Manuel And¨²jar, una conciencia ¨¦tica
Era una soleada ma?ana del a?o 1967; no me pregunt¨¦is el d¨ªa ni el mes. El sol entraba a raudales por el amplio ventanal, dando alegr¨ªa al efusivo encuentro con que un grupo de amigos recib¨ªamos al novelista Manuel And¨²jar, reci¨¦n llegado con su familia del exilio mexicano, para instalarse definitivamente en nuestro pa¨ªs, que era tambi¨¦n el suyo, aunque las malhadadas circunstancias pol¨ªticas se lo hubiesen arrebatado durante muchos a?os.Aquel encuentro marc¨® mi vida y me atrevo a pensar -quiz¨¢ presuntuosamente- que tambi¨¦n la suya. Aunque hab¨ªamos mantenido una larga correspondencia, la relaci¨®n personal fructific¨® en una intensa colaboraci¨®n para recuperar las ra¨ªces del exilio espa?ol tras la guerra civil. Me hab¨ªa ayudado ya desde M¨¦xico ala hora de obtener los libros necesarios para escribir mi Filosof¨ªa espa?ola en Am¨¦rica (1936-1966), pero ahora nos marcamos como meta aumentar el panorama con una obra colectiva de grandes ambiciones, de la que -tras a?os de trabajo y dificultades- salieron los seis vol¨²menes de El exilio espa?ol de 1939. En esa tarea, And¨²jar fue el capit¨¢n, y yo creo que puedo presumir -perdonadme la inmodestia- de buen grumete.
And¨²jar ten¨ªa una vocaci¨®n literaria a toda prueba, claramente manifiesta en lo prol¨ªfico y diverso de su producci¨®n: novelas, como V¨ªsperas, Historias de una historia, Cristal herido, M¨¢gica fecha; relatos, como Partiendo de la angustia, Los lugares vac¨ªos, etc¨¦tera, recogidos recientemente en un amplio volumen de Cuentos completos; poes¨ªa, como Fechas de un retorno; teatro, recogido en su totalidad en un libro de ese t¨ªtulo, Teatro, cuando ya estaba en el lecho de muerte; ensayo, como Sentires y querencias, Signos de admiraci¨®n, Andaluc¨ªa e Hispanoam¨¦rica. Pero, hoy, a la hora de su fallecimiento, se agiganta en m¨ª su valor ¨¦tico y civil. And¨²jar fue fiel a su compromiso como escritor entre dificultades inmensas; se atuvo siempre a una conciencia ideol¨®gica y moral de la que dej¨® testimonio en un folleto que habr¨¢ pasado inadvertido con este t¨ªtulo: Respecto a la com¨²n acepci¨®n de 'compromiso', un voto particular. Ese compromiso con sus or¨ªgenes se fragu¨® en proyectos colectivos como la revista Las Espa?as, realizada con la colaboraci¨®n de los colegas exiliados en M¨¦xico -Jos¨¦ Ram¨®n Arana y Anselmo Carretero, en primer lugar-, o ya en Espa?a en su contacto con los m¨¢s j¨®venes, como el ya se?alado anteriormente y del que fui portavoz y cauce. En la dedicatoria reciente de un libro lo declaraba expl¨ªcitamente al obsequiarmelo "como ratificaci¨®n de una amistad de trabajo e ideales ya reiterados y cimentados".
Aunque su enfermedad era ya larga y se encontraba abocado a un fin irremediable, no creo des cabellado aducir que en su final -siempre inesperado- ha re presentado un papel importante al espect¨¢culo de la "Espa?a triste y beoda" que estamos viviendo. A su firme conciencia ¨¦tica nada podr¨¢ resultarle m¨¢s repugnante. En cierto modo, me siento testigo de un ejemplo moral intachable del que ser¨ªa injusto que no dejase constancia expresa como aqu¨ª lo hago.
Esta ma?ana, cuando pis¨¦ las piedras de El Escorial, donde hab¨ªa instalado su refugio en los ¨²ltimos a?os y donde su presencia -a veces impalpable y otras real- era constante, he sentido el hondo vac¨ªo de la orfandad-
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