢nico se present¨® con una banda seria y poco amiga de alegr¨ªas e improvisaciones. David Gilmour (guitarra y voz), Nick Mason (bater¨ªa), y Richard Wright (teclados y voces) han reforzado esta formaci¨®n base con un teclista (Jon Carin), un guitarrista (Tim Renwick), un bajista (Guy Pratt), un saxo (Dick Parry), un segundo bater¨ªa (Gary Wallis) y un coro formado por tres chicas.
Todos ellos ocupan una peque?a parte del formidable escenario, un mastod¨®ntico arco repleto de luces que sirve de pantalla para las constantes proyecciones. Es el centro del hurac¨¢n, el lugar del que parten los rayos l¨¢ser (hasta 30 en algunos momentos) que inauguran la noche y los fuegos artificiales encargados de cerrarla.
Pink Floyd disponen de casi 30 a?os de trabajo heterog¨¦neo para cribar. Astronomy Domine, un cl¨¢sico psicod¨¦lico firmado por el antiguo guitarrista y fundador de la banda Syd Barrett, abri¨® el concierto, con la correspondiente proyecci¨®n de amebas.
Un dirigible con el nombre del grupo sobrevolaba el estadio. El sonido, magn¨ªfico desde el primer momento, sirvi¨® para levantar algunas suspicacias: la sombra del pregrabado, de la manipulaci¨®n programada del sonido directo, alcanz¨® en ocasiones la altura del zepel¨ªn. Nadie ech¨® en falta, sin embargo, a Roger Waters, el hombre que abandon¨® el grupo tras serios problemas con los tres miembros actuales.
Gilmour se enfrent¨® con decisi¨®n a las viejas canciones. Su voz no est¨¢ ya para esos trotes, y se siente mucho m¨¢s c¨®moda con los temas recientes, cortados a su medida, dif¨ªciles canciones de amor (Take it back), reflexiones sobre los problemas de comunicaci¨®n (Keep Talking) y duras reflexiones sobre la indiferencia de los pa¨ªses poderosos con respecto a los problemas de la Europa del Este (Great day for freedom), no provocaron el entusiasmo general, pero sirvieron para contemplar a los Pink Floyd de los noventa. El verdadero rostro de un grupo incapaz de deslizar una sola vez su pie fuera del estribo de lo establecido.
El p¨²blico sali¨® del letargo provocado por las nuevas canciones con los acordes de Animals, y sobre todo con la visi¨®n de dos enormes cerdos gal¨¢cticos, que surgieron de la nada, justo encima de las torres de sonido. Un truco tan viejo como efectivo. Y es que Pink Floyd a¨²n utilizan para sorprender la antigua, y siempre certera, arma de la grandiosidad.
Tras un breve descanso aparece sobre los m¨²sicos una enorme pantalla circular rodeada de luces. Sobre ella tiene lugar una retroproyecci¨®n de gran calidad, con aut¨¦nticos videoclips de varias canciones. Primero fue Shine on your crazy diamonds. Despu¨¦s sonaron, para delirio de viejos y nuevos fans Wish you were here y Another brick on the wall. La primera en una breve e intensa versi¨®n ac¨²stica, y la segunda en un alarde de fuerza. Sin duda lo mejor de la noche. Money, con unas percusiones complej¨ªsimas, cerr¨® la segunda mitad del concierto.
S¨®lo quedaba el despilfarro final: una propina formada por dos canciones Hey you y Run like hell, en la que los miembros del grupo y su equipo echaron el resto. Fuegos artificiales, un nuevo paseo del dirigible, una gigantesca bola de luz iluminando el centro del escenario... la prueba definitiva de que los conciertos de Pink Floyd ya no son un mordisco en el vientre del aburrimiento.
Pero el ¨¦xito est¨¢ garantizado. James Monaco, promotor de los conciertos, ha confesado que ya se han vendido casi tres millones de entrada para los conciertos de su gira americana. Pink Floyd actuar¨¢n, dentro de esta misma gira, en San Sebasti¨¢n y Barcelona los d¨ªas 25 y 27 de julio, respectivamente.
"Ya podemos decirlo: los seguidores del rock cl¨¢sico est¨¢n de suerte. Pink Floyd ha vuelto", concluy¨® Monaco.
250.000 vatios
"Enfrentarse a Pink Floyd, es luchar contra el sol, tratar de ocultar su brillo y su poder", aseguraba la prensa norteamericana tras el concierto. Hasta el clima, que se present¨® como un terrible enemigo en forma de lluvia y aire huracanado, acab¨® convirti¨¦ndose en el mejor aliado del grupo: las luces y los rayos l¨¢ser mezclados con la tormenta crearon un ambiente fantasmag¨®rico. Las armas que utiliza Pink Floyd en su conquista no son un secreto de Estado. 250.000 vatios de sonido est¨¦reo y 100.000 vatios de sonido cuadraf¨®nico. 300 altavoces y 350 focos de diversas intensidades. La energ¨ªa de seis compa?¨ªas el¨¦ctricas. Ocho autobuses, 49 camiones, un avi¨®n privado y 700 toneladas de acero para el escenario.En total, Pink Floyd han invertido en esta actuaci¨®n tres millones de d¨®lares, unos 420 millones de pesetas.
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