Presunto culpable
DE LAS varias posibilidades que se le presentaban en su comparecencia de ayer ante el Congreso, Mariano Rubio eligi¨® la huida: es cierto que se present¨®, cuando no estaba obligado a hacerlo, pero fue como si hubiera estado ausente. Lejos de responder a las preguntas obvias que se le hicieron, repiti¨®, diez d¨ªas despu¨¦s, la primera y pat¨¦tica intervenci¨®n en la que dijo que ten¨ªa que revisar sus papeles para ver si las acusaciones ten¨ªan fundamento. Pero el patetismo fue si cabe mayor por su incompetencia como abogado de su causa, incapaz de aportar, frente a las documentadas imputaciones realizadas contra ¨¦l, cualquier dato, argumento o precisi¨®n. S¨®lo el balbuciente latiguillo de que no es "consciente de tener una cuenta secreta" o de ser un "defraudador fiscal". Su torpe palabra contra documentos de gran fuerza acusatoria.El repliegue de Mariano Rubio hacia el terreno judicial, tal vez por consejo de sus abogados, puede ser una estrategia de defensa: para hacer valer en su favor la presunci¨®n de inocencia y el derecho a no declarar contra s¨ª mismo, e incluso, eventualmente, de mentir. Pero al elegir esa v¨ªa est¨¢ reconociendo impl¨ªcitamente que es su pellejo, y no la verdad, lo que intenta salvar. Si de hacer luz se tratara, Rubio habr¨ªa respondido a las muy concretas preguntas que se le hicieron: si se reconoce o no titular de la cuenta abierta en el despacho de Manuel de la Concha objeto de indagaci¨®n, y si los ingresos en ella registrados como resultado, de operaciones burs¨¢tiles son ciertos y fueron declarados a Hacienda. En las condiciones en que se encuentra, su negativa a presentar las declaraciones de la renta, a hacer p¨²blico su patrimonio, equivale casi a una con fesi¨®n de culpabilidad.
La ¨²nica afirmaci¨®n que realiz¨® con cierta firmeza fue la de que no tiene ni ha tenido relaci¨®n alguna con la sociedad Traya, desde la que habr¨ªa participado en la compra y posterior venta de una compa?¨ªa, con un beneficio de m¨¢s de cien millones en tres meses. De nuevo su palabra contra documentos de gran verosimilitud. Pero su palabra est¨¢ bajo sospecha desde el momento en que, como m¨ªnimo, las evidencias ahora conocidas indican que no dijo toda la verdad al Parlamento en su comparecencia de hace dos a?os. No dijo, por ejemplo, que, contra el criterio por ¨¦l expresado, el administrador de su capital adquiri¨® en su nombre acciones de Banesto por importe de m¨¢s de cinco millones de pesetas. Algo que Rubio no neg¨® ayer, sino m¨¢s bien admiti¨®, aunque de manera tan desmadejada que no se le entendi¨® bien si reprochaba a De la Concha haber realizado la operaci¨®n o haberla plasmado en la famosa cuenta 7MM; pero si era esto ¨²ltimo, estaba reconociendo que esa cuenta era suya.
El mismo reconocimiento indirecto puede deducirse de su argumentaci¨®n seg¨²n la cual ser¨ªa absurdo meter cheques nominativos y aun cruzados en una cuenta secreta, fiscalmente opaca. Pero si ello significa que la cuenta s¨ª era suya, y sus anotaciones verdaderas, aunque no era secreta ni opaca, tiene que existir constancia documental de esos ingresos de 1987 en las declaraciones de renta y patrimonio de ese a?o. Que las muestre.
A su vez, los datos ahora conocidos iluminan retrospectivamente aspectos del asunto Ibercorp. Hace dos a?os no hab¨ªa constancia de que el ex gobernador se hubiera enriquecido desde el cargo, aunque no fuera mediante pr¨¢cticas relacionadas con sus responsabilidades. En otras palabras, no hab¨ªa evidencias para dudar de su palabra cuando neg¨® cualquier intervenci¨®n torticera en beneficio propio. Esa presunci¨®n est¨¢ hoy muy erosionada, pese a que el ex gobernador insisti¨® ayer en ella como "un m¨¦rito que nadie podr¨¢ negar". Es posible que no tomara decisiones como gobernador motivadas por sus intereses particulares. Pero es imposible ignorar el da?o que para la credibilidad del Banco de Espa?a deriva de la convicci¨®n de que la persona que lo ha encarnado durante ocho a?os era un defraudador enriquecido desde el cargo. El mensaje no pudo ser m¨¢s pat¨¦tico: puedo ser un delincuente privado, pero fui un probo funcionario.
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