Asfixiados en Vigo
El Celta empeque?eci¨® a un Real Madrid que simplemente exhibi¨® carencias
Al Madrid no le gustan los rivales inteligentes, enemigos que saben lo que quieren y c¨®mo conseguirlo, que no confunden realidades con deseos. El Madrid juega a pi?¨®n fijo. Cuando le roban los espacios, cuando sus centrocampistas se ven asfixiados, sin un m¨ªsero metro a su alrededor, sin un segundo para pensar, el Madrid desaparece. Se convierte en rutina. Y no por ganas. M¨¢s parece un asunto de carencias que de filosof¨ªas t¨¢cticas y futbol¨ªsticas. Y cuando uno de sus individuos falla, se acaba.Nada parece m¨¢s sencillo que lo que practica y predica Txetxu Rojo en el Celta. Un par de preguntas -?qu¨¦ queremos? ?qu¨¦ tenemos?- y una respuesta plasmada en el c¨¦sped: un magn¨ªfico trabajo t¨¢ctico, de equipo -un diamante entre el centro del campo y la defensa, dirigido defensiva y ofensivamente por el gran Engonga-, que le permite llevar el partido aun sin tocar la pelota; unos individuos listos delante -ex yugoslavos todos-, que convierten en petr¨®leo los pocos balones que les pueden llegar. El Celta no dependi¨® de buenas o malas tardes de sus hombres. Aunque Buyo no hubiera fallado en el primer gol, aunque Andrisajevic no hubiera acertado en el segundo, el partido habr¨ªa seguido siendo suyo.
El Madrid -el mal s¨ªntoma de toda la temporada- ha construido una forma de jugar que depende en exceso del acierto de tres o cuatro jugadores. No hay conjunto. Prosinecki tiene un par de tardes buenas, y ganan. La tiene mala, como anoche, y adi¨®s. Lo mismo para Mart¨ªn V¨¢zquez -otro al que le va eso de cada uno a su guerra-, Luis Enrique, Butrague?o o Zamorano. Hierro, el ¨²nico con un cierto sentido colectivo del juego, se las ve y se las desea para dar un pase con sentido entre tanto trotador, entre tanto jugador que cree que el uno contra uno es el ¨²nico mandamiento.
Del Bosque, a quien los resultados ligueros le hab¨ªan acompa?ado hasta anoche, comenz¨® conservador y termin¨® casi suicida. Como si arreglar el entuerto fuera simplemente cuesti¨®n de mandar a m¨¢s hombres hacia arriba, a la guerra. M¨¢s madera, dec¨ªan los defensas gallegos. Y contentos se pon¨ªan, que trabajar sin algo tangible, sin piernas a las que atar corto, sin balones que despejar, es, adem¨¢s de aburrido, dif¨ªcil. Es m¨¢s complicado mantener la posici¨®n cuando nada pasa por tu zona.
Aunque si se amontona el trabajo -si los rivales s¨®lo creen en un hero¨ªsmo de tebeo para lavar su honor, o, como anoche, si un jugador de refresco como Dubovsky sabe hurgar en los nervios de los defensas- la faena pude ensuciarse con alg¨²n penalti.
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