Doce horas de ensa?amiento
1.500 tutsis fueron asesinados de seis de la tarde a seis de la ma?ana en la iglesia de dos misioneros espa?oles
Lo malo del horror es que con vierte en rescoldo a la raz¨®n. Y el peso de la sangre derramada en Ruanda desde el pasado 6 de abril -cuando un cohete acab¨® con la vida de los presidentes de Ruanda y Burundi- es tal que parece imposible entender lo que ocurre. Es lo que intentan Melchor Fuyana y Santos Ganuza. Los dos misioneros espa?oles iban ayer camino de Es pa?a. Entre los dos suman m¨¢s de 50 a?os en Ruanda. El mar tes, tras 12 horas de carnicer¨ªa, los cad¨¢veres de 1.500 tutsis quedaron tendidos, rotos, des cosidos, en su iglesia de Rukare, al noroeste del pa¨ªs. A pesar de todo, esperan volver. Su mi si¨®n, dicen, no ha terminado. Pero tendr¨¢n que empezar de cero. Los dos misioneros espa?oles ten¨ªan su iglesia junto al parque de Gaviro, no muy lejos de la frontera con Tanzania. Ambos pertenecen a la congregaci¨®n de los Sagrados Corazones. El padre Ganuza lamenta que s¨®lo se hable de ?frica cuando fluye la sangre. Y eso que el martes vivi¨® la peor efusi¨®n de su vida."El d¨ªa 7 de abril [al d¨ªa siguiente del asesinato, en el aeropuerto de Kigali, de los presidentes de Ruanda, Juvenal Habyarimana, y de la vecina Burundi, Cyprien Ntaryamira, ambos hutus] empezaron a venir a la parroquia. Eran todos tutsis. Por la noche hab¨ªa ya 300 refugiados, y el viernes ya se encontraban all¨ª reunidos 1.100 ni?os, 200 beb¨¦s y el resto, hasta 3.000 personas, adultos. Buscaban la seguridad de la iglesia, ya que hab¨ªan empezado a sufrir atentados en sus propias casas".
"Los ataques empezaron el domingo pasado. Hubo 11 muertos y muchos resultaron heridos. Los curamos con la ayuda de las monjas que todav¨ªa segu¨ªan all¨ª. Pero nos quedamos solos. ¨ªbamos a irnos, pero el alcalde, un hutu [de ah¨ª la importancia de matizar cuando se habla de odio tribal], nos pidi¨® que nos qued¨¢ramos, porque era la ¨²nica ayuda en la que confiaban para proteger a los tutsis del distrito. Alimentamos a los refugiados, repartimos agua y la poca comida que ten¨ªamos en el centro nutricional".
"Ante el cariz que estaban tomando las cosas, intervinimos ante las autoridades. Sabemos que hay una corriente subterr¨¢nea que llama a la violencia y a la venganza. Hablamos con el alcalde y un diputado del distrito, ambos hutus, con el jefe de la polic¨ªa y con el ej¨¦rcito. Las autoridades hab¨ªan venido a tratar de calmar a un grupo de unos 400 hutus, armadas con lanzas, mazas y flechas. Pero no respetaron a nadie, ni al alcalde, ni a la polic¨ªa, ni al diputado, ni a nosotros".
"La matanza se produjo la noche del martes 12 de abril. Est¨¢bamos rezando el rosario en la iglesia. Hab¨ªa unas 1.000 personas dentro del templo, y otras 2.000 en los alrededores, en la sala del cine, y en el catecumenado. En total, unas 3.000. Eran las seis y media de la tarde". La misma hora en la que, al d¨ªa siguiente, ser¨ªan asesinados otros 1.000 tutsis de todas las edades en Gikor¨®, 45 kil¨®metros al este de Kigali. Es la hora en que empieza el anochecer en el abril de Ruanda. La hora del ajuste de cuentas. La matanza dur¨® hasta las seis de la ma?ana. Doce horas de ensa?amiento.
"Todo empez¨® con una granada. Los que atacaron llegaron gritando. Tras la granada, lanzas, machetes, mazas y disparos. Sabemos que hubo 1.500 muertos porque contamos a los vivos. Los atacantes ser¨ªan unos 700. Eran gente de los alrededores. Yo sal¨ª de la iglesia", recuerda el padre Ganuza, "donde los dej¨¦ cantando. Entr¨¦ en mi cuarto y escuch¨¦ una gran explosi¨®n y despu¨¦s el griter¨ªo de los que llegaban y el silencio de los que estaban". El sacerdote admite que reaccionaron como conejos. "Nadie se defendi¨®. Estaban rendidos, como entregados, se dejaron matar, sabiendo que los que atacaban ten¨ªan fusiles y granadas". Los dos sacerdotes pasaron todo ese tiempo escondidos. "A algunos les colgaban los miembros, amputados a machetazos". Entonces tomaron la decisi¨®n de marcharse. "Cuando vimos lo que hab¨ªa pasado, que hab¨ªan destruido la iglesia, decidimos irnos". Fueron rescatados por soldados de la ONU.
Los dos sacerdotes coinciden en calificar a los hutus atacantes de inteca hamwe, unas fuerzas que podr¨ªan buscar su siniestro parentesco en los escuadrones de la muerte, de amarga memoria en Latinoam¨¦rica. "Fuerzas populares armadas y estimuladas por sectores extremistas y radicales del ej¨¦rcito. Incluso hay una emisora de radio que llama a la venganza y ofrece ideas sobre c¨®mo practicar el exterminio. Dicen que quieren vengar ¨¢ su jefe asesinado [el presidente es una suerte de gran jefe para ellos]".
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