Utop¨ªa del mestizaje
No s¨¦ si esa extra?a cosa que denominan -sobre todo, actualmente con estricto criterio ¨¦tico en Estados Unidos-, lopol¨ªticamente correcto" hace hoy conveniente aplicar a la figura de Isamu Noguchi un t¨¦rmino como el de mestizaje. Y, sin embargo, si por ello entendemos lo que proviene, soporta y se nutre de dos o m¨¢s or¨ªgenes o culturas, nada resulta tan elocuente -y no s¨®lo en el sentido m¨¢s literal- para entender tanto lo singular y problem¨¢tico de su destino como las claves exc¨¦ntricas sobre las que desarrolla su obra.
Todo parec¨ªa jugar, en principio, a favor de Noguchi. Adelantado de la modernidad, hab¨ªa sido ayudante y disc¨ªpulo de Brancusi en el Par¨ªs de los veinte, una baza de lujo en la mitolog¨ªa vanguardista americana; amigo y compa?ero de viaje de figuras clave como Arshille Gorki o Willem De Kooning, en la gran ruptura del arte estadounidense, Barnet Newman sit¨²a en ¨¦l una de las figuras puente decisivas entre la lecci¨®n surrealista y la eclosi¨®n generacional del expresionismo abstracto.
Isamu Noguchi
Fundaci¨®n Juan March. Castel¨®, 77. Madrid. Hasta el 26 de junio.
Pero, aun con tales antecedentes, Isamu Noguchi nunca encontrar¨ªa un f¨¢cil acomodo en el entorno de su tiempo, ni el propio desarrollo de su apuesta se ajustar¨¢ tampoco, como conviene a una figura esencialmente exc¨¦ntrica, a un prototipo previsible. Pues, desde luego, nada se corresponde m¨¢s con el desplazamiento de todo centro que la idea de mestizaje.
Una sombra
Esa sombra que le acompa?a desde el inicio de su trayectoria art¨ªstica -considerado extremadamente oriental para Nueva York y demasiado americano para Jap¨®n- tiene, sim¨¦tricamente, su lado m¨¢s pat¨¦tico en los campos de reclusi¨®n estadounidenses, durante la guerra, para sus compatriotas d¨¦ origen nip¨®n y en esa historia inquietante del rechazo paterno, tras la conversi¨®n del poeta Yonejiro Noguchi al credo ultranacionalista.Con todo, la destacada cr¨ªtica norteamericana especialista en este periodo, Dore Ashton, nos advierte sagazmente contra las interpretaciones psicologistas demasiado mec¨¢nicas, basadas en el anhelo de hacerse aceptar, mediante la conciliaci¨®n de los opuestos. Antes bien, esa experiencia de la dualidad irreductible se traduce en Noguchi en lo que cabr¨ªa definir como una f¨¦rtil utop¨ªa del mestizaje, en una curiosidad dial¨¦ctica inacabable.
Sin buscar nunca una s¨ªntesis, Oriente y Occidente, modernidad y tradici¨®n se convierten en polos de una movilidad expansiva que marca tanto las inquietudes de su lenguaje como esa trayectoria que, desde el eje de la escultura, engloba el dise?o de objetos, el interiorismo, el paisajismo o la escenograf¨ªa.
Centrada en su trabajo m¨¢s espec¨ªficamente escult¨®rico -y omitiendo, por razones de espacio, alg¨²n aspecto singular como el de las esculturas de luz-, esta primera retrospectiva europea de Noguchi nos brinda un oportuno encuentro con un artista cuyo atractivo exc¨¦ntrico nos resulta hoy m¨¢s elocuente. La calidad de las piezas reunidas nos permite seguir convenientemente la evoluci¨®n cronol¨®gica del arte de Noguchi y su zigzagueante inquietud, desde las abstracciones inaugurales o el biomorfismo tot¨¦mico de los a?os cuarenta, desde las huellas de Brancusi o de Giacometti, hasta esas incesantes dualidades que Oriente abre entre t¨¦cnicas ancestrales y nuevos procesos, o entre azar e intervenci¨®n.
Oficiafista
Es de lamentar, con todo, el tono en exceso oficialista de esta retrospectiva, marcado por su procedencia esencial de la Fundaci¨®n y Museo Noguchi, Una revisi¨®n m¨¢s cr¨ªtica y libre, distanciada igualmente de los prejuicios de la ortodoxia vanguardista y de la exaltaci¨®n indiscriminada, har¨ªa a la postre mejor justicia al aut¨¦ntico valor de la inquietud de Noguchi, pues no est¨¢ exenta de claroscuros.Distinguir, as¨ª, cu¨¢ndo la inmersi¨®n en Oriente da savia nueva a un arquetipo inmemorial y cu¨¢ndo incurre en japoniseries, o saber que su exquisita sensualidad material se desliza tambi¨¦n, en ocasiones, hacia un empalago esteticista, lejos de restar talla a la figura de Noguchi, es reconocer ante todo, la valent¨ªa intempestiva de su b¨²squeda.
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