Esperando a Pivot
La literatura, se nos recuerda constantemente, es la gran ausente de la parrilla televisiva. Normal, piensa uno si tiene en cuenta los ¨ªndices de lectura de los espa?oles. Pero la televisi¨®n p¨²blica, dice el sentir general, debe hacer algo por la cultura aunque a la misma hora, en las privadas, el doctor Bartolom¨¦ Beltr¨¢n entreviste a una se?ora que lleva a?os intentando librarse de unas verrugas tremebundas (?contundente scoop, a fe m¨ªa!) y Rappel (aprovecho la ocasi¨®n para exigir que se haga p¨²blico el nombre de su sastre) de consejos delirantes por tel¨¦fono a almas atribuladas que ya no saben a qui¨¦n recurrir. Se?as de identidad es la apuesta por la cultura que ofrece los mi¨¦rcoles a medianoche la segunda cadena de Televisi¨®n Espa?ola. Una apuesta que, francamente, ha costado muy poco dinero. Una cosa, ya se sabe, es defender ese anacronismo llamado literatura y otra es dejarse los duros en el empe?o.De todas maneras, no fue el escaso presupuesto lo peor del primer programa de Se?as de identidad. Tampoco Bernard Pivot necesitaba millones para su Apostrophes (cuya estructura de debate era muy similar a la del espacio de La 2) y daba gusto verlo. Cuatro escritores dando conversaci¨®n a un moderador puede ser un espect¨¢culo apasionante (por lo menos para los letraheridos) si lo que se dice y el c¨®mo se dice merece la pena. Lamentablemente, no fue as¨ª en Se?as de identidad. Y no lo fue por varios motivos:
1- El tema del debate. Bajo el t¨ªtulo Novela negra, novela urbana, se pretendi¨® mezclar un g¨¦nero muy concreto con otro cuya ¨²nica regla es que la acci¨®n transcurra en una ciudad.
2- El presentador, Daniel M¨²gica puede ser un agradable contertulio para tomar unas copas en un bar moderno, pero resulta un moderador tan bienintencionado como ineficaz.
3- Los participantes. Reconozc¨¢moslo: excepto Andreu Mart¨ªn, un buen escritor que merece respeto aunque s¨®lo sea por haber reunido el valor para vivir en la inh¨®spita villa ol¨ªmpica barcelonesa, los otros escritores invitados aburr¨ªan a las ovejas. Ra¨²l del Pozo (ese periodista al que se ha agarrado Cela para continuar con su cruzada en solitario contra los escritores espa?oles menores de 80 a?os) parece un tipo curtido en cientos de tertulias (radiof¨®nicas y humanas) y desparpajo no le falta, pero, como su amigo Umbral, es de esa gente que est¨¢ constantemente intentando dejar bien claro lo listos que son y lo mucho que han vivido. Jos¨¦ ?ngel Ma?as y Ray Loriga son, directamente, un muermo, y aunque tienen derecho a serlo (un escritor s¨®lo tiene la obligaci¨®n de ser brillante cuando escribe) eso les incapacita para participar en un espacio como ¨¦ste.
Habr¨¢ que esperar a nuevas emisiones del programa (nuevos presentadores, nuevos temas, nuevos invitados) para ver si Se?as de identidad levanta cabeza o se convierte en otro de esos programas literarios que no funcionaron.
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