No era para tanto
Lo primero dar un fuerte palo a los miembros del equipo de m¨ªster Weller. Su comportamiento no hace m¨¢s que acrecentar la fama de arisco que posee el m¨²sico brit¨¢nico. Ellos, aunque ingleses, deber¨ªan molestarse en comprender la idiosincrasia de los p¨²blicos para los cuales trabajan. Ni se molestan. Alguien deber¨ªa decirles que ya hay suficientes bordes en Espa?a.Abriendo fuego, se present¨® el ex cantante de los Blue Monkeys, realizando una suerte de set ac¨²stico. Ni el lugar ni el p¨²blico eran adecuados para escuchar exclusivamente una voz y una guitarra ac¨²stica. Esto en Espa?a se denomina cantautor.
La visita de mister Weller a Espa?a era algo que el impulsor de The Jam nos deb¨ªa desde hace ya muchos a?os. Sin embargo, pensamos que ha venido tarde y con un repertorio inadecuado para la sensibilidad, siempre especial, del p¨²blico espa?ol. No se trata de que toque el Tractor amarillo, ni de que d¨¦ marcha juvenil y espont¨¢nea. Pero pretender que se pueda ganar al p¨²blico espa?ol con un pu?ado de canciones lentas y a medio tiempo supone desconocer lo que el p¨²blico de este pa¨ªs busca cuando va a un concierto de rock. O de pop, o de soul, todo vale. La energ¨ªa desplegada por Paul Weller en sus primeros grupos no apareci¨® por ning¨²n lado. Todo era estilo. Pero hab¨ªa muy poca carne.
Paul Weller
Paul Weller (gultarra, teclado, voz), Helen Turner (teclados), Yolanda Charles (bajo), John Cradock (guitarra) y Steve White (bater¨ªa). 2.800 pesetas. Sala Aqualung. Madrid, 20 de abril.
Mensaje
Las 1.800 personas que asistieron al concierto ten¨ªan sin duda en la retina la imagen de aquel m¨²sico joven que supo evocar energ¨¦ticamente a los muy brit¨¢nicos mods o bien a las derivaciones souleras posibles. Sin embargo, m¨ªster Paul Weller en sus ¨²ltimos discos en solitario, especialmente en el ¨²ltimo -Wild Wood-, ofrece una imagen sosegada, una m¨²sica hecha para escuchar y un mensaje que, lamentablemente, pasa desapercibido para un p¨²blico de habla no sajona.Los ambientes sonoros son irreprochables, pero no bastan. Las interpretaciones de la canci¨®n que da t¨ªtulo al disco, The some flower e incluso de una versi¨®n del cl¨¢sico de Crosby, Stills, Nash y Young, Ohio, no son bastantes para calentar a quien guarda un hermoso recuerdo de Weller en su memoria.
El acompa?amiento musical se limita a cubrir las espaldas al jefe y tampoco echa el fuego necesario para que la cosa sea divertida. Muchos de los asistentes al concierto de anoche se habr¨¢n marchado a casa, tras el concierto, con la impresi¨®n de que es suficiente. Pero quienes guardan sus discos de los Jam y Style Council como oro en pa?o habr¨¢n de reconocer, tarde o temprano, que este Paul Weller no es para tanto.
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