Aspirinas para combatir un c¨¢ncer

Aznar pide la dimisi¨®n del gobernador del Banco de Espa?a por el esc¨¢ndalo Ibercorp. Gonz¨¢lez sostiene, a modo de r¨¦plica, que en Espa?a "no hay un problema de corrupci¨®n generalizada, sino de opini¨®n p¨²blica". No es una simulaci¨®n del debate de hoy sobre el estado de la naci¨®n. Es la transcripci¨®n del debate de 1.992.Aquel 24 de marzo, Felipe Gonz¨¢lez pronunci¨® una frase que, en el mejor de los casos, trataba de imponer rigor y respeto a la presunci¨®n de inocencia, pero que los hechos han convertido en una declaraci¨®n hueca e incluso tragic¨®mica: "El ¨²nico criterio objetivo para medir el grado de corrupci¨®n en un Estado de derecho es el n¨²mero de sentencias condenatorias de responsables pol¨ªticos por motivos de corrupci¨®n".

S¨®lo dos a?os despu¨¦s, la gravedad de los datos sobre las corruptelas de un ex director de la Guardia Civil y la burla a Hacienda de un ex gobernador del Banco de Espa?a muestran agriamente las consecuencias de aplicar aspirinas a los s¨ªntomas de c¨¢ncer. Porque en aquel debate sobre el estado de la naci¨®n el Grupo Socialista no aprob¨® ni una sola resoluci¨®n de lucha contra la corrupci¨®n.

"Descubrir y corregir"

Gonz¨¢lez defendi¨® vehementemente que "la democracia espa?ola tiene mecanismos para descubrir y corregir cualquier comportamiento irregular que pudiera producirse". Lo ocurrido desde entonces ha desmentido el 50% de esa afirmaci¨®n. Ni el enriquecimiento de Luis Rold¨¢n -y la adjudicaci¨®n permanente de obras a amigos y conocidos suyos- ha sido perseguida por las autoridades ni las operaciones en Bolsa de Mariano Rubio han quedado al descubierto por investigaciones de Hacienda.

Y en cuanto a la sanci¨®n de las corruptelas, muchos ciudadanos, e incluso muchos socialistas, mantienen su reprobaci¨®n al uso que hizo de un despacho oficial Juan Guerra, por mucho que los jueces no hayan encontrado hasta ahora en sus negocios un delito para enviarle a la c¨¢rcel.

Felipe Gonz¨¢lez, en el ¨²ltimo debate sobre el estado de la naci¨®n, lleg¨® a asegurar que "Espa?a no tiene un problema de corrupci¨®n superior al que puedan tener otros pa¨ªses de nuestro entorno. S¨ª tiene un problema de opini¨®n p¨²blica, a causa de la decisi¨®n de algunos de convertir este tema en arma arrojadiza y en instrumento de propaganda".

Aun as¨ª, en aquella ocasi¨®n lleg¨® a proponer el presidente del Gobierno tres iniciativas. Abog¨® por que no pudieran volver a contratar con las Administraciones p¨²blicas las empresas que hubieran intervenido en "un acto irregular judicialmente probado". Pidi¨® un endurecimiento de las sanciones por irregularidades en la adjudicaci¨®n de contratos de la Administraci¨®n. Y apel¨® a una reducci¨®n de los gastos electorales. Todo lo cual, visto desde la perspectiva de dos a?os despu¨¦s, parece aspirinas para combatir un c¨¢ncer.