Proteger al d¨¦bil, ofender al poderoso
Hace unas semanas, escrib¨ª en esta misma columna que un peri¨®dico no debe ofender. Hoy rectifico: no se debe injuriar, calumniar ni maltratar, pero ofender significa tambi¨¦n "molestar, fastidiar, enfadar y desplacer", y un peri¨®dico que cumpla correctamente su funci¨®n debe molestar, fastidiar y enfadar todo lo que sea necesario.Uno de los cometidos de un periodista es contar al lector cosas que las autoridades o los Poderosos no quieren que se sepan, y eso es imposible hacerlo sin provocar enfado y fastidio.
Pero esta regla no se aplica a los ciudadanos an¨®nimos, personajes no p¨²blicos, que no poseen los aplastantes mecanismos de poder y comunicaci¨®n de que disfrutan las autoridades y los poderosos.
?A qu¨¦ viene todo esto? A dos casos que se han dado en este peri¨®dico con tres d¨ªas de separaci¨®n. El martes 26 de marzo, un fot¨®grafo de EL PA?S intent¨® hacer una foto, a la salida de la Audiencia de Madrid, de Marys B., una joven dominicana que cuando ten¨ªa 17 a?os arroj¨® a la basura el cad¨¢ver de su beb¨¦, nacido muerto. Su abogada pidi¨® que no se hicieran fotos, y, ante la insistencia del periodista, se vio obligada a tapar a su clienta.
Tres d¨ªas despu¨¦s, el poderoso financiero Javier de la Rosa, implicado en varios esc¨¢ndalos, pidi¨® a otro fot¨®grafo de este peri¨®dico que no le fotografiara a la salida de la Generalitat de Catalu?a, donde acababa de entrevistarse con Jordi Pujol.
Ante la insistencia del periodista, De la Rosa reclam¨® y obtuvo la ayuda de los Mossos d'Esquadra, que impidieron el trabajo y retuvieron al profesional durante 15 minutos para lograr, incluso, que no pudiera seguirle por la calle. ?ngeles L¨®pez, abogada de la joven dominicana, acudi¨® a la Defensora del Lector: "Creo que la conducta del fot¨®grafo no se ajusta a la ¨¦tica de la profesi¨®n. Mi defendida no es un personaje p¨²blico, tiene derecho a su intimidad y, sobre todo, la foto puede causarle grave perjuicio, porque puede perder lo ¨²nico que tiene, un empleo en situaci¨®n de ilegalidad". Marys trabaja de criada.
La Defensora del Lector quiere despejar inmediatamente una duda: los fot¨®grafos hacen normalmente todo tipo de fotos, incluso de suicidios, aunque saben que en EL PA?S est¨¢ prohibido publicarlas, salvo, en algunos casos, si se trata de un personaje relevante. Lo que importa finalmente es la publicaci¨®n. En el caso de esta joven, si ella no se hubiera tapado la cara, la propia Redacci¨®n hubiera debido elegir una instant¨¢nea donde no se la pudiera identificar. En el caso de Javier de la Rosa, el objetivo debi¨® ser el contrario: una foto donde se le reconociera perfectamente.
?Por qu¨¦ esta diferencia? Marys B. es una joven an¨®nima, y el derecho que puedan tener ustedes, los lectores, a ver su cara debe ceder ante el claro perjuicio que se le causar¨ªa al publicar su imagen. Javier de la Rosa es un personaje p¨²blico, que acababa de entrevistarse con otro personaje p¨²blico, y el derecho de ustedes a ver su cara no tiene por qu¨¦ ceder ante su molestia o fastidio.
Si esto es asi, ?por qu¨¦ el empe?o del redactor de EL PA?S en fotografiar a Marys? Como siempre, resultar¨¢ m¨¢s f¨¢cil entender esta situaci¨®n si se conoce c¨®mo funciona el peri¨®dico.
Alex Grijelmo, redactor-jefe del cuadernillo Madrid, donde su public¨® la fotograf¨ªa, me ha ayudado a explicar esos mecanismos: "Las papeleras de EL PA¨ªS han recibido cientos de fotos impublicables, que, sin embargo, fueron hechas por los redactores gr¨¢ficos cumpliendo con su obligaci¨®n".
"Los fot¨®grafos", prosigue Grijelino, "deben traer a la Redacci¨®n abundante material, que luego es seleccionado con criterios profesionales y ¨¦ticos. A veces, las personas implicadas la emprenden injustamente con los fot¨®grafos: no son ellos quienes ordenan la publicaci¨®n o no de una foto concreta".
Es decir, en muchos casos el fot¨®grafo recibe simplemente la orden de hacer una foto de determinada persona sin tener suficiente informaci¨®n sobre las circunstancias que la rodean. Esos datos los posee, normalmente, el redactor literario o los responsables de la secci¨®n.
"En el caso de la mujer dominicana", asegura el redactor jefe de Madrid, "tuvimos claro desde un principio que no publicar¨ªamos su imagen. De no tener la instant¨¢nea en la que ella misma se tapa la cara, hubi¨¦ramos elegido una foto donde no se la reconociese: de espaldas o de perfil, con la cabeza suficientemente ladeada".
1 El redactor gr¨¢fico que cubri¨® esta informaci¨®n no ten¨ªa informaci¨®n previa suficiente sobre el caso. Conste aqu¨ª que, sin embargo, cumpli¨® con su deber de informar inmediatamente a su jefe de que la joven no quer¨ªa ser fotografiada. Y conste, tambi¨¦n, que ser¨ªa mejor que los fot¨®grafos de EL PA?S, que son periodistas gr¨¢ficos, tuvieran acceso a esa informaci¨®n previa, necesaria para enfocar correctamente su trabajo.
Alex Grijelmo reconoce que, a veces, las cosas no est¨¢n muy claras. "En esta ocasi¨®n tuvimos los datos suficientes para tomar la decisi¨®n acertada. ?Los tenemos siempre? No, y mucho menos los fot¨®grafos. ?Significa eso que nunca ha de publicarse la imagen de alguien que comparece ante los tribunales o que a¨²n no ha sido juzgado? Si as¨ª fuera, no se podr¨ªan insertar fotos de personajes p¨²blicos implicados en esc¨¢ndalos ni im¨¢genes de Juan Guerra o de Antonio Angl¨¦s, que, por ahora, no han sido declarados culpables".
El redactor-jefe de Madrid afirma que no conoce ninguna ley cient¨ªfica que aclare esto! problemas. "S¨®lo tenemos nuestra propia conciencia y nuestra intuici¨®n profesional. Por eso, a veces, nos equivocamos. Lo ¨²nico que podemos hacer entonces es aceptar el error y rectificar con claridad".
. La Defensora del Lector ha pedido a Francisco Rubio Llorente, catedr¨¢tico de Derecho Constitucional, que le ayudara a fijar el alcance del derecho a la propia imagen.
"Creo que est¨¢ en funci¨®n de tres par¨¢metros", me explica Rubio. "Primero, la mayor o menor trascendencia p¨²blica de la persona, por su cargo, profesi¨®n o relevancia de su actividad para el conjunto de la sociedad. Segundo, la naturaleza de la situaci¨®n en la que se encuentra, m¨¢s o menos conectada con aquello (cargo, profesi¨®n, actividad) que atribuye trascendencia p¨²blica a la persona. Y, por ¨²ltimo, las consecuencias previsibles que la difusi¨®n de la imagen ha de tener para su buen nombre o consideraci¨®n social".
"A partir de ah¨ª", prosigue el catedr¨¢tico, "los ejemplos que se quieran, pero es imposible imaginar todas las situaciones que la realidad ofrece, y, al final, no queda m¨¢s que el buen sentido del periodista y del juez. Fotografiar a un asesino en el momento de su detenci¨®n es l¨ªcito; hacerlo cuando vive en el anonimato, despu¨¦s de cumplida su condena, puede no serlo. Fotografiar a un banquero cuando sale de visitar a un dirigente pol¨ªtico no viola su derecho a la intimidad; hacerlo cuando sale de visitar a su amante, probablemente s¨ª".
Lo que la Defensora del Lector tiene bastante claro es que EL PA?S debe respetar a Marys B. y ofender a De la Rosa.
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